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Dixit

versión impresa ISSN 1688-3497versión On-line ISSN 0797-3691

Dixit vol.36 no.1 Montevideo  2022  Epub 01-Jun-2022

https://doi.org/10.22235/d.v36i1.2806 

Artículos de investigación

Intelectuales y política: Análisis socio-discursivo de los grupos Pasado y Presente y Carta Abierta

Intellectuals and politics: Socio-discursive analysis of the Pasado y Presente and Carta Abierta groups

Intelectuais e política: Análise sócio-discursiva dos grupos Pasado y Presente e Carta Abierta

1 Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, baal.delupi@mi.unc.edu.ar


Resumen:

El presente artículo tiene por objetivo analizar la construcción de dos sujetos intelectuales diferentes en las producciones discursivas del grupo Pasado y Presente (específicamente los dos primeros años de la revista, 1963-1965) y Carta Abierta (los tres primeros escritos del año 2008) en Argentina, inscriptos en dos estados de discurso social divergentes. En primer lugar, se plantea la importancia de indagar sobre la figura del intelectual, para luego hacer un breve recorrido por la historia de estos dos grupos, considerados relevantes en la historia del país. En segunda instancia, se analiza, desde una perspectiva socio-semiótica, las lógicas predominantes y recurrentes que aparecen en la materialidad discursiva, en la que se activan visiones de mundo, fetiches o tabúes, y tipos de destinatarios epocales. Los resultados de la investigación muestran, por un lado, la construcción de un sujeto intelectual joven-revolucionario y, por otro, un sujeto intelectual crítico-orgánico, ambos atravesados por la discusión común acerca de qué debe ser un intelectual y qué rol debe tener en los procesos sociopolíticos del país.

Palabras clave: intelectuales; política; discurso social; semiótica.

Abstract:

The aim of this article is to analyze the construction of two different intellectual subjects in the discursive productions of the group Pasado y Presente (specifically the first two years of the magazine, 1963-1965) and Carta Abierta (the first three writings of 2008) in Argentina, inscribed in two divergent states of social discourse. In the first place, the importance of investigating the figure of the intellectual is raised, to then make a brief overview of the history of these two groups, considered relevant in the history of the country. Secondly, it is analyzed, from a socio-semiotic perspective, the predominant and recurrent logics that appear in the discursive materiality, in which world views, fetishes or taboos, and types of epochal recipients are activated. The results of the research show, on one hand, the construction of a young-revolutionary intellectual subject and, on the other, a critical-organic intellectual subject, both crossed by the common discussion about what an intellectual should be and what role they should have in the socio-political processes of the country.

Keywords: intellectuals; politics; social discourse; semiotics.

Resumo:

O presente artigo tem por objetivo analisar a construção de dois sujeitos intelectuais diferentes nas produções discursivas do grupo Pasado y Presente (especificamente os dois primeiros anos da revista, 1963-1965) e Carta Abierta (os três primeiros escritos de 2008) na Argentina, inscritos em dois estados de discurso social divergentes. Em primeiro lugar, coloca-se a importância de indagar sobre a figura do intelectual, para depois fazer um breve percurso pela história destes dois grupos, considerados relevantes na história do país. Em segunda instância, analisa-se, desde uma perspectiva socio-semiótica, as lógicas predominantes e recorrentes que aparecem na materialidade discursiva, na qual se ativam visões de mundo, fetiches ou tabus, e tipos de destinatários epocais. Os resultados da pesquisa mostram, por um lado, a construção de um sujeito intelectual jovem-revolucionário e, por outro, um sujeito intelectual crítico-orgânico, ambos atravessados pela discussão comum sobre o que deve ser um intelectual e que papel deve ter nos processos sociopolíticos do país.

Keywords: intelectuais; política; discurso social; semiótica.

Introducción

El papel del intelectual no es el de situarse “un poco en avance o un poco al margen” para decir la muda verdad de todos; es ante todo luchar contra las formas de poder allí donde Este es a la vez el objeto y el instrumento: en el orden del “saber”, de la “verdad”, de la “conciencia”, del “discurso”. Michel Foucault (1979, p. 79)

A lo largo de la historia, el campo intelectual, como cualquier otro, ha estado atravesado por reglas de encadenamiento discursivo, dominancias, recurrencias y disidencias que muestran qué asuntos pueden ser dichos y pensados al interior de ese espacio, dialogando con otros anteriores y simultáneos. Es difusa la frontera que puede establecerse entre el campo intelectual, el político, el jurídico y el mediático en tanto que interactúan de manera permanente estableciendo una red semiótica infinita. Gramsci (1948/2012) propone pensar cómo la discursividad intelectual y política no pueden estar separadas, son prácticamente dos caras de la misma moneda que se retroalimentan en todo momento de la historia. Otros autores, como Said (1996), dirán que el intelectual tiene que asumir un rol específico, vinculándose con otros campos desde una posición crítica, en un devenir ilimitado que le imposibilitaría encontrar un determinado “hogar”: siempre tendrá que mutar para no enquistarse en aquellos espacios que debe problematizar. Su misión sería, desde su punto de vista, intervenir en el campo político, fusionarse para hacer valer su rol de cuestionador.

El intelectual trabaja con palabras, con discursos. Se entiende por discurso lo expresado por Angenot (2010): un hecho social e histórico construido en un campo de interacciones donde aquellos temas y maneras de ver configuran una especie de co-inteligibilidad orgánica que fija los límites de lo escribible y argumentable en un momento dado. Ya sea a través de la oralidad o la escritura, el trabajador de la intelligentsia se construye en y por el discurso en un periodo histórico determinado. Formada por raíces latinas, la palabra intelectual se conforma por el prefijo inter- (entre), lectus (leído, escogido) y el sufijo -al (relación, pertenencia) y quiere decir “dedicado al cultivo de las ciencias o relativo al entendimiento”. Este concepto ha sido examinado desde la época griega hasta nuestros días, y seguramente seguirá generando sentidos singulares en un futuro. El intelectual se sitúa en esa región de intercambio y pasaje entre distintas zonas de conocimiento y la sociedad, y es una figura clave en la disputa por el sentido hegemónico en un momento determinado. El intelectual es un actor central en la historia de las ideas y de las palabras, signos que constituyen su objeto de estudio. Comprender su figura política no puede hacerse por fuera de su contexto social y tradiciones culturales, y si bien su palabra no siempre tiene un valor profético, puede generar efectos notables en su comunidad.

En este trabajo se abordará la emergencia de las figuras intelectuales en la Argentina, utilizando como marco teórico autores como Sigal (1991), Sarlo (1994), Casullo (2007), González (2012), Altamirano (2011), Elizalde (2009), Pulleiro (2017), entre otros. No se harán aquí todas las distinciones clásicas del intelectual, simplemente interesa explicitar brevemente algunas cuestiones relevantes que operan como punto de partida para pensar su dimensión política.

La producción intelectual está enmarcada en un espacio de conflicto, dado que sus discursos ponen en juego prácticas y significaciones que penetran en el campo hegemónico a partir de formaciones discursivas determinadas. Es decir, los discursos de los intelectuales no solo no están al margen de los procesos históricos y de la puja por la hegemonía, sino que se sitúan en ese juego de tensiones. Además, su opinión suele estar legitimada por una parte de la comunidad, pero, ¿es esa comunidad representativa? ¿Son los intelectuales quienes pueden realizar cambios sustantivos? Casullo (2007) postula que “la historia del intelectual es la biografía de un pensamiento inscripto junto a la política y a la cultura” (p. 312).

Por tanto, analizar las trayectorias políticas de intelectuales en la Argentina del último siglo es relevante para trazar una cartografía que dé cuenta del modo en que determinados sujetos discursivos aparecieron en un estado particular, dialogando con otros discursos inscriptos en una red semiótica infinita. Revisitar distintos grupos intelectuales ofrece un panorama de la figura política del intelectual en Argentina a lo largo de la historia y permite establecer diálogos con el contexto actual, entendiendo que asistimos a un mundo de desigualdades económicas, ambientales, de género y raciales, donde el rol de los intelectuales adquiere gran relevancia aun con las dificultades ya mencionadas.

De esta forma llegamos a dos grupos relevantes de la historia argentina: Pasado y Presente y Carta Abierta. Más allá de las diferencias notables que hay entre ambos, existen puntos de contacto que no pueden ser desdeñados. El interés por intervenir en el campo político y cultural, la construcción de proyectos e imaginarios políticos vinculados a una ideología determinada, el país donde nacieron sus publicaciones, el análisis sobre la coyuntura y la concepción de un sujeto intelectual que debe construirse como un actor clave en la disputa hegemónica, son algunas de las convergencias encontradas y que serán desarrolladas a lo largo del análisis.

Sus producciones fueron difundidas por todo el país llegando, inclusive, a otras partes del mundo, sobre todo, el caso de Pasado y Presente. Asimismo, dichos colectivos tienen otra cosa en común: la escritura sistemática sobre procesos sociopolíticos particulares, es decir, ambos expresaron durante años su preocupación sobre los acontecimientos nodales del país. En el caso de Pasado y Presente, se involucraron en movimientos políticos y sociales como el comunismo, el socialismo y el peronismo, participando de los debates epocales tanto de Argentina como de otros países. Carta Abierta, por su lado, fue protagonista de los debates del nuevo milenio, vinculados al gobierno kirchnerista y construyendo al contradestinatario por excelencia: “la nueva derecha”. En síntesis, ambos grupos expresan imaginarios políticos sobre su tiempo histórico, cuestionando y proponiendo, ya sea vinculados o desligados de los poderes establecidos.

Analizar los dos grupos desde una perspectiva socio-discursiva permitirá ver, a través de las marcas que aparecen en la superficie material de los discursos (y las vinculaciones con el estado de sociedad en que se configuran), cómo se construyeron dos sujetos intelectuales distintos, con particularidades que se irán desandando a lo largo de la investigación. Indagar sus discursos desde un corte sincrónico como hechos históricos y sociales implica necesariamente interrogarse sobre su devenir histórico, político, social y económico.

Este análisis se concentra en la primera etapa de ambos grupos. Por tanto, el material para corpus incluye los primeros tres editoriales de la revista Pasado y Presente (Aricó, 1963a, 1963b, 1964) y los primeros tres escritos del grupo Carta Abierta (2008a, 2008b, 2008c). Ambos grupos fueron seleccionadas entendiendo que condensan visiones de mundo, tematizaciones, fetiches y tabúes, adversarios discursivos, entre otras cuestiones relevantes para el presente trabajo. Todo esto permitirá ver, finalmente, los sujetos intelectuales que aparecen en ambas producciones discursivas.

Pasado y Presente

Pasado y Presente (en adelante, PyP) fue una revista trimestral surgida en Córdoba en 1963, que pretendía encarnar una nueva izquierda en esa provincia (y en el país), en ruptura con el dogmatismo de los partidos de izquierda nacionales. Como dice Burgos (2004) “el vehículo del cambio era una pequeña revista en formato de libro, impresa en papel rústico, pero con una inédita capacidad crítica y calidad retórica” (p. 63).

La revista surge en un contexto de muchos cambios sociales, políticos y culturales. A nivel nacional como internacional habían tenido lugar acontecimientos transformadores. La asunción de Juan Domingo Perón a la presidencia en 1946 provocó rupturas entre los partidos tradicionales de izquierda. La distancia del Partido Socialista y el Partido Comunista Argentino (PCA) con el fenómeno peronista (aunque este último rescata, a través del dirigente Victorio Codovilla, algunas de las políticas llevadas adelante por el peronismo), la posterior proscripción de Perón, la configuración del movimiento obrero en Córdoba, las sucesivas dictaduras y los debates en torno al rol que ocupaba la izquierda en el país hicieron que el mapa partidario se reconfigurara en poco tiempo. En el plano internacional, la situación de la URSS a partir de la estalinización en 1922 y la desestalinización realizada a partir del XX Congreso del PCUS impactaron profundamente en las estructuras partidarias, generando grandes disputas entre los partidos de izquierda de Argentina. Además, es necesario remarcar el impacto de la revolución cubana en la izquierda latinoamericana, un acontecimiento que supuso una ruptura evidente con las principales tesis de los partidos comunistas para el continente. A partir de dicho suceso, el denominado guevarismo empezó a ser un faro para muchos grupos de la época.

Que una publicación como PyP emergiera en la ciudad de Córdoba no era casualidad. Además de los acontecimientos mencionados, su surgimiento responde también al proceso de industrialización que empezó a acelerarse en los años cincuenta y que convertía a la ciudad en un epicentro de la producción argentina de automóviles. A las industrias existentes se les sumó FIAT, IKA (luego Renault) y Perkins: el campesino empezaba a convertirse en el obrero industrial. En 1914 Córdoba tenía una clase obrera de al menos 11.700 trabajadores, cuando la ciudad contaba con 135.000 habitantes (Burgos, 2004). Esto fue creciendo en los años treinta a partir del proyecto del gobernador Amadeo Sabattini y se completó con el denominado Plan Ansaldo del gobierno provincial en 1959, con el financiamiento de dos centrales eléctricas de capitales italianos: las estaciones de Deán Funes y Pilar. Así, Córdoba se convertía en el mayor productor de energía en el país y un emblema en la industria automotriz, que había crecido a partir del convenio, en el año 1954, entre Perón y la empresa FIAT de Turín, ubicada en el barrio periférico Ferreyra de la ciudad de Córdoba, para la fabricación de tractores IAME.

La antesala del estallido social y político cordobés fue el surgimiento del sindicalismo “combativo” donde emergieron figuras significativas como Atilio López, Agustín Tosco y Elpidio Torres. Estos dirigentes sufrieron la represión estatal y paraestatal; el primero fue asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) en 1974. Es en ese contexto que se produce un acercamiento del peronismo con la izquierda marxista.

Ese es el marco en el que PyP surge, de la mano de Oscar del Barco y Aníbal Arcondo, a los que se sumaron José María Aricó, Samuel Kieczkovsky, Juan Carlos Torre, Héctor Schmucler, César Guiñazú, Carlos Assadourian, Francisco Delich, Luis J. Prieto y la figura clave de Juan Carlos Portantiero. Ellos iniciaron esta revista donde se discutían nuevas ideas, y algunos se distanciaron del PCA (por expulsión o decisión propia). Los textos que se escribían allí tenían la intención de comunicar sus puntos de vista sobre el contexto argentino y mundial, tomando distancia del peronismo y de algunas de las ideas de la izquierda tradicional.

La revista se publicó en dos períodos: el primero tuvo lugar entre 1963 y 1965, y el segundo en 1973. Este segundo momento estuvo signado por grandes cambios, el contexto ya no era el mismo que en la primera época: el retorno de Perón de su exilio español era inminente y las desilusiones en relación a la Revolución Soviética hicieron que PyP modificara algunas de sus posiciones.

José Aricó cuenta que el nombre PyP fue escogido por él y Portantiero al mismo tiempo, pero sin saberlo. Es decir, cada uno (Aricó desde Córdoba y Portantiero desde Buenos Aires) pensó simultáneamente ese nombre para la revista. ¿Por qué esta coincidencia?: PyP es el título que Gramsci le da a una parte de sus escritos de los Cuadernos de la cárcel. Ambos intelectuales estaban leyendo la obra del autor italiano.

La revista siguió los postulados de Mariátegui (1979) sobre la cuestión de lo “nacional”, es decir, pensar los problemas particulares al interior de cada país. La diferencia entre el grupo y el PCA era que este último adoptaba una fórmula abstracta de que la revolución no debía tener en cuenta la particular historia de las masas en Argentina y América Latina, mientras que PyP creía que eso era una tarea fundamental para cualquier proceso revolucionario.

Por otra parte, hay que decir que la revista surge sin ánimos de romper con el PCA, inclusive tuvieron el apoyo del PC de Córdoba y del prestigioso intelectual y militante Héctor Agosti. Los dos primeros números se financiaron a partir de contribuciones de miembros del partido. La idea de Aricó era tratar de introducir debates que el PCA rechazaba; el quiebre puede pensarse luego del XXII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (1961) donde tuvieron lugar intervenciones que resultaron controversiales, orientadas a modificar algunas decisiones del partido respecto del gobierno estalinista. Así es como comienza el recorrido de estos intelectuales y figuras políticas que proponían cambiar los dispositivos clásicos del PCA, en una sociedad que cada día se volvía más desigual y en una provincia y una ciudad conservadora, pero a la vez reformista.

Este grupo escribe hasta 1973, luego se produce el golpe militar de 1976-1983 y muchos de ellos se exilian a México. Con el retorno de la democracia y la presidencia de Raúl Alfonsín gran parte del colectivo vuelve a la Argentina con una idea totalmente diferente -ya no creían en las posibilidades de la revolución armada- y se integran a las filas defensoras del sostenimiento democrático (Campos Ríos, 2013; González, Grüner & Svampa, 2012; Gauna, 2014; Casullo, 2011). Luego vendrá la década neoliberal menemista que terminará en el estallido político, social y económico del año 2001.

Carta Abierta

En el año 2003, el entonces presidente Néstor Kirchner implementó medidas controversiales a partir de algunas prácticas y discursos que parecían activar operaciones sobre la memoria colectiva, que recordaban a los años sesenta y setenta. Una de ellas fue el papel protagónico que tuvieron los intelectuales, pero, esta vez, desde el Estado, participando en actos gubernamentales y articulando su pensamiento y actividades con las secretarías y ministerios. Claramente, la hegemonía discursiva, el conjunto de retóricas y doxas de nítida configuración, cambian con respecto a la etapa anterior (Dagatti, 2013).

Kirchner pronunció muchos discursos resignificando voces del peronismo de la izquierda setentista. Esto será un dato clave para la constitución de Carta Abierta (en adelante CA), puesto que son esos intelectuales, con Nicolás Casullo, Horacio González y Ricardo Forster a la cabeza, los que ven en Kirchner la posibilidad de reinvención del peronismo, es decir un peronismo después del peronismo, de centroizquierda, con un proyecto de “transversalidad política” que interpele a distintos sectores, luego de la crisis de 2001.

Este proceso se vive a través de un cambio en la hegemonía discursiva, es decir, Argentina pasó de una década de “amenaza hiperinflacionaria y que había dado lugar a un tipo de consenso pasivo frente las reformas neoliberales” (Pulleiro, 2017, p. 27), a una etapa donde la demanda de los sectores sociales era escuchada y el Estado trataba de satisfacer las necesidades populares.

En síntesis, el partido denominado Frente para la Victoria pudo sobreponerse a la crisis de 2001 y logró gobernar durante doce años con políticas de Estado que dividieron aguas en la población. Intelectuales como Horacio Verbitsky, Nicolás Casullo, Ricardo Forster y Jaime Sorín, Horacio González, Adrián Paenza, Daniel Filmus y Diego Tatián, entre otros, dialogaron con las medidas desarrolladas por el gobierno de Néstor Kirchner y, posteriormente, en los dos periodos de Cristina Fernández de Kirchner. En la primera gestión de la mandataria, el rol de los intelectuales tuvo gran influencia, es así que en marzo del año 2008 se creó CA con el objetivo de poner en ideas la resistencia del paro agropecuario nacional que duró 129 días:

Pensadores, escritores, periodistas, poetas y artistas sacaron el debate de las aulas, bibliotecas y mesas de café a la calle, para opinar y sentar posiciones respecto de un conflicto que llegó a plantear serias divisiones en la sociedad y recuperó antiguos clivajes como pueblo/oligarquía. La protesta del campo y la respuesta del gobierno nacional generaron apoyos y rechazos, y apasionadas intervenciones públicas (Pavón, 2013, p. 152).

El bloqueo de rutas en Argentina constituyó una extensa disputa en el que cuatro organizaciones de sectores empresariales de la producción agroganadera argentinos (Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas, CONINAGRO y Federación Agraria Argentina) impulsaron medidas de acción directa contra la Resolución n.º 125/2008, impulsada por el ministro Martín Lousteau durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Dicha resolución establecía un sistema móvil para las retenciones impositivas a las exportaciones de soja, maíz y trigo. Es justamente este lock-out patronal uno de los puntos que hace al surgimiento del grupo CA, quienes tuvieron la necesidad de reflexionar críticamente sobre estos acontecimientos como grupo de intervención pública.

Con el tiempo, el espacio CA creció y se hizo muy conocido en todo el país. Divididos en comisiones de Cultura, Economía, Estado, Política de género, Derecho tecnológico, Foro de salud, Filosofía, entre otras, publicaron 28 cartas. En ellas expresaban sus ideas y preocupaciones frente a diversos conflictos sociales, políticos y económicos (Delupi, 2018).

Algunos de los integrantes de CA fueron: Federico Andahazi (escritor), Cristina Banegas (actriz), Jorge Boccanera (poeta y periodista), Nicolás Casullo (escritor y filósofo), Patricio Contreras (actor chileno-argentino), Jorge Dubatti (crítico teatral e historiador), José Pablo Feinmann (escritor y filósofo), León Ferrari (pintor), Horacio Fontova (músico y actor), Ricardo Forster (filósofo y ensayista), María José Gabin (actriz, bailarina, docente), entre otros. Es necesario hacer una distinción entre los miembros que ocuparon un rol central en el grupo, como Nicolás Casullo, Horacio González y Ricardo Forster, de otros pensadores adherentes como Fernando Birri y Juan Forn.

Javier Waiman (2016) caracteriza a los intelectuales de CA como difíciles de descifrar, algo distinto a los actores de décadas anteriores, ya que CA está inmerso en un contexto totalmente diferente.

Este es, creemos, el rasgo central de Carta Abierta, la disputa política y cultural particular que buscan dar como fracción. Esta se expresa en un grupo de ideas, en una “estructura de sentimiento” (caracterizada como progresista, como una determinada actitud hacia lo popular y hacia el peronismo) común a todos sus miembros; en un estilo común (representado en una tradición ensayística) que apuesta a una fuerte conjunción entre lenguaje y política, y que encuentra los elementos principales de su constelación de ideas y valores en aquellos provenientes de la experiencia política e intelectual de la generación a la que pertenecen sus principales miembros (pp. 175-176).

Perspectiva teórica

La perspectiva adoptada desde la que se analizan los discursos intelectuales es la socio-semiótica, circunscripta a las teorías de Eliseo Verón y Marc Angenot, que tiene su origen en los años sesenta y que se ha expandido desde entonces en Córdoba y Argentina de manera profusa. La socio-semiótica se ha dedicado, en las últimas décadas, a investigar la construcción de subjetividades y sus signos epocales. Analizar la interacción humana desde esta perspectiva supone centrar la mirada en los dispositivos de configuración de sentido que aparecen en cada contexto histórico, entendiendo que la disputa por lo simbólico (discursivo) es fundamental en la edificación de todo fenómeno social. Se comprenden así las prácticas discursivas como hechos sociales e históricos; por ende, es necesario analizar los condicionamientos políticos, históricos, sociales y culturales que intervienen en la producción/recepción de sentido.

Específicamente, esta investigación se centra en la teoría de Marc Angenot (2010) para analizar los periodos históricos como estados de discurso sociales y el modo en que se activan componentes de la hegemonía, como así también las herramientas de análisis del discurso político de Verón (1987), particularmente los tipos de destinatarios en el plano enunciativo.

El discurso social, para Angenot (2010) “es todo lo que se dice y se escribe en un estado de sociedad, todo lo que se imprime, todo lo que se dice públicamente o se representa hoy en los medios electrónicos” (p. 21) -definición empírica- y que se conforma por las reglas de encadenamiento de enunciados, los sistemas genéricos y los repertorios tópicos que organizan lo decible y lo pensable en un momento dado -definición teórico-metodológica-. ¿Por qué habla de discurso social en singular? Porque piensa en un “estado” donde el analista debe identificar, en la multiplicidad de discursos, aquello que prevalece, aquello que organiza lo que nosotros decimos, significamos, conocemos. La discursividad social, entonces, se corresponde con el momento histórico y cultural de una época determinada, es por eso que “hablar de discurso social es abordar los discursos como hechos sociales y como hechos históricos” (Angenot, 2010, p. 23). En esa línea, los discursos intelectuales que analizamos deben ser pensados en relación a otros, ya que lejos de situarse aisladamente están en cruces y tensiones permanentes.

Un concepto nodal para Angenot es el de hegemonía discursiva, noción que se desprende de una hegemonía cultural más amplia y que no hace referencia al conjunto de temas que predominan, ni a aquellos que se dicen con más fuerza, más bien constituye “el conjunto de los ‘repertorios’ y reglas y la topología de los ‘estatus’ que confieren a esas entidades discursivas posiciones de influencia y prestigio, y les procuran estilos, formas, microrrelatos y argumentos que contribuyen a su aceptabilidad” (Angenot, 2010, p. 30).

El analista podrá ver, en toda materialidad discursiva, cómo se activan algunos de los siete componentes de la hegemonía discursiva categorizados por Angenot; esta investigación se centra en dos de ellos: temáticas y visiones de mundo1 y fetiches y tabúes.2

Por su parte, Verón (1987) trabaja en detalle la construcción de la discursividad política en Argentina, analizando las particularidades que tiene el discurso político a diferencia del mediático o el jurídico, entre otros. En los escritos de PyP y CA aparece una característica central de los discursos políticos: la “dimensión polémica”. Se entiende así que la enunciación política parece inseparable de la construcción de un “adversario”. Todo acto de enunciación política supone necesariamente que existen otros actos de enunciación, reales o posibles, opuestos al propio (el “otro negativo”). Pero, como todo discurso, también se construye un “otro positivo”, aquel al que el discurso está dirigido. La hipótesis que sostiene Verón es que el discurso político se dirige al mismo tiempo a más de un destinatario: el prodestinatario, compuesto por el colectivo de identificación (los que comparten la idea), el contradestinatario (inversión de la creencia) y el paradestinatario, indeciso, que permanece por fuera del discurso y al cual va dirigido todo lo que es del orden de la persuasión.

El discurso político tiene una función específica en relación a cada destinatario. Así, al prodestinatario corresponde la función del refuerzo; al contradestinatario la polémica y al paradestinatario la persuasión. El análisis de los tipos de destinatarios permitirá ver de qué modo se construye ese “otro” en ambas producciones intelectuales. ¿Con quién polemizan? ¿Quién es el destinatario positivo? ¿El indeciso? Estas respuestas permitirán ver, junto con el análisis de los dos componentes de la hegemonía discursiva, qué sujetos se construyen en ambas producciones discursivas.

Hacia un sujeto joven y revolucionario

La primera época de la revista PyP evidencia la concepción que se tiene de los jóvenes como herramienta para el pensamiento nuevo, y la noción revolucionaria epocal vinculada al comunismo, pero extrapolada a la realidad local. Se puede rastrear una línea de continuidad de los dos significantes en todo el primer periodo en tanto lógicas imaginarias que se construyen en la argumentación, dando comienzo a una proyección identitaria, definiendo cómo debe ser la juventud y la revolución en ese contexto, en tanto reglas de encadenamientos de enunciados que organizan lo decible y pensable al interior del campo intelectual y político en ese estado de discurso.

Recordemos en qué momento histórico PyP lanza el primer número. En 1963, José María Guido le entrega el bastón presidencial a Arturo Illia. Sin embargo, el país ya vivía derrocamientos presidenciales como el de Arturo Frondizi (1962) y estaba atravesando el enfrentamiento armado entre los dos sectores divididos de las Fuerzas Armadas Argentinas (azules y colorados) luego del derrocamiento de Juan Domingo Perón. Era un momento de suma tensión y de inestabilidad política.

En la primera edición de la revista, José María Aricó cita a Gramsci. La incidencia del italiano está presente en todo momento, de hecho, como ya se dijo, el nombre de la revista constituye el título de uno de los capítulos de sus famosos escritos Cuadernos de la cárcel (Aricó, 2005; Cortés, 2015; Gago & Sztulwark, 2015). El enunciador alude a un grupo de nuevos intelectuales en un nuevo escenario político. Habla de ellos mismos, los intelectuales de PyP.

Será por ello la expresión de un grupo de intelectuales con ciertos rasgos y perfiles propios, que esforzándose por aplicar el materialismo histórico e incorporando las motivaciones del presente, intentará soldarse con un pasado al que no repudia en su totalidad pero al que tampoco acepta en la forma en que se le ofrece (Aricó, 1963a, p. 2).

Un proceso que compromete toda la “persona” del intelectual (...) Sin ella, es difícil concebir que pueda desarrollarse con éxito la superación del individualismo, necesaria a los fines de la conquista de una unidad raigal y profunda del intelectual con el pueblo (Aricó, 1963a, p. 3).

Aparece un colectivo de identificación, un refuerzo de la creencia con el prodestinatario, un “nosotros intelectuales” y un “nosotros militantes” que tienen determinada tarea. Ese tipo de intelectual que para ellos está emergiendo, constituye una nueva generación con rasgos homogéneos que se sitúan en un momento histórico de plena transformación: “Nadie puede negar que asistimos hoy en la Argentina a la maduración de una generación de intelectuales que aporta consigo instancias y exigencias diferentes y que tiende a expresarse en la vida política con acentos particulares” (Aricó, 1963a, p. 2). La alusión al “nosotros” no remite solamente al colectivo sino a toda una generación que rodea el contexto sociopolítico emergente: “Sólo deseamos reivindicar la validez intrínseca del nuevo “tono” nacional (…) la maduración de una generación nueva que se caracteriza por su inconformismo y espíritu renovador es otro indicio” (p. 2).

El deíctico de tiempo “hoy” implica un llamado a la acción, la necesidad de movilizar a quienes se sientan parte de ese nuevo tono nacional, de una generación nueva. Se activa un presupuesto de casi todas las épocas, refiere a que lo viejo debe ser olvidado para darle paso a la juventud que puja por diversas transformaciones. La revisión del pasado (como forma nominalizada en tanto entidad imaginaria), pero no de cualquier manera sino con plena consciencia política, es una temática que se repite a lo largo de los primeros editoriales. Esa es la matriz discursiva desde donde se opera y, para realizar dicho fin, necesitan “la presencia hegemónica del proletariado” (Aricó, 1963a, p. 5). La propuesta es revisar ese pasado para observar qué cosas se hicieron mal: “Las causas que obstaculizaron la plena expansión del marxismo en el seno del proletariado” (p. 5).

La alusión permanente al cambio y al nuevo escenario se evidencia como una temática y visión de mundo vinculada a la de la juventud, temáticas recurrentes que se construyen como consecuencia del componente programático; el cambio es parte de un programa hacia el futuro, y también se considera como la edificación de un modelo de llegada en tanto “los que vinimos a cambiar las cosas”: la juventud versus las viejas estructuras:3

Hoy podemos dejar de repudiar en bloque el pasado porque en el terreno de la realidad concreta se está produciendo una diferenciación. El país (…) Ha cambiado, y su transformación (…) no puede dejar de transformar también el propio juicio histórico (Aricó, 1963a, p. 5).

Los hechos nos mostraban la falencia histórica de un grupo dirigente que fue incapaz de resolver correctamente la tarea de plasmar el marxismo en la vida nacional, de conocer la realidad del país, de estructurar una organización que significara realmente la conciencia organizada del proletariado (Aricó, 1964, p. 243).

Una de esas propuestas que persiguen en el presente se relaciona con la transformación social, aludiendo una vez más al binomio pasado-presente. El componente descriptivo se fusiona con el programático, son dependientes, no se puede mirar hacia el futuro sin volver al pasado.

El enunciado revolución se edifica junto con el componente programático (proyecto futuro), el didáctico (el saber) y el prescriptivo (deber), dado que siempre se invita a un escenario futuro de construcción política revolucionaria, es decir que aparece de manera recurrente la idea de un horizonte a seguir, mientras que el significante revolución se sitúa como algo incuestionable, como la norma o la ley general.

La revolución que ansiamos realizar, la profunda transformación liberadora del hombre argentino que compromete hoy nuestra acción no puede extraer su sentido del pasado, sino de la proyección crítica de ese pasado hacia un futuro concebido en términos de una sociedad sin clases (Aricó, 1963a, p. 4).

Lo que exigía ser analizado en primer lugar era la sociedad argentina, las posibilidades de su transformación revolucionaria para poder medir luego, con científica precisión, las razones del distanciamiento masa-conciencia, de la anémica inserción del marxismo en la dinámica real del país (Aricó, 1964, p. 243).

La revolución, para ellos, está vinculada sobre todo a la teoría marxista, que ocupaba un centro del campo político e intelectual por esos años, inclusive en algunas facciones del peronismo. Se recuerda así la tarea revolucionaria a partir de enunciados como “proletariado”, “hegemonía”, “clase social”, “proceso histórico”, “proletarios” e “intelectuales” (Aricó, 1963a,1963b, 1964) como entidad enumerable del imaginario que también construye una visión de mundo. Aparece el componente prescriptivo y didáctico. El primero se construye en el orden del deber, de la revolución que deben llevar adelante, mientras que el segundo (va en sintonía con el primero) como una modalidad del saber: la transformación social como consecuencia de esa revolución. Otras materialidades de la época, léase libros, espacios militantes y conversaciones de café, hacen circular, en tanto rumor social, la idea revolucionaria como una opción posible.

La “revolución” opera en el plano imaginario como forma nominal explicativa que sirve para reforzar la creencia tanto del enunciador como del prodestinatario. No es cualquier tipo de revolución, es aquella que contempla la heterodoxia gramsciana, la del pensamiento situado, la que comprende que una revista cultural puede ser el vehículo esencial para sumar otras voces que tengas los mismos objetivos:

Pasado y Presente, en cuanto aspira a convertirse en una nueva expresión de la izquierda real argentina, parte de la aceptación del marxismo como la filosofía del mundo actual y asume los deberes que esa aceptación le plantea. Será por ello una revista “comprometida” con todas las fuerzas que hoy se proponen la transformación revolucionaria de nuestra realidad. Comprometida con todo esfuerzo liberador del hombre. Será por ello una revista “política” en el más amplio y elevado sentido de la palabra (Aricó, 1963a, p. 8).

Por otra parte, el grupo no era ingenuo, sabía que era posible que con la creación de la revista los expulsaran del PCA, como cuenta Aricó en las entrevistas con Crespo (2014). En esa época desobedecer al “partido” era un tabú que interpelaba a muchos sectores, y lo que hace PyP es contraponerlo con la idea fetichista de juventud, propia de los años sesenta y setenta. Esa concepción los lleva a revisar errores del pasado para accionar en el presente, como el mismo nombre de la revista lo indica:

Si lo que está en juego es la revolución, mostrar nuestras diferencias y discrepancias, exponer nuestras concepciones, defender nuestro derecho como marxistas y revolucionarios a polemizar y criticar todo aquello que nos parece criticable dentro de la izquierda, es también realizar una acción revolucionaria (Aricó, 1964, p. 244).

Otra vez, la temporalidad refuerza la figura crítica, aparece como misión y visión la idea de revisar el pasado, de ver qué cosas se hicieron mal. Se construyen por fuera de las estructuras de las que también fueron partes, se separan y no se reconocen en los lineamientos del partido.

La temática y visión de mundo sobre la juventud se edifica en tono de denuncia haciendo referencia a los “viejos”, quienes cometieron errores graves. Esos errores tienen un contradestinatario claro, el Partido Comunista Ruso, y se evidencian, sobre todo, en los números 1, 2-3, 4 y 5:

Si el marxismo en cuanto historicismo absoluto puede ayudar a la izquierda a comprender la dinámica generacional, el permanente replanteo de la cuestión de los “viejos” y los “jóvenes”; es siempre a condición del esfuerzo por renovarse, por modernizarse, por superar lo envejecido, que debe estar en la base de la dinámica de toda organización revolucionaria (Aricó, 1963a, p. 3).

La crisis del stalinismo, en el fondo, no es otra cosa que la crisis del pensamiento dogmático, de todo aquello que por razones particulares (necesarias de investigar en forma concreta) pretende cristalizar, ideologizar la filosofía de la praxis convirtiéndola en una talmúdica colección de fórmulas rígidas, válidas en sí al margen del contexto nacional (Aricó, 1963b, p. 197).

Nos impulsaban a encarar por “nuestra cuenta”; esto es, poniendo entre paréntesis el habitual esquema partidario (…) descubrir los defectos de la sociedad soviética, del socialismo en acto, del único socialismo concreto, ha significado para nosotros la posibilidad real de rescatarla del reino utópico de los mitos y poder colocarla en la historia (Aricó, 1963b, pp. 196-198).

“Los jóvenes” aparece entonces como una entidad numerable que busca, en este escenario discursivo, interpelar al paradestinatario. Ya no es restringido, sino que se abre a otros jóvenes que se quieran sumar al espacio:

Como comprendemos la magnitud de la labor que hoy decidimos emprender sabemos que no puede ser resuelta por el pequeño núcleo de personas que actualmente dirigen la revista. Es una tarea de todos los que coincidan en la urgente necesidad de su aparición, de todos los que al leer sus páginas comprendan que más allá de las limitaciones conceptuales que puedan cobijar, anima a quienes las escriben el profundo deseo de facilitar el proceso de asunción de una conciencia más profunda y certera de nuestro tiempo (Aricó, 1963a, p. 17).

Esa juventud da cuenta de una nueva generación, y ante la pregunta de ¿en qué momento se puede hablar de la existencia de una nueva generación?, ellos contestan: “Cuando en la orientación ideal y práctica de un grupo de seres humanos unidos (...) se presentan ciertos elementos homogéneos, fruto de la maduración de nuevos procesos antes ocultos y hoy evidentes por sí mismos” (Aricó, 1963a, p. 2).4

Por otro lado, además de cuestionar al PC internacional, también se refieren muchas veces al Partido Comunista Argentino, del que toman cierta distancia ya que constituyen aquellos “viejos” que no reconocen como maestros y que hicieron trunca la revolución en Argentina:

En resumen, el fracaso de un grupo dirigente que fue incapaz de convertirse en la expresión viva del traspaso de la conciencia política a la conciencia histórica. Se nos planteaba ahora la tarea de buscar en el pasado, en la reinterpretación del pasado las razones que explicaban dicho fracaso (Aricó, 1964, p. 243).

La conciencia del fracaso del partido comunista argentino en su política de fusionar la conciencia revolucionaria con la acción de la clase obrera y a partir de ella lograr la formación de una voluntad nacional-popular capaz de realizar las transformaciones revolucionarias (Aricó, 1964, p. 243).

En esta primera época, además de la crítica al partido y al régimen de la Unión Soviética, el segundo contradestinatario es el “imperialismo mundial” (Aricó, 1963b, 1964), centrado en EEUU que es quien obtura la posibilidad revolucionaria.

El imperialismo deja de ser así una mera fuerza exterior a la nación que la expolia a través del saqueo de las divisas, los préstamos usurarios y las remesas de beneficios provenientes de algunas industrias de transformación, para ejercer una función deformante manifestada ahora desde el interior de la estructura económica en la que está insertada como figura principal (Aricó, 1964, p. 255).

En síntesis, se puede afirmar que el sujeto discursivo que se construye en PyP está relacionado con la tematización y la visión de mundo sobre juventud y revolución. En la primera etapa, que dista de la segunda, su objetivo es llevar adelante la revolución, lo que también se puede considerar como un fetiche de la época que organizan lo decible, aquello sagrado que aparecía en grupos de izquierdas y peronistas, por esos años, en Latinoamérica (Sigal, 1991). Como se mencionó, los efectos de la Revolución Cubana se esparcieron en toda la región construyendo un ideal revolucionario que interpeló a muchos intelectuales y militantes de la época. El prodestinatario construye a las juventudes militantes que quieren llevar adelante la revolución y que entienden que es el momento histórico de cambiar las fórmulas clásicas.

A la distancia, queda la interrogante por el sujeto joven y revolucionario que pujaba en la Córdoba monacal5 de los años sesenta. ¿Qué quedó de ese sujeto? A la luz de los hechos es posible advertir que luego de la dictadura militar, como pasa en todo el país, el ímpetu revolucionario merma en Córdoba, sobre todo con el posterior exilio de los integrantes del grupo. La necesidad de sostener la democracia, algo ininteligible para los grupos revolucionarios de la década anterior, se vuelve parte del rumor social de la época, dejando de lado la construcción revolucionaria que habitaba el campo político e intelectual apenas unos años antes, como bien explica Lesgart (2003). La detención, tortura y desaparición, la necesidad de exiliar, los tabúes que empiezan a circular sobre los movimientos revolucionarios, entre otras cuestiones, hacen que se borre el sueño de la Turín latinoamericana.

Intelectual crítico en el siglo XXI

En el caso CA se propone un recorrido que evidencie el sujeto intelectual crítico que atraviesa las primeras cuatro producciones discursivas del grupo, que se pueden observar como recurrencias y lógicas argumentativas. En tal dirección, interesa analizar la visión que expresa CA respecto de los medios de comunicación, las patronales agropecuarias, el sector que denomina como “nueva derecha” y la posición de pensador crítico que debe accionar sobre su tiempo histórico.

Es preciso recordar el contexto en el que se escribió la primera carta. Era el año 2008, en medio del conflicto con las patronales agrarias por la ley 125, algo inédito en la historia reciente, el kirchnerismo buscaba hacer visible el poder de los monopolios y los sectores económicos de la Argentina. La primera presentación del grupo se realizó en la librería Gandhi, espacio que pertenecía a Elvio Vitali, quien fue secretario de industrias culturales de Kirchner y luego director de la Biblioteca Nacional.

Al decir “intelectual crítico” se hace referencia a cómo el colectivo, en la primera carta, desea intervenir en pleno conflicto del gobierno con las patronales agrarias, marcando un distanciamiento con los opositores del ejecutivo, pero también con algunas de las medidas políticas impulsadas por Cristina Kirchner:

Creemos indispensable señalar los límites y retrasos del gobierno en aplicar políticas redistributivas de clara reforma social. Pero al mismo tiempo reconocemos y destacamos su indiscutible responsabilidad y firmeza al instalar tales cuestiones redistributivas… (Carta Abierta, 2008a).

Sin embargo, CA señala que en los últimos años, con la gestión de Kirchner, se volvieron a abrir los canales de lo político, pero ya no “entendido desde las lógicas de la pura gestión y de saberes tecnocráticos al servicio del mercado, sino como escenario del debate de ideas y de la confrontación entre modelos distintos de país” (Carta Abierta, 2008a). Ese modelo tecnocrático refiere a la década de los noventa, conocida como el periodo neoliberal bajo el gobierno de Carlos Menem. El discurso de CA está dialogando con ese pasado del que fueron parte y que constituye también el presente, el discurso histórico, económico y político atraviesa esa discursividad. Estos “discursos otros” que aparecen en el de CA, evidencian las condiciones de producción en términos de Verón, y se configuran a partir del componente descriptivo, tematizando el neoliberalismo de los noventa y expresando una visión de mundo contraria a la del expresidente Carlos Menem, mostrando cómo su gestión dejó al país en la puerta de la crisis de 2001.

Es relevante señalar la cantidad de películas, libros, música e historietas que aparecieron para denunciar lo que fue la crisis de 2001 como colapso del periodo neoliberal menemista, estableciendo reglas (argumentativas) de encadenamiento de enunciados formando coalescencias significativas al interior del campo político, artístico, mediático e intelectual. Asimismo, es necesario aclarar que los acontecimientos de 2001 suscitaron opiniones diversas en los grupos intelectuales, muchos de ellos rechazaron dicho periodo por considerarlo como un suceso de clase media motivado por la anti política.

En CA se evidencia un deber ser del intelectual que propone una toma de posición, una toma de partido de los intelectuales a favor del gobierno kirchnerista contra las patronales agropecuarias. Su modelo de llegada, en esta primera parte, se configura similar al “francotirador” de Said (1996).

CA construye el primer contradestinatario en los medios de comunicación que “privatizan las conciencias con un sentido común ciego”. (Carta Abierta, 2008a). El término privatización es característico de la época de los noventa, donde se privatizaron empresas estatales. Nuevamente se apela al pasado para mostrar la diferencia con el gobierno del presente, donde ya no se privatiza y hay un Estado participativo; este nuevo panorama es descrito como “nuevo escenario político”.

Es pertinente recordar que el significante “gobierno” tenía estatuto de tabú a raíz de la crisis de 2001, el descreimiento en la política partidaria había sido una constante en los últimos años. Sin embargo, ya para 2008 la hegemonía discursiva coloca en el centro del campo político al significante Estado, como un ente de participación que de a poco se irá configurando como un fetiche epocal, versus el tabú de la privatización: el primero migra de una periferia a un centro y el segundo lo hace del modo opuesto. Esto es significativo para los intelectuales de CA, que vienen de una tradición política e intelectual que se contrapone al neoliberalismo.6

CA plantea un escenario en el que hay que actuar, teniendo siempre presente el término “batalla cultural”, noción que constituye una reinterpretación de los textos de Gramsci que muestra la continuidad con las temáticas intelectuales de los años 80 (Lesgart, 2003). En ese sentido, así como el autor italiano se hacía presente en los postulados de PyP a la hora de describir y fundamentar el contexto sociopolítico y la misión que tenían aquellos intelectuales, también se manifiesta en CA, quienes usan términos de Gramsci para situar el desafío que tienen los intelectuales en el campo político. Esta tematización sobre el rol del intelectual se pierde con el devenir de los escritos, así como la visión de mundo marxista que ya no se construye como fetiche de la época, como si lo hacía en su tiempo PyP.

El discurso laclausiano7 va cobrando cada vez más importancia en la discursividad política del kirchnerismo, sobre todo en las alocuciones de Cristina Fernández, hay un intento permanente de universalizar las demandas particulares a partir de significantes específicos.

CA hace un pedido de acción frente al avance de la derecha, denunciando el rol que este sector ha jugado en la sociedad; esa denuncia demanda, para el grupo, el involucramiento del intelectual en un proceso complejo. Su visión de mundo se opone a la neoliberal y a la de los medios concentrados, reconocen medidas positivas del gobierno kirchnerista (con críticas) y pregonan la necesidad de librar una batalla cultural.

Es importante mencionar que CA señala la tarea que tienen los gobiernos latinoamericanos, quienes se encuentran en una “contienda cultural y comunicativa” (Carta Abierta, 2008a). Asoma nuevamente un “otro enemigo”: los medios de comunicación relacionados con los grupos concentrados. Este conflicto, para CA, está presente en toda la región: “Esta problemática es decisiva no sólo en Argentina, sino en el Brasil de Lula, en la Bolivia de Evo Morales, en el Ecuador de Correa, en la Venezuela de Chávez, en el Chile de Bachelet…”, es evidente la configuración del interdiscurso en tanto saber y deber respecto a los gobiernos vecinos. En este sentido, hay que recordar que los intelectuales del grupo vienen de tradiciones de izquierda que promueven la unidad latinoamericana, no es casualidad entonces que propongan, a la par del kirchnerismo, la necesidad de unión con los países vecinos.

En la segunda carta (Carta Abierta, 2008b) se habla del conflicto sobre la ley de medios, pero se introduce también el asunto de las patronales agrarias: “la crítica coyuntura desatada a partir de la puja que inició el empresariado rural hace casi tres meses”. Las patronales agropecuarias son “el gran responsable de exponer en toda su crudeza la cerradura concreta del poder desplegado por el sistema mediático”.

Esta carta vincula a las patronales agrarias con los medios de comunicación, construyendo así dos tipos de contradestinatarios: campo y medios: “se trata, si, de reconocer en los medios masivos a los operadores privilegiados del modo en el que se articulan y esconden discursos de amplia circulación social” (Carta Abierta, 2008b). “Las patronales agrarias” y “los medios de comunicación concentrados” se edifican como entidades enumerables por fuera del colectivo de identificación; inclusive, son formas nominales explicativas que CA utiliza como sus adversarios discursivos.

Más allá de estos contradestinatarios, también cuestionan al gobierno de Cristina Kirchner al decir que no hay, hasta la fecha, “un sistema de medios estatal/cultural que disputan el mercado de la comunicación”.

Las empresas mediáticas se han erigido en los auténticos representantes del pueblo, bajo la excusa de la evidente crisis de fondo que tienen los partidos políticos en Argentina (como buena parte de occidente) (Carta Abierta, 2008b).

Sin embargo, la crítica anterior permite reforzar una defensa solapada de Fernández de Kirchner, al decir que se está trabajando para una nueva ley de medios.

Por ello es que el propósito expreso del gobierno de Cristina Fernández de sancionar un nuevo marco jurídico constituye una circunstancia de excepcional importancia y de un alcance político-cultural mucho mayor que las alícuotas de las retenciones sobre la exportación agropecuaria (Carta Abierta, 2008b).

Por momentos, se evidencia una estrategia discursiva que configura al gobierno de Fernández de Kirchner como un paradestinatario, persuadiendo para que impulse medidas que favorezcan al proyecto emancipatorio. Escriben en tercera persona, pero ya rescatando las políticas del gobierno, proponiendo (figura programática): “Garantizar el pluralismo, la diversidad y el derecho a la información y la comunicación como derecho humano (...) Poner límites a la concentración, los oligopolios y los monopolios” (Carta Abierta, 2008b). Plantean una conclusión:

De lo que se trata, en palabras cortas, es de hacer llegar la democracia hasta el territorio de la comunicación y redistribuir el derecho a la palabra comunitaria (capital tan importante como cualquier otro), asignaturas ambas pendientes cuanto menos desde 1983 (Carta Abierta, 2008b).

Opera la tópica del sostenimiento democrático, distinta a la revolucionaria en PyP. Se repite el componente programático vinculado al prescriptivo: “Poner límites a la concentración...”, “hacer llegar la democracia hasta el territorio de la comunicación” (Carta Abierta, 2008b).8

En la tercera carta se sigue el mismo principio, pero además de hablar de las patronales agropecuarias y los medios de comunicación, agregan un tercer contradestinatario, la nueva derecha:

“Clima destituyente”9 hemos dicho para nombrar los embates generalizados contra formas legítimas de la política gubernamental y contra la investiduras de todo tipo. Una mezcla de irresponsabilidad y de milenarismo de ocasión, sustituyó la confianza colectiva. “Nueva derecha” decimos ahora. Lo decimos para nombrar una serie de posiciones que se caracterizan por pensarse contra la política y contra sus derechos de ser otra que gestión y administración de los poderes existentes. Una derecha que reclama eficiencia y no ideología (Carta Abierta, 2008c).

Postulan que de ese vaciamiento también son responsables los “profesionales de la política” que “priorizaron sus propios intereses” (Carta Abierta, 2008c). Aquí hacen converger a los trabajadores de la política, sin dar nombres, pero se puede pensar que la visión crítica hacia algunas estructuras institucionales sigue siendo un principio del grupo.

En otro sentido, se evidencia la primera crítica a “la nueva derecha” como forma nominalizada, su adversario, que a diferencia de las viejas derechas “no es literal con su propio legado, sino que puede recubrirse, mimética, con las consignas de la movilización social” (Carta Abierta, 2008c). En este juego de la derecha incluyen a los medios de comunicación, ya que estos corresponden a un conjunto de procedimientos y de prácticas que se difunden peligrosamente en las más diversas alternativas políticas”. Dicen que la frase predilecta de la derecha es “no me metan la mano en el bolsillo”. Hacen una propuesta frente a esta situación: “recuperar otra idea de política, otro vínculo entre la política y las clases populares”. Si la nueva derecha reina en una sociedad mediatizada, una política que la confronte debe surgir de la distancia crítica con los procedimientos mediáticos.

Estas tres primeras cartas se publicaron como consecuencia del conflicto con las patronales agropecuarias y los medios concentrados de información, entre mayo y junio de 2008. Hasta aquí, se observa un sujeto intelectual crítico, una forma de ser y hacer en medio un “clima destituyente”, se proponen como actores que articulan la queja común, sin romanticismos y llevando a cabo su tarea de modo clásico: cuestionar lo que creen que está mal, aplaudir lo que consideran positivo. La sorpresa se producirá a partir de la carta n.º 5, donde toman una postura totalmente favorable al kirchnerismo hasta llegar a considerarse el brazo armado de la gestión de Cristina Fernández. Se pierde la figura crítica y se empieza a configurar un sujeto intelectual partidario.

A la luz de los hechos, es posible inferir que, o su posición ya estaba tomada respecto al gobierno de Cristina Kirchner y la crítica al gobierno fue parte de una estrategia discursiva para no exponer, en una primera instancia un discurso directo (recordemos que muchos de ellos hacía algunos años que estaban vinculados al kirchnerismo), o quizás la muerte de Néstor Kichner y la enemistad del kirchnerismo con sectores de poder produjeron un desplazamiento en la figura intelectual. Es imposible saberlo con exactitud y sin dudas será la tarea para un futuro trabajo.

Reflexiones finales

Como se mencionó al principio de este trabajo, a lo largo de la historia distintos pensadores han tenido dificultades para definir qué es un intelectual, término multívoco que se presta a la polémica por sus límites imprecisos. Lo que hay, entonces, son autodefiniciones que en la mayoría de los casos obturan cualquier intento de salir del discurso normativo que las atraviesa. Además, vivimos en sociedades complejas y cambiantes, lo que hace aún más complicada la elaboración de categorías universales que puedan ser extrapoladas a diversas realidades y contextos. Por tanto, es necesario, si se pretende ser rigurosos, conocer la manera en que esas autodefiniciones, en tanto discursos epocales, estuvieron intervenidas y organizadas por una hegemonía discursiva.

Analizar ambos grupos desde una perspectiva socio-discursiva posibilitó ver, a través de las marcas que fueron apareciendo en la superficie material de los discursos (y las vinculaciones que se establecieron), cómo se construyeron dos sujetos intelectuales distintos, con particularidades que fuimos examinando y que responden a épocas específicas. Entender sus discursos desde un corte sincrónico como hechos sociales e históricos implicó necesariamente interrogar su devenir histórico, político, social y cultural. En el caso del primer grupo aparece un sujeto intelectual joven y revolucionario, mientras que en el segundo se sitúa un sujeto intelectual crítico que se va corriendo hacia una figura partidaria, diferencias que son propias de las épocas en que se configuran sus discursos, más allá de las rupturas, los centros y periferias que puedan identificarse.

Pasado y Presente propone vincular la teoría con la práctica alejados del PCA, introduciendo tópicos de juventud y revolución, propugnando una visión crítica por fuera de los partidos políticos e intentando, en el devenir de sus números, hacer una revista cultural y política que fuera un faro para aquellos revolucionarios que querían cambiar la Córdoba monacal. La revista marcó, sin dudas, un antecedente destacable en la historia intelectual de Argentina, forma parte de la memoria colectiva y establece diálogo con las luchas comunistas, socialistas, guevaristas y peronistas. Construyen como contradestinatario al PCA y buscan como paradestinatario a toda la juventud que quiera hacer la revolución. Además, en sus producciones se activa el fetichismo propio de la época sobre juventud y el tabú de las “viejas estructuras''.

Por otro lado, Carta Abierta se construye en una primera instancia como un sujeto crítico que viene a colocar en la esfera pública la importancia del rol intelectual en conflictos destacados como el que tiene el gobierno con las patronales agropecuarias o los medios de comunicación hegemónicos. De este modo, Carta Abierta recupera una tradición crítica, al comienzo de sus producciones, para luego proyectar una imagen de sí vinculada a la figura de intelectual orgánico. Queda pendiente mostrar la configuración de ese sujeto que por una cuestión de extensión no tratamos aquí. En esta oportunidad, nos centramos en la presencia (nada desdeñable) de la figura crítica del intelectual en la Argentina post crisis de 2001.

Resulta pertinente seguir investigando sobre los grupos intelectuales, tanto en Argentina como en otros países de Latinoamérica y el mundo, sobre todo aquellos colectivos que tuvieron relación estrecha con los procesos sociopolíticos más relevantes. El contexto actual marca que hay una crisis de representación política e intelectual que debe ser estudiada, sobre todo en relación con otros acontecimientos históricos donde la figura problemática del intelectual fue determinante.

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1Hace referencia a aquellos asuntos que se tematizan, la forma en que se tratan y las visiones de mundo que se expresan.

2Considerados por Angenot como dos formas de lo intocable: el fetiche refiere a lo sagrado mientras que el tabú a lo prohibido.

3La idea de viejas estructuras que plantea PyP es parte de un debate intelectual que involucra a la generación de los años sesenta en Argentina y tiene que ver con el vínculo entre los maestros y sus discípulos. Como dice Terán (2014), PyP es uno de los grupos que ingresa en esta disputa como eslabón clave, aunque también participan otras publicaciones como Contorno.

4A lo largo de la historia la juventud ha sido un significante polémico, sobre todo si se piensa en las generaciones pasadas que prohibían a los más chicos opinar sobre temas de actualidad en la mesa del hogar. Hoy, si bien sigue subestimándose a la juventud, las redes sociales y la aparición de nuevos lenguajes reconfiguraron el campo de lo decible: los jóvenes no necesitan representantes que hablen por ellos, pueden hacerlo por Twitter o Instagram al instante.

5Este término refiere a toda una tradición de posiciones conservadoras gestadas en la provincia, lugar caracterizado por su impronta religiosa.

6Ejemplos del paso del significante “Estado” de tabú a fetiche son, entre otros, los libros Pensar sin Estado (Lewkowicz, 2004) y su contracara Habitar el Estado (Abad & Cantarelli, 2012). Se detecta el debate: por un lado, la década menemista y el estallido de 2001 que produjo desesperanza, por otro, el kirchnerismo que venía a modificar esas apreciaciones con políticas redistributivas. La pregunta de la época era: ¿el kirchnerismo buscó superar lo ya existente o se propuso cooptar a la masa social enojada para institucionalizarla y ponerla a jugar el juego democrático?

7Hace referencia a la teoría de Ernesto Laclau (2005) y su importancia en el gobierno kirchnerista.

8Vale recordar que la decisión del gobierno de ir en contra de los principales monopolios y crear una ley más equitativa (que nunca se implementó del todo) fue un proyecto en el que coincidieron distintos presidentes latinoamericanos. La creación de TeleSUR por parte de Hugo Chávez y Fidel Castro en 2005, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en Argentina (2009) y la Ley Orgánica de Comunicación en Ecuador (2013) expresan un interés claro por combatir al contradestinatario por excelencia: los medios de comunicación.

9Es importante destacar que este tópico es el que más influencia tiene en el discurso del gobierno, que lo incorpora como propio.

Cómo citar: Delupi, B. (2022). Intelectuales y política: Análisis socio-discursivo de los grupos Pasado y Presente y Carta Abierta. Dixit, 36(1), 55-71. https://doi.org/10.22235/d.v36i1.2806

Contribución de los autores: a) Concepción y diseño del trabajo; b) Adquisición de datos; c) Análisis e interpretación de datos; d) Redacción del manuscrito; e) revisión crítica del manuscrito. B. D. ha contribuido en a, b, c, d, e.

Editor científico responsable: L. D.

Recibido: 31 de Enero de 2022; Revisado: 19 de Abril de 2022; Aprobado: 28 de Abril de 2022

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