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Revista de Ciencias Sociales

versión impresa ISSN 0797-5538versión On-line ISSN 1688-4981

Rev. Cienc. Soc. vol.27 no.35 Montevideo dic. 2014

 

Migración juvenil rural en la región del Maule, Chile

Expectativas de futuro de la nueva generación

 

Claudio Vásquez Wiedeman y Daniel Vallejos Quilodrán

 

Resumen

Este documento es parte de una investigación desarrollada, durante el año 2013, en la Región del Maule, ubicada en la zona centro-sur de Chile, la cual contó con el auspicio de la Organización Internacional del Trabajo (oit). La evidencia estadística oficial sugiere que la proporción de jóvenes rurales está disminuyendo. Esto se advierte especialmente en épocas de mayor oferta laboral por parte del sector agroexportador, principal fuente de empleos en la región, dado que se observa que la edad promedio de los trabajadores en la temporada de cosecha y empaque es adulta y adulta mayor. A tal punto llega este problema, que las autoridades políticas han evaluado la posibilidad de abrir la frontera a inmigrantes de países vecinos que estén dispuestos a trabajar en faenas agrícolas de temporada estival.

Palabras clave: Juventud rural / trayectorias migratorias / expectativas de futuro.

 

Abstract

Juvenile rural migration in the Región del Maule, Chile:

expectations of future of the new generation

This document is a report of a social research developed, during the year 2013, in the Región del Maule; placed in the middle south valleys in Chile, which was sponsored by the International Labour Organization (ilo). The official statistical evidence suggests that the proportion of rural young persons is diminishing. This becomes aware specially in seasons of major labor offer on the part of the agroexporting sector, principal source of employments in the region, provided that is observed that the average age of the workers in the season of crop and packing is adult and senior. This problem comes to such point that the political authorities have evaluated the possibility of opening the border immigrants of neighboring countries who are ready to be employed at agricultural tasks of the summer season.

Keywords: Rural youth / migratory paths / expectations of future.

 

Claudio Vásquez Wiedeman: Sociólogo, magíster en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile. Docente y coordinador de la Unidad de Estudios del Centro de Estudios y Gestión Social (ceges) de la Universidad Autónoma de Chile, sede Talca.

E-mail: cvasquezw@uautonoma.cl

Daniel Vallejos Quilodrán: Sociólogo y magíster en Ciencias Sociales Aplicadas por la Universidad Autónoma de Chile. Desempeña actividad docente en distintas universidades regionales. E-mail: daniel_vallquil@yahoo.es

 

Recibido: 15 de noviembre de 2014.
Aprobado: 22 de diciembre de 2014.

Introducción

El presente trabajo se orienta a generar un proceso de reflexión sociológica en torno al fenómeno de la migración juvenil, focalizando nuestra observación en la población rural joven de la Región del Maule[1], ubicada a 252 kilómetros al sur de Santiago de Chile. El interés en analizar los procesos de movilidad territorial experimentados por los jóvenes rurales se sostiene en la necesidad de explorar los impactos que involucran procesos tales como la ampliación de la oferta de educación superior privada en la región, lo cual es una instancia que se fortaleció durante la primera década del siglo xxi (particularmente en la ciudad de Talca, principal centro urbano regional), generando un impacto en la conformación del horizonte de expectativas laborales en los jóvenes (ver anexos). Al atender una demanda directa de la población urbana, se asume que muchos jóvenes de sectores rurales reconocen en esta oferta educacional una posibilidad que rompe la brecha tradicional, que consideraba que los estudios superiores debían ser realizados fuera de la región y cumpliendo con los requisitos de selección planteados por las universidades tradicionales (tal como la Prueba de Selección Universitaria-psu). En función de lo anterior, se visibiliza un marco contextual que permite constituir interrogantes diversas para atender al impacto de estos procesos en la dinámica sociocultural propia de la ruralidad, dentro de las cuales se puede considerar la diversidad de procesos migratorios, fundamentalmente en términos de su lógica temporal. Este hecho no sólo modificaría el plano productivo del territorio, sino que también devendría en instancias de choque cultural que podrían “modelar” nuevos escenarios en el dominio de lo rural.

Siguiendo a Canales (2005), es para nosotros representativa la definición de la ruralidad como proceso más que como estructura, lo que implica entender las fases sucesivas de inestabilidad e incertidumbre que hoy caracterizan a los territorios rurales o agroterritorios. Esto último problematiza su sentido y permite aludir a una lectura crítica que busque posicionarse fundamentalmente entre las disputas y contradicciones que existen hoy en el campo social de lo rural. Los distintos dispositivos que hoy representan a la sociedad global tienden a aumentar las aristas desde las cuales problematizar el fenómeno de la movilidad territorial, atendiendo fundamentalmente al desplazamiento que es factible advertir respecto a los patrones tradicionales de comportamiento que expresaban la vida en el mundo rural como universo paralelo, impermeable y hermético frente a lo urbano. Hoy, las expectativas de integración globalizante se constituyen en imperativos y marcan la pauta para un desarraigo sostenido en la conectividad permanente y la hibridación.

De acuerdo a la señalado, es necesario advertir aquellos aspectos que hoy se reconocen como descontextualizados frente a lo que la dinámica del proceso nos muestra. Un aspecto relevante en este punto es la tradicional relación entre el territorio y su representación productiva. En estos términos, lo rural es tradicionalmente conectado con el mundo agrícola y esto, desde las lecturas sociológicas contemporáneas en torno al tema, plantea una etapa en muchos términos superada o modificada en ciertos procesos. Uno de estos procesos se reconoce en el desarraigo paulatino que desvincula en cierto grado las unidades productivas respecto del asentamiento de las poblaciones, lo que manifiesta la tendencia a reconocer que el lugar de trabajo ya no coincide con el lugar de vida (Gómez, 2002). Este antecedente se conecta con el protagonismo que comienza a adquirir la movilidad territorial, como una de las evidencias relativas al proceso de mutación que experimenta la ruralidad desde su presentación tradicional. Podemos encontrar mayor claridad en torno a estas transformaciones que pueden ser reconocidas como promotoras de fenómenos migratorios en la siguiente afirmación:

“El primer cambio se inició en los años sesenta, con el paso del campo tradicional, de los fundos y de una agricultura reproductiva o extensiva instalada en un orden social estático y autoritario a una sociedad de la letra, de la ley, de la ciencia y de la tecnología y, con ellas, del aumento constante de la producción. El segundo cambio, insinuado ya en los setenta pero reforzado en los ochenta, dice relación con la inminencia de los cambios que se condensan en la globalización, la competitividad, la cultura económica, el consumo, la sociedad mediática o de masas y las emergentes formas de la sociedad virtual”. (Canales, 2005, pp. 33-34)

Ahora bien, asumiendo estas particularidades de lo rural permeadas por los procesos de modernización que ha experimentado nuestra sociedad, con gran énfasis a partir de la década de los ochenta, entendemos que la movilidad de la población rural hacia núcleos urbanos, tanto intra o interregionales, deviene en flujos progresivos, estimando que la imagen de lo rural como mundo deseable de desarrollo personal y profesional para los jóvenes de la Región del Maule es más bien una resignación ante la imposibilidad de un destino mejor, más que una opción. Lo anterior, en tanto producto de los mayores niveles de escolaridad alcanzados actualmente por los jóvenes maulinos (ver Gráfica 1), lleva a que el ejercicio profesional en el mercado laboral esté inserto principalmente en los centros urbanos: comercio a gran escala o retail, sector salud, educación, fuerzas armadas, minería, son algunas de las preferencias de los jóvenes para desarrollarse profesionalmente. De esta manera, no son una mayoría significativa quienes desean desempeñar labores asociadas a las faenas agrarias tradicionales.

Los principales antecedentes relativos a la configuración de lo que se entiende como “nueva ruralidad” responden fundamentalmente a la intervención de aquellos mecanismos propios de la globalización neoliberal, que promueven una reinterpretación del aparato productivo y, a su vez, traen consigo una profunda alteración en la reproducción de aquellos patrones culturales que tradicionalmente se advierten como identitarios en el marco de lo rural. Fundamentalmente, la noción de nueva ruralidad, que hace énfasis en la concepción incierta e inestable que hoy es representativa de la ruralidad, expone un contexto intervenido de continuo y que se pluraliza en función de los rendimientos técnicos, económico-productivos (e incluso virtuales), que hoy son asumidos como imperativos, que vendrían a reorientar los horizontes de expectativas de los actores sociales que son parte del mundo rural.

La representación tradicional comprende una idea en torno a la satisfacción de necesidades, asumiendo preferentemente una tendencia a la satisfacción de necesidades básicas entendidas de acuerdo a la lógica hermética e impermeable de la ruralidad tradicional. Desde este punto de vista, la nueva ruralidad se constituye desde el reconocimiento de una mayor permeabilidad en las formas productivas que trae consigo una alteración en los procesos de construcción sociocultural, lo que deviene en instancias de hibridación que se pueden ver expresadas en los horizontes de expectativas y aspiraciones de las generaciones jóvenes pertenecientes al mundo rural.

Observando este fenómeno con mayor profundidad, comprendemos que se puede advertir una modificación en las dinámicas relacionales que caracterizaban el campo simbólico de la ruralidad, que ha definido, en términos de Bourdieu, la conformación de un nuevo habitus que, en este caso, se expresa en la tendencia al desarraigo y al extrañamiento respecto a sus rasgos originarios, todo esto entendido como propiedad simbólica del campo. Es necesario para ello recordar las dinámicas de poder que se encuentran involucradas en la conformación y readecuación de un habitus, que le otorgan una perdurabilidad relativa (Baert, 2001).

El potencial organizativo de la economía de mercado y su pretensión globalizante comprende, de acuerdo a lo anterior, la consolidación de una necesidad de participación y vinculación colonizada, por cuanto se define la apertura de la realidad a una relación de prestaciones mutuas con un campo urbano que, en términos estrictos, no transa básicamente en sus disposiciones instrumentales. En términos sencillos: la apertura a la ruralidad no fortalece rasgos identitarios, sino que más bien apunta a su sublimación instrumental, enraizada en dispositivos tales como la conectividad, acceso a insumos tecnológicos y horizontes de expectativas que, en función del propósito integral, manifiestan la consolidación del desarraigo y la reorientación del vínculo con el territorio, resignificando incluso la posibilidad migratoria (Gráfica 2). En suma, lo que tendríamos es una relación directamente proporcional entre integración a la sociedad global y desarraigo. Lo anterior se genera como consecuencia de la disociación en la relación entre “tierra”, “capital” y “trabajo”, puesto que las formas de vida y de producción tradicionales van siendo velozmente desplazadas como consecuencia de los procesos de modernización territorial, que responden a patrones culturales que avasallan los cimientos que dieron identidad y sentido a las generaciones precedentes. Para las nuevas generaciones, va perdiendo sentido trabajar la tierra o involucrarse en actividades de carácter agrícola, diferenciándose, de esta manera, de sus padres. Por el contrario, las expectativas relacionadas con su futuro próximo están relacionadas con el estudio antes que con el trabajo, de modo tal que este último se concibe de forma complementaria al primero (Gráfica 3).

Si se centra el análisis en las implicancias productivo-económicas, que son protagónicas a la hora de entender este proceso de desarraigo paulatino e integral, entendemos que las expectativas migratorias deben ser analizadas de acuerdo a las habilitaciones o constricciones que define el propio campo. Tradicionalmente, la vida en el mundo rural se encontraba caracterizada por su aislamiento, lo que en términos estrictos, generaba una dinámica de anclaje respecto a las carencias de orden estructural que eran representativas de estos contextos, tal como es entendido por Gómez (2002). Este autor señala que existe un impedimento en torno al acceso a bienes y servicios básicos y, junto a ello, la disposición a promover fuertes flujos migratorios determinados por la subvaloración de lo rural, una sobrevaloración de lo urbano y una expresión efectiva de condiciones de vida precaria. Respecto a esto último, se podría conjeturar sobre el hecho de que ya la dinámica estructural de la ruralidad tradicional promueve una tendencia a la migración, sobre todo entendida como una instancia de mejora en las condiciones materiales y económicas. Ahora bien, nuestras interrogantes deben estar orientadas hoy a indagar en estas posibilidades, dentro de un marco transformado que ya no reconoce como únicas propiedades aquellas que constituían la tradición, sino que más bien configuran un campo de relaciones con altos índices de hibridación cultural interesantes de observar.

Llegados a este punto, es necesario realizar la distinción entre “migración de retorno” y “migración circular” (Organización Internacional del Trabajo, 2012). La primera refiere a aquella acción migratoria que implica un retorno posterior al lugar de origen. Este sería el caso, por ejemplo, de aquellos jóvenes que planifican salir de sus comunas para estudiar en centros urbanos de la región —o fuera de esta— y posteriormente retornar a ejercer su actividad productiva en su comuna de origen. Por otro lado, la migración circular manifiesta un permanente ir y venir, cuyo ejemplo más notorio está asociado a aquellos casos de jóvenes que tienen sus expectativas de desempeño laboral puestas en la gran minería del norte del país, pero que no pretenden cambiar su residencia definitivamente sino que aprovecharían el régimen de trabajo de este sector productivo, que permite una buena cantidad de días libres al mes a cambio de otra cantidad de días trabajados. Al respecto, la evidencia empírica señala que el 72% de los jóvenes maulinos que piensa emigrar de su comuna de origen declara su intención de retornar (Gráfica 4), lo cual nos permitiría confirmar que nos enfrentamos, potencialmente, a un caso de migración de retorno.

De manera particular, dos hechos nos llaman poderosamente la atención en el momento de analizar los procesos de transformación en el territorio observado. El primero es que una cantidad amplia y creciente de jóvenes está accediendo a la educación superior, en todos sus niveles (técnico, profesional y universitario), lo cual necesariamente significa que estas expectativas de estudio deben satisfacerse fuera de sus comunas rurales de origen (Gráfica 5). Un segundo elemento es el recién señalado, vale decir, que las expectativas migratorias de los jóvenes son principalmente de carácter temporal o de retorno. Esto implica que el retorno de jóvenes a las “comunas rurales” de la región, con mayor nivel de escolaridad, implicaría que estos no estarían dispuestos a incorporarse al sector productivo agroexportador, que principalmente ofrece trabajos de baja posibilidad de desarrollo profesional, temporales y mal pagos. De esta manera, nos enfrentamos a un proceso de transformación económico, social y cultural en el territorio señalado, que permite comprender la promoción de la hibridación cultural, por ejemplo, en la mutua convivencia entre procesos productivos representados —en palabras de Romero— en la presencia de:

 “… grandes empresas de alta complejidad tecnológica, empresas que forman parte de ‘grupos económicos’ transnacionales provenientes de otros sectores productivos, empresas del agroturismo, trabajadores rurales no agrarios, con mundos rurales heterogéneos con campesinos, grupos aborígenes, productores medios, y trabajadores rurales agrarios segmentados por los procesos de mecanización, y nuevos desocupados”. (Romero, 2012)

La referencia al marco económico es clave a la hora de discutir la conformación de la expectativa migratoria. En este ámbito, se destaca como una de las dimensiones protagónicas en la voluntad migratoria, aquella relacionada con la búsqueda de mejores oportunidades para la vida, mas esta búsqueda puede ser a la vez el resultado de un modelo que obliga a la migración. La migración, para algunos autores como Yuing (2011), es el resultado de un alto coeficiente de presión, motivado fundamentalmente por disposiciones desiguales de poder que comienzan a dominar el escenario de origen. Esto ilustra la conjetura relativa a la relación entre la voluntad y la expectativa migratoria, en la cual las implicancias del modelo globalizante de mercado constituyen un motor clave en la promoción de dichas expresiones (Gráfica 2).

 Entendemos que estos principios de influencia se pueden evidenciar en otros procesos vitales, tales como la proyección en torno a las posibilidades de la educación y el trabajo. En este sentido, es especialmente importante la influencia cultural de los impactos del orden urbano mercantil, que constituyen un horizonte de expectativas y gratificaciones reconocidas por los jóvenes, desde una perspectiva sociocultural exógena. Al respecto, Entrena Durán (1998) señala que:

“… la acción productiva, organizativa, relacional y cultural que determina la construcción social de lo rural tiene lugar, cada vez más frecuentemente, en un escenario de alcance global o, por lo menos, está altamente condicionada por lo que acontece en dicho escenario. De este modo, en muchos casos, lo rural ya no constituye un orden social con capacidad y autonomía (esta, por lo general, tampoco fue completa en el pasado) para decidir la gestión socioeconómica de su territorio, o para conservar o desarrollar en él una cultura netamente local y autóctona generadora de unos referentes de sentido e identidad acordes con la forma de vida que propicia”.

Los esquemas incorporados que presuponen la conformación de los habitus constituyen por ende una complejidad expresada en que los ámbitos de conformación de la realidad social escapan a las categorías con pretensión universalista —puesto que estos son los componentes que validan la determinación unilateral y reduccionista de la dominación—, que se ven superadas por el pensamiento de Bourdieu, en el cual el foco está puesto en la génesis social de los principios de construcción que movilizan a los agentes (Bourdieu, 2006, p. 478). Los procesos que implicarían generación de estímulos correspondientes con un imaginario migratorio constituyen el habitus que define una disposición incorporada que se proyecta a un horizonte de éxito, de logro, determinado por metas simbólicas que expresan la hibridez cultural desde la cual realizamos nuestras observaciones, con miras a comprender la lógica del campo social objeto de nuestra problematización. Lo anterior equivale a decir que existen fuerzas centrífugas originadas en el seno mismo de la cultura de estos agroterritorios, que expulsan a los jóvenes fuera de sus localidades de origen, pero que, sin embargo, fuerzas centrípetas tales como la familia, el apego a la cultura, las expectativas de desarrollo profesional (Gráfica 6), etcétera, atraen a los individuos de vuelta hacia su origen. Este ir y venir, pero no en un sentido meramente trashumante, sino que con un mayor capital humano y cultural, marca un rompimiento con la dinámica tradicional, reflejando parte de la transformación sociocultural que señaláramos anteriormente. De esta manera, las disposiciones de sentido que determinan la acción deseable de los jóvenes desde un punto de vista normativo, representan un habitus diferente al de las generaciones precedentes, caracterizado por una mayor valoración del trabajo frente el estudio. En cambio, para estas nuevas generaciones, el valor del estudio está por encima el valor del trabajo como componente ideológico, indisociable de las expectativas construidas socioculturalmente.

Estos principios de transformación, en este momento, son decisivos a la hora de postular supuestos que permitan problematizar un imaginario emergente en torno a la posibilidad migratoria. La disposición a migrar se sostendría, como posibilidad, en el grado de penetración que asumen las gratificaciones propias de una sociedad global con pretensión integradora, a través de los recursos tecnológicos que promueven la conectividad y la activación de procesos productivos definidos desde dichos parámetros. Estos dispositivos serían los nuevos configuradores del habitus de los jóvenes que habitan territorios agro-rurales, que se ven manifestados en sus preferencias y gustos referidos al ocio y sus expectativas vitales educacionales y laborales. No es un abandono absoluto de aquellos rasgos autóctonos y propios de una idiosincrasia tradicional, sino que más bien son fruto de un choque cultural basado en la integración de racionalidades diversas.

Aspectos metodológicos

El diseño metodológico utilizado en esta investigación fue mixto secuencial, con una primera fase cuantitativa, seguida de una fase cualitativa. La razón fundamental de esta decisión fue el hecho de que no existían antecedentes previos sobre los temas tratados en este documento, de modo tal que se optó por una estrategia cualitativa para profundizar aquellos elementos que arrojó la primera fase cuantitativa.

Sobre el muestreo cuantitativo

La población de este estudio contempló a todos los estudiantes matriculados en tercer año de Enseñanza Media durante 2013, en alguno de los 22 establecimientos emplazados en sectores rurales de 14 comunas de la Región del Maule. Según estadísticas del Ministerio de Educación de Chile, esta cifra es de 926 jóvenes. La muestra considerada en este informe contempló a 508 jóvenes, utilizando un criterio de muestreo estratificado de afijación proporcional. Para garantizar la selección aleatoria de los estudiantes, se empleó un muestreo aleatorio simple, utilizando los listados de los cursos de cada establecimiento, a partir de un procedimiento de números aleatorios. El instrumento cuantitativo fue aplicado de manera autoadministrada y el trabajo de campo tuvo una duración aproximada de tres semanas.

Sobre el muestreo cualitativo

El trabajo cualitativo en terreno consistió en cinco grupos focales realizados a jóvenes de cinco establecimientos diferentes. El criterio para seleccionar los establecimientos fue, principalmente, que estuviesen ubicados en los sectores rurales más apartados de la Región del Maule, puesto que lo que nos propusimos fue indagar en los discursos e imaginarios de los jóvenes respecto a tópicos como trabajo, estudios y familia. Complementariamente, se realizaron tres entrevistas semiestructuradas a docentes y directivos de diferentes establecimientos. El muestreo cualitativo utilizado fue por conveniencia, considerando la incorporación de estudiantes de diferente sexo y que hubieran tenido experiencia de trabajo en el sector agrícola.

Hallazgos principales del estudio

n      Los/as jóvenes tienen una mejor percepción de la situación económica de sus familias que de la comuna donde viven. De hecho, es mejor la percepción que tienen de la economía del país que de su propia comuna; lo mismo ocurre con las expectativas de mejora, pues manifiestan que la situación económica del país en el futuro será mejor que la de su propia comuna. Esto deja de manifiesto una proyección positiva en términos de sus oportunidades reales de acceder al mercado laboral en su comuna y fuera de esta. Un punto a destacar en este aspecto es la actual percepción de la situación económica de la familia, como un estado de logro respecto a una trayectoria de vida, que va de menos a más en términos económicos. La realidad económica percibida por las familias es descrita como una historia en la cual la satisfacción de necesidades se presenta siempre como un tema complejo de abordar, fundamentalmente por la precariedad del trabajo rural.

n      Los principales aspectos del entorno en el cual viven que consideran positivos son fundamentalmente el contacto con el medio ambiente natural y la tranquilidad; por otro lado, dentro de los aspectos considerados como más negativos están la contaminación del entorno natural, el déficit de transporte público y la falta de servicios. El entorno natural permite visualizar de esta forma una diferencia que culturalmente adquiere mucho peso, la cual se relaciona con la representación del mundo urbano como una realidad en la cual el provecho de lo natural se ve impedido o intervenido negativamente. El entorno natural, desde este punto de vista, es valorado más allá que como espacio en donde se pueden desarrollar actividades relacionadas con el ocio y el entretenimiento, sino que involucra una visión más abierta y compleja respecto a la calidad de vida, un requisito fundamental para lograrla, de ahí el juicio crítico a aspectos tales como la contaminación evidenciada de manera importante en algunos sectores del área del estudio.

n      En mayor proporción, las expectativas que tienen los jóvenes al egresar de Enseñanza Media se concentran en seguir “estudiando” o bien en “estudiar y trabajar”. Esto pone de manifiesto el interés por acceder a fuentes de empleo más allá de las que comúnmente se ofrecen en los sectores donde viven y en las que frecuentemente se emplean sus padres: actividades agrícolas de baja calificación. Es clave destacar acá el valor subjetivo que tiene reconocer la educación como una instancia que permita desempeñarse laboralmente con mayor autonomía y no desde la dinámica de subalternidad tradicional, representativa del trabajo rural, específicamente en términos de estatus.

n      Conforme con las expectativas de estudiar y trabajar tras egresar de Enseñanza Media, los destinos migratorios de los jóvenes apuntan a los principales centros urbanos de la Región del Maule (especialmente la capital regional). Esto indica que el tipo de migración prioritaria para los/as jóvenes rurales de la región es de tipo intrarregional, pero de carácter temporal, pues la mayoría está dispuesto a volver a residir en sus comunas de origen.

n      La percepción mayoritaria respecto del acceso al empleo es que no es necesario irse de sus comunas de origen para tener un buen nivel de vida. Aun así, reconocen que las oportunidades laborales para los jóvenes son limitadas en sus territorios locales, más allá de las actividades relacionadas a los sectores agropecuarios. De acuerdo a lo anterior, es necesario destacar algunas posiciones paradójicas, que dan cuenta de un rasgo de hibridación cultural en la conformación de las disposiciones sociales y culturales de estos jóvenes. Estas “paradojas” se relacionan con la pugna entre los rasgos que se rescatan y valoran del contexto de vida y aquellos que generan cuestionamiento, fundamentalmente en la apertura a un espacio de mayor diversidad de alternativas (ocio, entretenimiento, relaciones sociales, etcétera). Más que a la falta de trabajo, se refieren a la carencia de diversidad de alternativas laborales que sean más atractivas y que abran un horizonte de posibilidades de vida.

n      La educación tiene un valor social importantísimo, pues se reconoce como un mecanismo exclusivo de movilidad social, por esta razón, los estudios superiores (técnico profesional o universitario) son una meta prácticamente para todos. La educación es fundamentalmente la instancia que permite generar posibilidades de apertura a una diversidad laboral, en la cual los trabajos no remitan necesariamente a lo que el territorio define, sino que más bien respondan a intereses claramente definidos con expectativas materiales, económicas y de estatus, altamente influidas por rasgos culturales propios de una sociedad moderna globalizada. En este ámbito, se comprende uno de los rasgos clave a la hora de pensar en la difuminación de las fronteras socioculturales tradicionales entre lo rural y lo urbano, y atender al fenómeno de hibridación cultural que se reconoce como consecuencia en este estudio.  

n      La influencia de la familia es importantísima, pues probablemente el arraigo familiar sea una razón de peso para los/as jóvenes de mantenerse coligados y evitar, de esta manera, emigrar hacia sectores más lejanos del país. En este sentido, el impulso de las familias en torno a la migración se asume como una necesidad relativa a la mejora de la calidad de vida de los jóvenes, lo que la conecta de manera significativa con el ámbito del desarrollo educativo. La educación es el criterio que orienta a las familias a promover y apoyar la migración, fundamentalmente para generar un giro respecto a la historia de vida basada en sacrificios y necesidades, que ideal y afectivamente, debería involucrar un proceso de retorno.

n      La escolaridad de los padres y las madres principalmente es básica (completa e incompleta), por lo cual el sentido y valor de la educación cobra mayor importancia en los jóvenes, por ser la primera generación en ingresar a la educación superior. Las madres tienen levemente mayor escolaridad que los padres. Estos últimos se desempeñan principalmente como trabajadores asalariados del sector agrícola, mientras que las madres en su mayoría son dueñas de casa. De esta manera, principalmente se configura una estructura de familia tradicional, en la cual el padre es el principal generador de ingresos en el hogar. Esta estructura familiar se justifica a la vez en una representación de género que otorga predominancia al hombre como “sujeto de trabajo”, y en la cual ciertas condiciones de trabajo propias del mundo rural no son consideradas “adecuadas” o “representativas” para las mujeres: muchos trabajos rurales son percibidos por las jóvenes como “no femeninos”; ellas reclaman una mayor diversidad que reconozca la diferencia de género con relación al trabajo.

n      En cuanto a la definición de emprendimiento para los/las jóvenes, esta se configura desde los atributos asociados al esfuerzo personal, cuidado de la familia, ser bueno para trabajar y decidir dónde y en qué trabajar. Sólo una minoría asocia el emprendimiento con la factibilidad de tener un negocio o una empresa.

n      El acceso al mercado laboral comienza para estos jóvenes a muy temprana edad (cerca de los 13 años), principalmente insertándose en las actividades del mundo agrícola como trabajadores de temporada. La relación con el trabajo, por lo tanto, está definida desde la ruralidad y muy probablemente acceden a tales fuentes de empleos a través de sus familiares, que se desempeñan habitualmente en este sector. El trabajo agrícola es entendido como una práctica particularmente dura y desgastante, sin una recompensa acorde a dicho sacrificio. Las condiciones laborales también son advertidas como precarias, tanto en la experiencia de los padres como también por lo vivido por los jóvenes de manera directa. Se debe nuevamente hacer hincapié en el valor que tiene el trabajo especializado (promovido por la educación) como mecanismo de quiebre frente a una representación de estatus subalterno, el cual simbólica y materialmente caracteriza al trabajo propio de los contextos rurales.

n      Finalmente, en cuanto a las Competencias de Emprendimiento Personal (cep), los puntajes promedio más bajos se concentran en la “falta de perseverancia”, mientras que los más altos se encuentran en la “orientación a la eficiencia”. Esta situación refleja que los jóvenes requieren fortalecer su tenacidad, su grado de resiliencia, la cual se potencia a partir del descubrimiento de los sueños que tienen los sujetos y la lucha por su realización. ¿Cuáles son los sueños que tienen los/as jóvenes rurales de la Región del Maule?, ¿cuáles sus anhelos, sus expectativas?, ¿existe la posibilidad de cumplir esas expectativas en el mismo territorio que los vio nacer?

 

 

Referencias bibliográficas

 

Baert, P. (2001). La teoría social en el siglo xx. Madrid: Alianza Editorial.

Bourdieu, P. (2006). La distinción: criterio y bases sociales del gusto. 3ª ed. Madrid: Taurus.

Canales, M. (2005). La nueva ruralidad en Chile: apuntes sobre subjetividad y territorios vividos. En: Chile rural: un desafío para el desarrollo humano. Serie Temas de Desarrollo Humano Sustentable, 12. Santiago de Chile: pnud.

Entrena Durán, F. (1998). Cambios en la construcción social de lo rural: de la autarquía a la globalización. Madrid: Tecnos.

Gómez, S. (2002). La nueva ruralidad: ¿qué tan nueva? Valdivia: Universidad Austral de Chile-lom Ediciones.

Organización Internacional del Trabajo (2012). Migración laboral internacional: un enfoque basado en los derechos. Madrid: Plaza y Valdés.

Romero, J. (2012). Lo rural y la ruralidad en América Latina: categorías conceptuales en debate. Psicoperspectivas, 11(1), pp. 8-31. Disponible en: <http://www.psicoperspectivas.cl/index.php/psicoperspectivas/article/viewFile/176/191> [acceso 3/7/2013].

Vásquez Wiedeman, C. y D. Vallejos Quilodrán (2013). Trayectorias migratorias de jóvenes rurales de la región del maule: consecuencias culturales, sociales y económicas. Reporte de investigación [online]. Universidad Autónoma de Chile, Talca-oit. Disponible en: <http://www.cegestionsocial.cl/inicio.php?url=ZG9jdW1lbnRvMS5waHA=> [acceso 14/9/2014].

Yuing, T. (2011). Migraciones y administración de la vida en el mundo global. Psicoperspectivas, 10(1), pp. 6‑20. Disponible en: <http://www.psicoperspectivas.cl/index.php/psicoperspectivas/article/viewFile/136/122> [acceso 10/7/2013].

Anexo



 


 



 

 



 



 

 



 

 



 

 





 



[1]       Según estimaciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la región cuenta con 1.042.989 habitantes, de los cuales aproximadamente un 33% vive en condiciones de ruralidad, lo que la convierte en la región que ostenta la mayor tasa de ruralidad del país.

 

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