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Revista de Ciencias Sociales

versión impresa ISSN 0797-5538versión On-line ISSN 1688-4981

Rev. Cienc. Soc. vol.27 no.34 Montevideo jul. 2014

 

Percepciones de desigualdad socioeconómica Un estudio exploratorio para el caso argentino

Perceptions of socioeconomic inequality: an exploratory study for the Argentine case

Santiago Andrés Rodríguez

 

Resumen

Para comprender los procesos de producción y reproducción de las desigualdades sociales, se requiere dar cuenta del sistema de representaciones sociales que existen en una sociedad en torno a estas diferencias. Las percepciones de desigualdad socioeconómica podrían repercutir en actitudes de tolerancia e incluso legitimar situaciones de desigualdad. El objetivo de este artículo es analizar percepciones de desigualdad socioeconómica en Argentina. El trabajo se divide en cuatro secciones, a saber: i) el enfoque teórico y las principales hipótesis en torno a las percepciones de desigualdad socioeconómica; ii) en el apartado metodológico, presentamos la fuente de datos, las variables y los métodos empleados; iii) en el tercer apartado, nos focalizamos en el análisis de los datos; iv) por último, cerramos el artículo con un repaso de los hallazgos y con algunas breves reflexiones finales.

Palabras clave: Desigualdad socioeconómica / indicadores / percepciones / Argentina.

 

Abstract

In order to understand the processes of production and reproduction of social inequalities it is required to give an account of the social representations that exist in a particular society. Specifically, the perceptions of socioeconomic inequality could have an impact on attitudes of tolerance and even legitimize inequality situations. The aim of this article is to analyze the perceptions of socioeconomic inequality of people over 18 years residents in Argentina in 2009. This paper has 4 sections: i) We describe the theoretical approach and the predominant hypothesis around the perception of socioeconomic inequality, ii) In the methodological strategy we present the data source, the variables and the methods used, iii) In the third section we focus on the analysis of the data and, iv) We conclude with some final reflections.

Keywords: Socioeconomic inequality / indicators / perceptions / Argentina.

 

Santiago Andrés Rodríguez: Licenciado en Sociología y magíster en Investigación en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Docente de Metodología de la Investigación Social en la carrera de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, uba, en las cátedras: Sautu e Infesta Domínguez (período 2006-2012). Actualmente, candidato a doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por el Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México. E-mail: sarodriguez@colmex.mx

 

Recibido: 1.º de junio de 2014.
Aprobado: 30 de julio de 2014.

Introducción[1]

Durante gran parte del siglo xx, Argentina se caracterizó y diferenció del resto de los países de América Latina por el fuerte peso de las clases medias y de sectores obreros consolidados en su estructura social. El modelo agroexportador y la industrialización por sustitución de importaciones contribuyeron a la conformación de una estructura social abierta que, hacia 1960-1970, se distinguía en el contexto latinoamericano por las oportunidades de ascenso social, que había brindado a las personas de origen de clase popular, y por la amplitud de las clases medias y una clase trabajadora fabril con una posición económica consolidada, sustentada en niveles salariales y acceso a derechos sociales comparativamente altos (Dalle, 2010).

El Estado desempeñó un rol importante en la conformación de aquella estructura social, impulsando el desarrollo de las fuerzas productivas y la promoción de políticas de igualación de oportunidades de corte universal. Impulsó procesos generalizados de ascenso social, acompañando el crecimiento económico del país con la expansión de la educación pública y el empleo en la administración estatal. Las políticas de equidad e igualdad de oportunidades, junto a la extensión de los canales de movilidad social, se articularon y contribuyeron a conformar una estructura social abierta (Dalle, 2010, p. 66). Aquella sociedad abierta e integrada había quedado retratada en la obra teatral/literaria M’hijo el dotor, del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez, en la cual la movilidad y el prestigio social eran un sueño que llevaba a imaginar a Argentina como una sociedad abierta y fluida.

La reestructuración capitalista neoliberal de la economía, a través de la desarticulación de la estructura productiva industrial y el deterioro de las instituciones del Estado —iniciada en la última dictadura militar en 1976—, erosionó las bases que estructuraban el sistema de estratificación abierto e integrado de la década de los años sesenta y principios de los setenta. Una mirada de mediano plazo permite observar las transformaciones regresivas de la estructura social en el período 1974-2001. Entre estos efectos regresivos, se destacan el aumento de la desigualdad social, el crecimiento de la pobreza, la instalación de la desocupación como problema estructural del funcionamiento de la economía y el aumento de la precariedad laboral. Estos indicadores muestran que la crisis socioeconómica de 2001-2002 no se trató de un fenómeno coyuntural, sino de la fase final de una progresiva “decadencia social” de un país que desarticuló su estructura productiva y su entramado social (Pucciarelli, 1999, 2001; Basualdo, 2006).

Después de los sucesivos y abruptos cambios en los modelos de acumulación capitalista, aunados a un incremento constante de la desigualdad social en el último cuarto del siglo xx, aquella sociedad abierta y fluida parece haber quedado muy atrás. Lo que lleva a preguntarnos: ¿en qué medida se percibe la desigualdad socioeconómica en Argentina? Este tipo de interrogante adquiere relevancia, ya que las percepciones de desigualdad social podrían repercutir en actitudes de tolerancia e incluso legitimación de situaciones de desigualdad (Wegener, 1987).

El objetivo de este trabajo es analizar las percepciones de desigualdad socioeconómica que tenían las personas de 18 años y más residentes en Argentina en el año 2009. Con relación al interrogante y al objetivo propuesto, el trabajo se divide en cuatro apartados: i) en el primero, describimos el enfoque teórico y las hipótesis predominantes en torno a las percepciones de desigualdad socioeconómica; ii) en la estrategia metodológica, presentamos la fuente de datos, las variables y los métodos utilizados; iii) en el tercer apartado, nos concentramos en el análisis estadístico de los datos y, iv) a modo de cierre, exponemos algunas reflexiones finales.

Perspectiva conceptual e hipótesis en torno a la percepción
de las desigualdades socioeconómicas

Existen dos supuestos sobre la percepción de la desigualdad económica, basados en el sentido común, que los estudios sobre percepción de la desigualdad socioeconómica desmienten. Desde el primer supuesto, se esperaría que la percepción de desigualdad se relacione con el nivel de desigualdad social existente en una población. Es decir, en contextos con mayor desigualdad económica se percibiría una mayor desigualdad.

Un segundo supuesto se vincula con las diferencias individuales en la percepción de desigualdad. Podríamos pensar que la posición que ocupan los individuos en la estructura social incide de manera significativa en sus percepciones. En este sentido, aquellos que se ubican en las posiciones más bajas en la estructura social se verían muy afectados por la desigualdad y, por lo tanto, percibirían un mayor nivel de desigualdad social.

Sin embargo, resultados de estudios empíricos internacionales nos muestran una perspectiva completamente distinta. Las investigaciones en el área del prestigio ocupacional revelan que la capacidad de discriminar entre salarios para ocupaciones de alto y bajo estatus disminuye de acuerdo al estatus social individual (Wegener, 1987, 1992). Es decir, en términos de percepción de desigualdad salarial, las personas que ocupan posiciones bajas en la estructura social percibirían una menor desigualdad social.

Hay dos abordajes conceptuales en relación con la desigualdad en la distribución de bienes sociales en términos subjetivos. El primero se apoya en las creencias y en preferencias respecto a la distribución económica. Específicamente, en la búsqueda de las reglas que legitiman —o no— la condición de distribución del ingreso económico (Jasso, 1980). Estas investigaciones analizan cómo se perciben las condiciones sociales dadas en términos de lo que sería justo o injusto. Por ejemplo, Verwiebe y Wegener (2000) definen un indicador de brecha de justicia en base a creencias respecto de salarios justos para ocupaciones de diferente estatus. En términos generales, esta perspectiva utiliza la percepción sobre la distribución económica con un componente de corte evaluativo.

El segundo abordaje focaliza su mirada en el uso de la percepción sobre la distribución económica sin el componente evaluativo. Es decir, en qué medida las personas perciben o se dan cuenta del nivel de desigualdad económica existente en una sociedad. Esta distinción se hace para:

… relevar un aspecto que se confunde en la literatura sobre el tema, considerando que cuando se menciona la percepción sobre justicia distributiva, en general, se hace referencia a la evaluación sobre lo percibido como justo o injusto y no a la mera percepción sobre la desigualdad económica. (Castillo et al., 2012, p. 101)

Este trabajo se inserta específicamente en los estudios sobre percepción de la desigualdad socioeconómica.

En términos generales, las investigaciones basadas en encuestas utilizan un indicador genérico para dar cuenta de la percepción de la desigualdad económica. Este indicador se encuentra constituido por una escala Likert de nivel ordinal (de acuerdo-desacuerdo), respecto de la existencia de grandes desigualdades en una sociedad: Las diferencias de ingresos son demasiado grandes en… Este indicador por sí solo no puede abarcar de manera cabal un fenómeno tan complejo como la percepción de la desigualdad. Para sortear estas limitaciones, nos apoyamos en la propuesta de Castillo et al. (2012) e incorporamos al análisis de las percepciones de desigualdad tres indicadores, a saber: i) percepción general de desigualdad; ii) percepción de brechas salariales, y iii) percepción de la desigualdad a través de diagramas societales (percepción diagramática de la desigualdad). Estos tres indicadores constituyen las variables dependientes en nuestro trabajo:

i)   Percepción general de desigualdad: refiere, como mencionamos, a la pregunta sobre la percepción en relación con la existencia de grandes diferencias de ingreso.

ii)   Brechas salariales: se pregunta respecto del salario que el encuestado cree que obtiene alguien en una ocupación de estatus alto y alguien en una ocupación de estatus bajo (gerente de una gran empresa versus un obrero no calificado). En base a estas dos magnitudes se calcula una proporción denominada brecha salarial percibida.

iii)  Percepción diagramática: consiste en una evaluación gráfica sobre la distribución socioeconómica de una sociedad. A partir de un conjunto de imágenes, las personas tienen que responder qué diagrama representa mejor la distribución socioeconómica de su país —refiere a la percepción de esquemas de sociedades elitistas o igualitarias—.

Un análisis que vincule las tres variables dependientes descriptas con un conjunto de predictores apoyados en la teoría nos brindará la posibilidad de aproximarnos a diferentes aspectos de la percepción de la desigualdad socioeconómica en Argentina. Estos predictores son: a) estatus sociales (años de educación, posición ocupacional e ingresos netos del hogar); b) posición subjetiva (autoubicación en una escala social); c) percepción en torno a la justicia salarial.

Los predictores que utilizaremos en nuestro análisis (estatus social, posición subjetiva y justicia salarial) conllevan intensidades y magnitudes diferentes en torno a la percepción general de la desigualdad social, a las brechas salariales y a la percepción diagramática.[2] En este sentido, las distintas percepciones respecto a las desigualdades socioeconómicas no ocurren en el vacío, sino más bien en un entramado social complejo que parte de las posiciones que ocupan las personas en la estructura social, aunadas a un conjunto de esquemas cognitivos que les sirven para interpretar y explicar las diferencias sociales (Wegener, 1987; Verwiebe y Wegener, 2000).

Los predictores propuestos nos ayudarán a plantear algunas hipótesis que, como mencionamos, se desprenden de los hallazgos de investigaciones internacionales, a saber:

     En relación con los estatus sociales objetivos
(años de educación, posición ocupacional, ingresos)

Aquellos individuos que tienen un mayor nivel educativo y ocupacional poseen una capacidad para distinguir entre el prestigio de una ocupación de estatus alto y el de una ocupación de estatus bajo (Wegener, 1987). En este sentido, la hipótesis propuesta es que a mayor estatus social mayor será la desigualdad percibida.

     En relación con la posición subjetiva
(escala de autoubicación social)

En este punto se prestará atención a una de las hipótesis propuestas por Evans et al. (1992), a saber: “… se percibiría una sociedad más igualitaria, cuanto más alta es la autoubicación de las personas en la estructura social” (p. 468).

     En relación con la justicia salarial

La hipótesis sugerida es:

… que aquellos que se sienten injustamente recompensados son más sensibles a las diferencias de ingresos y, por lo tanto, la comparación con individuos de salarios mayores llevará a que ellos extiendan el continuo de ingresos en términos perceptuales, percibiendo, por tanto, más desigualdad. Por otro lado, se espera que quienes se sienten más justamente recompensados minimicen las diferencias en las brechas de ingreso. (Castillo et al., 2012, p. 103)

     Estrategia metodológica: datos, variables y métodos

Los datos corresponden a uno de los relevamientos regulares que realiza el International Social Survey Program (issp), esta vez correspondiendo a una cuarta encuesta sobre desigualdad social, del año 2009, para Argentina.[3] Los métodos de relevamiento son altamente estandarizados, al igual que el cuestionario que se aplica.

La muestra es estratificada en diversas etapas, con selección aleatoria en todas las etapas de muestreo, para personas de 18 años y más. La encuesta cuenta con 1.130 casos obtenidos según el tipo de muestreo general mencionado[4] (50,53% son mujeres y 49,47% son varones; edad Media=46,7; Desvío Estándar=17,4).

Como mencionamos, la encuesta incluye una variedad de preguntas en torno a la percepción de las desigualdades sociales, a saber, en términos generales: percepción de desigualdad, principios distributivos, expectativas acerca del rol del Estado sobre la desigualdad, así como preguntas acerca de la percepción y evaluación de las remuneraciones.

Como se dijo antes, nuestras variables dependientes son: i) percepción general de la desigualdad —Las diferencias de ingresos en Argentina son demasiado grandes—, sus respuestas se apoyan en una escala Likert en torno al grado de acuerdo o desacuerdo (variable de nivel ordinal); ii) la percepción de brechas salariales consiste en la proporción de salarios percibidos para una ocupación de alto estatus —director de una gran empresa— y una de bajo estatus —un obrero no calificado de una fábrica— (variable continua, transformación logarítmica); iii) la percepción diagramática de la sociedad que consta de cinco esquemas que expresan distintos tipos de sociedad —de elitistas a igualitarias— (puede considerarse como una variable de nivel de medición ordinal).[5]

La pregunta sobre la percepción diagramática de la sociedad es la siguiente: “Estos cinco diagramas muestran diferentes tipos de sociedades. Por favor, según las descripciones y mirando el diagrama, decida cuál es el que mejor describe a la Argentina”.

 

En el Cuadro 2 se muestra la descripción de las variables dependientes.

 

 

 

El conjunto de variables independientes se encuentra compuesto por: i) variables sociodemográficas (sexo, edad y situación conyugal); ii) variables de estatus social (años de educación, condición de actividad, posición ocupacional e ingreso neto del hogar); iii) una variable que refiere a la posición social subjetiva (escala de autoubicación social); iv) la percepción sobre la justicia salarial. En el Cuadro 3, se presenta la descripción de estas variables y algunos datos estadísticos descriptivos de interés.

Optamos por emplear una estrategia analítica secuencial. Es decir, en primer lugar, presentamos resultados de corte descriptivo y, en segundo lugar, complementamos el análisis con modelos de regresión. Nuestro propósito radica en indagar la incidencia de un conjunto de variables predictoras —apoyadas en la teoría— sobre las tres medidas de desigualdad antes mencionadas. Ajustamos los modelos de regresión considerando el nivel de medición de nuestras variables dependientes: regresión por mínimos cuadrados para la percepción de la brecha de ingreso (variable continua) y regresión ordinal para el caso de la percepción general de la desigualdad y la percepción diagramática (variables cualitativas que presentan un orden en las categorías). Por un interés analítico-conceptual, ajustamos modelos de regresión por bloques anidados, realizando pruebas de hipótesis por cada dimensión que se iba incorporando al análisis[6] (Long y Freese, 2006; Agresti, 2007). Es decir, primero ajustamos los modelos con las variables sociodemográficas, después incorporamos las variables que refieren al estatus social objetivo y, por último, incluimos las variables que dan cuenta de la posición social subjetiva y de la percepción de justicia salarial.

Breve repaso general del análisis descriptivo

Con relación a la percepción general de la desigualdad, observamos que hay un alto grado de acuerdo con el enunciado “Las diferencias de ingresos en Argentina son demasiado grandes” (53,2%). Los que están muy de acuerdo con esta afirmación representan un poco más de un tercio del total (38,7%). En términos generales, entre los que están “de acuerdo” y “muy de acuerdo” se alcanza el 91,9%. Esta pauta se encuentra en sintonía con los resultados presentados en el informe de la cepal sobre brechas sociales y percepciones de desigualdad del año 2010 (cepal, 2010). En este informe, se señala que “… la población podría ser consciente de las asimetrías distributivas, lo cual es un indicio de que no estaría operando un mecanismo de enmascaramiento de la desigualdad como dispositivo de reproducción simbólica de las inequidades”[7] (cepal, 2010, p. 89).

 

A continuación, presentamos un cuadro que exhibe estadísticas descriptivas y de dispersión en torno a la percepción de ingresos para ocupaciones de alto y bajo estatus,[8] el cual nos permite un acercamiento a la distribución de respuestas en términos de tendencia central y dispersión.

 

 


 

El salario percibido para el cargo de director de una gran empresa es, en promedio, mucho más alto que el de un obrero no calificado. Los varones, en comparación con las mujeres, son quienes asignan mayores ingresos tanto para la ocupación obrero no calificado como para director de una gran empresa (siempre considerando el promedio).

La percepción en relación con el ingreso de un obrero no calificado presenta una menor variabilidad en comparación con un director de una empresa. Lo que nos puede sugerir que existiría un acuerdo entre los encuestados/as respecto de cuánto gana una persona que tiene una posición ocupacional de bajo estatus. Esta pauta estaría en sintonía con el estudio realizado por Castillo et al. (2012) para el caso chileno.[9]

La percepción respecto del ingreso de un cargo ocupacional de alto estatus (director de una gran empresa) presenta una elevada dispersión en torno a la media. En este sentido, las diferencias que se presenten en la brecha salarial percibida estarán mayormente relacionadas con el salario de la ocupación de alto estatus.

Por último, consideramos la distribución porcentual respecto a la percepción diagramática de la sociedad. En términos generales, la distribución porcentual se concentra en los diagramas A y B. El 45,6% de las personas encuestadas se ubica en el diagrama tipo A (que refiere a una pequeña elite en la parte más alta, muy poca gente en el medio y la gran mayoría en la parte más baja). Y el 36% se posiciona en el diagrama tipo B (una sociedad como una pirámide, con una pequeña elite en la parte más alta, más gente en el medio y la mayoría en la parte más baja) —véase el Cuadro 2—. Ambos diagramas se asocian a una mayor percepción de la desigualdad en la distribución de bienes, ya que en estas figuras la mayor parte de la población se encuentra ubicada en los estratos más bajos de la estructura social. En este sentido, al igual que en la percepción general de desigualdad, este indicador nos mostraría que existe un gran acuerdo respecto de la percepción de desigualdad en Argentina.[10]

 

Modelos de regresión para analizar percepciones
de desigualdad socioeconómica

En este apartado, presentamos una batería de modelos de regresión que incluyen, como habíamos mencionado, variables sociodemográficas, variables que refieren al estatus social objetivo, la autoubicación en una escala social y la percepción en torno a la justicia sobre el propio salario. Los resultados se encuentran en el Cuadro 5. Recordamos que los modelos se ajustaron en bloques anidados, con pruebas de hipótesis por bloque. En el primer bloque, se incluyen las características sociodemográficas; en el segundo, se incorporan variables que refieren al estatus social; y, en el tercero, se incluyen la autoubicación en una escala social y la percepción sobre la propia justicia salarial.

     Percepción de la brecha salarial

En el primer bloque, se incluyen las variables sociodemográficas. De las tres variables incorporadas (sexo, edad y situación conyugal), únicamente la edad tiene un efecto positivo y significativo. A medida que se incrementa la edad en un año, la percepción de la brecha salarial aumentaría (β=0,095), manteniendo el resto de las variables constantes. Al ingresar predictores adicionales (bloque dos: variables de estatus social), observamos que los años de educación, la condición de actividad y el ingreso neto del hogar tienen efectos positivos y significativos sobre la percepción de la brecha salarial.

A medida que se incrementa la educación en un año de instrucción, la percepción de la brecha salarial aumenta en 0,097 (p<0,01). En relación con la condición de activad, los inactivos (amas de casa, jubilados, etcétera) percibirían una mayor brecha salarial que los activos (β=0,064; p<0,10). Cuando se incrementa el ingreso neto del hogar, la percepción sobre la brecha salarial aumentaría (β=0,072; p<0,05). Por último, la posición ocupacional no manual de baja calificación tiene un efecto positivo y significativo (β=0,093; p<0.05).[11]

El resultado de la prueba de hipótesis (LR X2(6)=23,11; prob>X2=0,0008) nos sugiere que el modelo ampliado, que incorpora variables de estatus sociales objetivos, ajustaría mejor los datos que el modelo restringido (modelo que incorpora únicamente las variables sociodemográficas). Lo que nos lleva a pensar que las variables que refieren al estatus social influyen significativamente sobre las percepciones respecto de la brecha salarial.

En el tercer bloque, incorporamos las variables autoubicación en una escala social y la percepción de la justicia sobre el propio salario. Podemos observar que las variables de estatus social (años de educación, condición de actividad e ingreso neto del hogar) mantienen el efecto significativo y positivo y, a su vez, la magnitud de sus coeficientes aumenta (véase el aumento de los β). La autoubicación social no es significativa y en relación con la justicia sobre el propio salario, la única categoría significativa es “Lo que es justo para mí”, que tiene un efecto negativo. Es decir, aquellos que creen que su salario es justo tendrían una percepción menor, en torno a la brecha salarial, que los encuestados/as que consideran que su salario es mucho menos de lo justo.

Considerando el resultado arrojado por la prueba de hipótesis realizada, estaríamos en condiciones de señalar que el modelo que incorpora la autoubicación social y la justicia sobre el propio salario no ajustaría mejor los datos que el modelo anterior —aquel que incluye únicamente las variables sociodemográficas y las que refieren al estatus social— (LR X2(5)=7,82; prob>X2=0,1662).

En términos sustantivos, podemos señalar que algunas variables de estatus social influyen significativamente sobre la percepción de la brecha salarial. Lo mencionado se encuentra en sintonía con los hallazgos e hipótesis que se desprenden de los trabajos de Wegener (1987, 1992, entre otros). Aquellas personas que tienen mayor estatus (cuando se incrementan los años de educación y los ingresos netos del hogar) percibirían mayores niveles de desigualdad en términos de brechas salariales, controlando por variables sociodemográficas y por la autoubicación social y la percepción sobre la justicia sobre el propio salario.

Además, cabe señalar que aquellas personas que consideran que su ingreso es justo tienden a percibir una menor brecha salarial. Podría llegar a pensarse desde un punto de vista “racional”. Una vez controlado el estatus social objetivo, cuando se considera justa la retribución de ingresos, la percepción sobre la brecha salarial tendería a disminuir. Se apoyaría preliminarmente la hipótesis de que aquellos que se sienten más justamente recompensados minimizan las diferencias en las brechas de ingresos.

     Percepción general de la desigualdad
(Las diferencias de ingresos en Argentina son demasiado grandes)

Con relación a la percepción general de la desigualdad, podemos observar que la edad tiene un efecto significativo y positivo en el primer bloque. A medida que se incrementa la edad en un año, aumentan levemente los momios de percibir una mayor desigualdad en términos de la existencia de grandes diferencias de ingresos en Argentina.

En el segundo bloque, incorporamos variables de estatus social. El resultado de la prueba de hipótesis lr test nos indicaría que el modelo que incluye las variables de estatus social ajustaría mejor los datos. Por ende, las variables de estatus tendrían una incidencia significativa sobre las percepciones de desigualdad respecto a las diferencias de ingresos. Ahora bien, los años de educación alcanzados y la condición de actividad no son variables significativas, a diferencia de la posición ocupacional y de los ingresos netos del hogar.

Considerando la posición ocupacional, los momios de percibir una mayor desigualdad general versus una menor desigualdad decrecen gradualmente a medida que se desciende en la estratificación sociolaboral. Es decir, aquellos que se ubican en posiciones ocupacionales manuales de baja calificación percibirían una menor desigualdad respecto de la existencia de grandes diferencias de ingresos frente a los otros grupos. Por ejemplo, los momios de percibir una mayor desigualdad decrecen en un 45,6% para quienes ocupan posiciones no manuales de baja calificación versus los no manuales de alta calificación. Mientras que, para los que ocupan posiciones ocupacionales manuales de baja calificación, los momios de percibir una mayor desigualdad decrecen en un 55,2% frente a los no manuales de alta calificación. En este sentido, aquellos que ocupan posiciones ocupacionales manuales de baja calificación son los que menos percibirían desigualdad respecto a las grandes diferencias de ingresos (cabe aclarar que: cuanto más alto es el porcentaje de reducción en los momios, menor es la percepción de la desigualdad).

Con relación a los ingresos, a medida que se incrementan los ingresos netos del hogar, los momios de percibir una mayor desigualdad general versus una menor desigualdad aumentan en un 15,2%.

Si bien en este segundo bloque la variable años de educación no es significativa, la incidencia de la posición ocupacional y los ingresos del hogar sobre las percepciones de desigualdad general nos llevaría a acercarnos a la hipótesis propuesta por Wegener de que a mayor estatus social mayor será la desigualdad percibida en términos de grandes diferencias de ingresos —con preponderancia de la inserción en la estructura ocupacional—.

En el tercer bloque, incluimos las variables autoubicación social y percepción de justicia sobre el propio salario. El resultado de la prueba de hipótesis sugiere que el modelo que incorpora las variables mencionadas ajustaría mejor los datos que el modelo restringido (modelo que incluye las variables sociodemográficas y las de estatus social).

Las categorías de la variable posición ocupacional continúan siendo significativas y sus momios aumentan en magnitud (su direccionalidad es similar a la del modelo anterior: aquellos que ocupan posiciones manuales de alta y baja calificación son quienes perciben una menor desigualdad). La autoubicación en la escala social no es significativa en contraposición a la variable justicia salarial, en la cual algunas de sus categorías alcanzan niveles de significación estadística considerable. Los momios de percibir mayores niveles de desigualdad general nos indicarían que los que consideran que su retribución salarial es “Un poco más de lo que es justo” y “Mucho más de lo que es justo” son quienes perciben una menor desigualdad en torno a grandes diferencias de ingresos en Argentina (los momios de percibir una mayor desigualdad versus una menor se reducen en un 59,5% y un 94,3% respectivamente frente a quienes consideran que su ingreso es “Mucho menos de lo justo”).

En resumen, los efectos significativos de las posiciones ocupacionales no se anulan bajo el control de la variable justicia respecto al propio salario. Aquellas personas que ocupan posiciones bajas en la estratificación socioocupacional son quienes perciben menor desigualdad en términos de grandes diferencias de ingresos. Y las que consideran que su retribución salarial es “Un poco más de lo que es justo” y “Mucho más de lo que es justo” son quienes percibirían una menor desigualdad.

     Percepción del diagrama de distribución social

En el primer bloque, la única variable significativa es el sexo. Los momios de percibir una sociedad elitista con mayores niveles de desigualdad se incrementan en un 23,1% para las mujeres en relación con los varones. Cuando incluimos variables de estatus social en el segundo bloque, el resultado de la prueba de hipótesis (LR X2(6)=9,88; prob>X2=0,1298) nos sugiere que el modelo restringido que incluye únicamente las variables sociodemográficas ajustaría mejor los datos.

En este segundo bloque, las únicas variables significativas son el sexo (la magnitud del momio se incrementa y mantiene el sentido) y la variable años de educación. Los momios de percibir una sociedad elitista y desigual aumentan levemente cuando se incrementa la educación en un año de instrucción (odds ratios=1,043). La condición de actividad, la posición ocupacional y el ingreso neto del hogar son variables no significativas respecto a la percepción diagramática de la desigualdad.

El resultado de la última prueba de hipótesis (LR X2(5)=29,17; prob> X2=0,000) nos indicó que el modelo que incorpora la autoubicaciónsocial y la percepción de la justicia sobre el propio salario ajustaría mejor los datos que el modelo anterior. El sexo y los años de educación continúan siendo variables significativas (la magnitud de los momios aumenta y se mantiene en el mismo sentido). Con relación a la justicia sobre el propio salario, podemos observar que aquellos que consideran su retribución salarial como “Un poco más de lo que es justo” son quienes tenderían a concebir una distribución societal menos desigual. Los momios de percibir una distribución societal con mayores niveles de desigualdad, versus menores niveles, disminuyen en un 70,7% para quienes consideran que su retribución salarial es “Un poco más de lo que es justo” versus los que consideran su retribución como “Mucho menos de lo justo”; disminuyen en un 52,3% para quienes creen que su retribución salarial es “justa” y en un 49,1% para quienes consideran su retribución como “Un poco menos de lo que es justo” (recordamos que cuanto más alto es el porcentaje de reducción en los momios, menor es la percepción de la desigualdad). Esta pauta podría pensarse con relación a que cuando las personas suponen que su retribución salarial es un poco más de lo que consideran como justo, la imagen de una distribución societal inequitativa aparece como disonante con la evaluación de justicia personal.

Si bien estos resultados son preliminares, no estaríamos en condiciones de abonar una de las hipótesis que plantean Evans et al., (1992, p. 468), a saber: “… se percibiría una sociedad más igualitaria, cuanta más alta es la autoubicación de las personas en la estructura social”. La variable autoubicación social incorporada al modelo no presenta efectos significativos sobre las percepciones de desigualdad medidas por los diagramas societales. Ahora bien, la distribución porcentual de esta variable concentra la mayor proporción de casos en las categorías 4, 5 y 6 (un 68,16% del total; véase esta referencia en el Cuadro 3). Es decir, habría una tendencia a autoubicarse en estratos sociales medios. Si bien esto constituye un límite en nuestro análisis, nos invita a pensar en otras variables que refieren a la autoubicación en la estructura social para ser incorporadas a nuestros modelos.

A continuación, presentamos un breve ejercicio adicional en el cual realizamos algunas estimaciones —probabilidades para las regresiones ordinales—, respecto de las medidas de desigualdad consideradas, retomando casos hipotéticos de interés conceptual. Los casos hipotéticos se desprenden de las variables independientes de estatus sociales objetivos.[12] Este ejercicio nos acerca un poco más a la hipótesis planteada por Wegener (1987) de que a mayor estatus social será mayor la percepción de la desigualdad:

    Estimaciones para la percepción de la brecha salarial y la educación (7, 12 y 18 años de educación).[13]

    Probabilidades estimadas para la percepción general de la desigualdad (para aquellos/as que contestaron estar muy de acuerdo con el enunciado: Las diferencias de ingresos en Argentina son demasiado grandes) y la posición ocupacional. Al calcular estas probabilidades las demás variables predictoras se mantienen en su nivel medio.

    Probabilidades estimadas para la percepción diagramática (diagrama tipo A) y los años de educación 7, 12 y 18. Al calcular estas probabilidades las demás variables predictoras se mantienen en su nivel medio.

 

 


 


A grandes rasgos, a medida que se incrementan los años de educación, las percepciones de desigualdad con relación a las brechas salariales aumentan. Aquellos que alcanzan los 18 años de instrucción son quienes percibirían la mayor desigualdad (la estimación alcanza el 2,08 en las percepciones de las brechas salariales).

Con relación a las desigualdades respecto a la percepción diagramática (tipo A), podemos observar que los que logran alcanzar los 18 años de educación tienen la probabilidad más alta de percibir la distribución societal que representaría la mayor desigualdad —una pequeña elite en la parte más alta, muy poca gente en el medio y la gran mayoría en la parte más baja— (probabilidad del 56%). Es decir, los que alcanzan los niveles educacionales más altos son quienes tendrían una imagen de la sociedad argentina muy desigual. En contraposición, los encuestados/as de nivel primario completo (7 años de instrucción) son quienes percibirían la menor desigualdad (probabilidad del 41%).

Por último, para aquellos que tienen una inserción ocupacional no manual de alta calificación, la probabilidad de considerar que existen grandes diferencias de ingresos en Argentina asume el 53%. Mientras que, esta probabilidad alcanza el 33% para quienes ocupan posiciones ocupacionales manuales de baja calificación. En este sentido, aquellos encuestados/as que se insertan en posiciones ocupacionales de mayor estatus —no manuales de alta calificación— tendrían la mayor percepción general de desigualdad.

Las probabilidades de percepción de desigualdad son muy diferentes en los extremos de la estructura educativa y ocupacional, lo que podría conllevar procesos de reproducción y tolerancia hacia la desigualdad social. En este sentido, en el análisis conjunto de las incidencias de variables de estatus social, encontramos evidencia a favor de la hipótesis que plantea que la percepción de desigualdad tiende a variar positivamente con el estatus social (Wegener, 1987; Verwiebe y Wegener, 2000), para el caso argentino, específicamente, con el nivel educativo y ocupacional.

Consideraciones finales

El objetivo del trabajo fue analizar percepciones de desigualdad socioeconómica en Argentina. Consideramos tres indicadores clásicos que se utilizan a escala internacional para medir percepciones de desigualdad, a saber: percepción diagramática de la desigualdad, percepción respecto a las grandes diferencias de ingresos (percepción general de la desigualdad) y percepción en torno a las brechas salariales.

Los datos analizados provienen de la encuesta del issp —módulo de desigualdad social— para Argentina en el año 2009. En el análisis de los datos, aplicamos medidas estadísticas descriptivas y modelos de regresión, para indagar la incidencia de un conjunto de variables predictoras (sociodemográficas, estatus sociales objetivos, autoubicación en una escala social y la percepción de justicia sobre el propio salario) sobre las tres medidas de desigualdad antes mencionadas. En términos generales, las variables predictoras que utilizamos en el análisis se desprenden de la teoría que aborda la problemática de las percepciones de desigualdad. Desde una perspectiva netamente sociológica, el análisis de las percepciones con relación a las desigualdades socioeconómicas no ocurre en el vacío, sino más bien en un entramado social complejo que parte de las posiciones que ocupan las personas en la estructura social.

Nuestros resultados son preliminares y descriptivos, sin embargo, no dejan de ser sugerentes, y más aun cuando el contexto que analizamos se caracterizó por una recuperación socioeconómica (Argentina 2009, poscrisis 2001‑2002). En términos generales y en consonancia con los hallazgos de otras investigaciones internacionales, las personas de mayor estatus social (específicamente en términos educativos y ocupacionales) son quienes perciben mayor desigualdad —en los tres indicadores considerados— (Wegener, 1987). Y las personas de menor estatus social perciben en menor proporción la desigualdad. Esta última pauta podría conllevar una falta de movilización en términos de acción social, repercutir en las actitudes de tolerancia e incluso legitimar situaciones de desigualdad. Además, esta idea podría relacionarse con los postulados de la aceptación pragmática de la desigualdad, de acuerdo a los cuales las personas de los estratos sociales más bajos podrían percibir las asimetrías sociales como normales e inevitables, y que el logro de una sociedad más justa sería inviable.

Puntualmente, apreciamos incidencias diferentes de las variables predictoras sobre nuestros indicadores de percepción de desigualdad —vale la pena repasar estas diferencias—.

Con relación a la percepción sobre la brecha de ingresos, pudimos observar que algunas variables de estatus social (años de educación, condición de actividad e ingresos netos del hogar) influyen significativamente sobre la percepción de la brecha salarial. Con relación a este punto, “… la influencia del nivel educacional en la brecha percibida puede deberse a que a mayor nivel educacional existe un mayor acceso a información sobre salarios de alto estatus, elemento determinante de una mayor o menor brecha salarial percibida” (Castillo et al., 2012, p. 111). Una vez controladas las variables sociodemográficas y las de estatus social, aquellas personas que consideran que su ingreso es justo tienden a percibir una menor brecha salarial. Esta pauta podría estar en sintonía con una de las hipótesis que habíamos mencionado en el apartado conceptual, a saber: cuando las personas se sienten injustamente recompensadas son más sensibles a las diferencias de ingreso. Por lo tanto, cuando se comparan con otras personas de salarios mayores, esto los llevará a que ellos extiendan el continuo de ingresos en términos perceptuales, percibiendo de esta manera una mayor desigualdad. Y en conjunción, se esperaría que quienes se sienten más justamente recompensados minimicen las diferencias en las brechas de ingresos. Esta última tendencia que remarca la hipótesis parece cumplirse para el caso argentino.

Con relación a la percepción general de la desigualdad, observamos respecto a las variables de estatus social que los años de educación no son significativos, a diferencia de la posición ocupacional. Los efectos significativos de las posiciones ocupacionales no se anulan bajo el control de la variable justicia respecto al propio salario. Las personas que ocupan posiciones altas en la estratificación socioocupacional son quienes perciben mayor desigualdad en términos de grandes diferencias de ingresos —véase las probabilidades estimadas—. Lo que se encuentra en sintonía con la hipótesis de Wegener, sobre una mayor percepción de desigualdad en relación con la adquisición de un mayor estatus social —para el caso argentino medido específicamente por la inserción ocupacional—. Además, observamos que aquellos que consideran que su retribución salarial es “Un poco más de lo que es justo” y “Mucho más de lo que es justo” son quienes percibirían una menor desigualdad en los ingresos.

Cuando analizamos la percepción diagramática de la desigualdad, los años de educación presentaron efectos significativos, controlando por autoubicación en la escala social y por justicia sobre el propio salario. A medida que se incrementan los años de educación se tendría una imagen de la sociedad argentina muy desigual —véase también en la estimación de probabilidad—. Al incorporar la justicia sobre el propio salario pudimos observar que aquellos que consideran su retribución salarial como “Un poco más de lo que es justo”, son quienes tenderían a concebir una distribución socioeconómica menos desigual.

La autoubicación en la escala social no tuvo efectos significativos sobre la percepción de desigualdad diagramática. En este sentido, no estaríamos en condiciones de abonar una de las hipótesis que proponen Evans et al., (1992, p. 468), a saber: “… se percibiría una sociedad más igualitaria, cuanto más alta es la autoubicación de las personas en la estructura social”. Sin embargo, debemos recordar que nuestra variable de autoubicación no tiene una variabilidad considerable, más bien la mayor proporción de casos se concentra en algunas categorías específicas. Lo que nos lleva a pensar en una posible incorporación de variables alternativas que refieran a la autoubicación en la estructura social. Por ejemplo: autopercepción de clase (Hout, 2008).

Queda pendiente analizar los efectos de las pautas de movilidad social sobre las percepciones de desigualdad socioeconómica. Específicamente, atendiendo a patrones de movilidad que se han caracterizado como “desigual pero fluido” (Torche, 2005). Además, habría que repensar el tema de la direccionalidad de la causalidad y la endogeneidad de ciertas variables independientes que son incorporadas en este tipo de análisis (es decir, que los valores de nuestras variables explicativas a veces provienen de nuestra variable dependiente en vez de ser una de sus causas). Esta es una cuestión que requiere una mayor discusión teórica y metodológica (véase King et al., 2000).

Este artículo constituye una primera aproximación exploratoria para una más amplia consideración futura de múltiples aspectos de percepción de desigualdad. Analizar indicadores de percepción de desigualdad, con relación a la posición que ocupan las personas en la estructura social, retomando un conjunto de creencias y valoraciones, contribuiría de manera sustantiva a la comprensión de procesos y mecanismos que inciden en la reproducción y persistencia de las desigualdades sociales.

 

 

Referencias bibliográficas

 

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Wegener, Bernd (1992)Concepts and measurement of prestige”, en Annual Review of Sociology, 18, pp. 253‑280.

 



[1]       El siguiente artículo forma parte de un trabajo final presentado en el Seminario Desigualdad Social: Enfoques Emergentes y Perspectivas Biográficas, dictado por el Dr. Minor Mora Salas en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales, con especialidad en Sociología, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México, semestre agosto-diciembre del año 2013. Nuestro agradecimiento al Dr. Minor Mora por sus invalorables recomendaciones y sugerencias, que han sido incorporadas en este artículo, así como a los evaluadores de la revista por sus detalladas observaciones.

 

[2]       En el próximo apartado del artículo se defienden detalladamente los predictores estatus social, posición subjetiva (escala de autoubicación social) y justicia salarial.

 

[3]       La encuesta fue levantada por el Centro de Estudios de Opinión Pública de la Universidad de Buenos Aires, dirigido en ese momento por el Prof. Raúl Jorrat.

 

[4]       Los análisis no incluyen factores de expansión.

 

[5]       Otra opción para analizar la percepción de desigualdad diagramática es mediante modelos de regresión lineal, por su mayor simplicidad expositiva (véase Jorrat, 2012), aun cuando existan reservas para este tipo de aproximaciones (esta discusión se encuentra presente en Long, 1997).

 

[6]       Sabemos que los modelos anidados sufren problemas de especificación. Sin embargo, optamos por esta modalidad, ya que privilegiamos el sentido teórico-conceptual. Nuestro interés apunta a analizar cómo va incidiendo cada una de las dimensiones consideradas sobre los indicadores de la percepción de la desigualdad socioeconómica. La prueba de hipótesis propuesta por Long y Freese (2006) es el LR test. Se utiliza para contrastar modelos anidados (modelo restringido versus modelo ampliado). El estadístico de prueba se apoya en la distribución X2.

 

[7]       Esto constituye un supuesto central en las teorías de reproducción simbólica de la desigualdad. Para mayor detalle véase Kane y Kyyro (2001).

 

[8]       La métrica de los ingresos refiere a pesos argentinos (moneda nacional). Para tener una referencia, al 31/07/2009 la cotización era $3,84 (moneda nacional) por un dólar estadounidense.

 

[9]       Para el caso de Chile, Castillo et al. (2012) señalan que esta pauta podría estar influida por la información que existe respecto del salario mínimo.

 

[10]      Atendiendo a las observaciones realizadas por un evaluador de la revista, debemos tener en cuenta que las variables percepción general de desigualdad y percepción diagramática no presentan una gran variabilidad en su distribución. Como habíamos mencionado anteriormente, la encuesta del International Social Survey Program —módulo de desigualdad de 2009— mide la percepción de grandes diferencias de ingreso con la pregunta de opinión basada en el enunciado: Las diferencias de ingresos en Argentina son demasiado grandes. Y mide la percepción de la distribución socioeconómica de una sociedad mediante la evaluación gráfica de una serie de diagramas que representarían diferentes estructuras societales. Estas preguntas son las que están disponibles en la encuesta para analizar la percepción de desigualdad en términos de grandes diferencias de ingresos y en relación con la distribución de la estructura socioeconómica en una sociedad. Para el caso argentino, no contamos con muchos antecedentes teóricos y empíricos relativos a las percepciones de desigualdad y a los factores que inciden en estas (a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos y en países europeos, donde se han realizado bastantes investigaciones empíricas). En este sentido, este ejercicio tiene una buena dosis de exploración que intenta avanzar en el campo de la medición de las percepciones de desigualdad socioeconómica. En el futuro, se podría incorporar otra fuente de datos que tenga una batería de indicadores de percepción de desigualdad socioeconómica —por ejemplo: Latinobarómetro— y comparar esas distribuciones con las del ISSP. O construir una variable dependiente a partir de varios ítems que midan diferentes aspectos de percepción de desigualdad socioeconómica a través de técnicas estadísticas para la agrupación de datos (véase por ejemplo el trabajo de Gijsberts y Ganzeboom, 2001, p. 76).

 

[11]      Para este ejercicio decidimos tomar como categoría de referencia la posición ocupacional “No manual de alta calificación”. Otra posibilidad es tomar como referencia la posición ocupacional “Manual de baja calificación”, y de esta manera analizar las percepciones de desigualdad que tienen los demás estratos ocupacionales respecto a la categoría de menor jerarquía. Lo que también estaría en sintonía con la direccionalidad de las hipótesis planteadas en este trabajo. Esta alternativa será considerada en futuras indagaciones sobre la temática.

 

[12]      Recordamos que la variable años de educación arrojó efectos significativos en los modelos de brecha salarial y percepción diagramática, y la posición ocupacional fue significativa en la percepción general de desigualdad.

[13]      Siete años de educación son considerados en Argentina como la primaria completa, los 12 años como la secundaria completa y los 18 años como los estudios superiores completos.

 

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