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Dixit

versión impresa ISSN 1688-3497versión On-line ISSN 0797-3691

Dixit  no.33 Montevideo dic. 2020  Epub 01-Dic-2020

https://doi.org/10.22235/d33.2376 

Artículos de investigación

Entre los intersticios de la democracia: Las revistas estudiantiles, la universidad uruguaya en transición y las pujas políticas por los significados de la democracia

Between the interstices of democracy: The student magazines, the Uruguayan university in transition and the disputes over the meaning of democracy

Gabriela González Vaillant1 
http://orcid.org/0000-0002-7970-4195

1Universidad Católica del Uruguay / Universidad de la República. Correspondencia: gonzalez.vaillant@ucu.edu.uy


Resumen:

El presente trabajo analiza el proceso de reorganización del movimiento estudiantil universitario uruguayo en los primeros años de la década de los ochenta y especialmente en periodo comprendido entre 1980 y 1983. El trabajo busca rastrear la génesis de la (re)constitución de este actor social a través de una mirada atenta a las revistas estudiantiles, proponiendo una mirada alternativa a la transición democática más allá de lo político partidario. El trabajo concluye que las revistas estudiantiles constituyeron canales alternativos de expresión, pero también espacios privilegiados para forjar y catalizar una identidad y sensibilidad generacional y estudiantil determinada durante un período en que no se encontraban disponibles canales tradicionales de participación y militancia.*

Palabras clave: estudiantes; universidad; revistas; medios alternativos; Uruguay.

Abstract:

This paper analyzes the process of reorganization of the Uruguayan university student movement in the early years of the eighties and specifically during the period between 1980 and 1983. The work seeks to trace the genesis of the reconstitution of this social and political actor to through a careful analysis of the student agazines that emerged during this period, proposing an alternative look at democratic transitions beyond the political partisan spheres. The work concludes that the student magazines constituted alternative channels of expression, but also privileged spaces to forge and catalyze a generational and student identity and sensitivity during a period in which traditional channels of participation and activism were unavailable.

Keywords: students; university; magazines; alternative media; Uruguay.

Introducción

El siguiente fragmento de un cuento apareció en la revista estudiantil Diálogo a fines de 1982 para dar cuenta, a través de la experiencia de un tal Juan, un estudiante de 18 años recién egresado a la universidad, del surgimiento de una nueva sensibilidad generacional en el contexto de la restauración democrática en Uruguay:

¡Novedades! ¡El año 80 es rico de ellas! Auto japoneses, sombrillas de Taiwán, los alquileres y las cuotas que suben y suben, pero también pasan otras cosas: la gente empieza hablar y algunos lo hacen hasta en voz alta (algo que Juan no recordaba haber visto). El Plebiscito está próximo y Juan escucha a su viejo opinar y discutir como antes, hasta lo ve más animado. El mismo se sorprende discutiendo con sus amigos, en el boliche, en el ómnibus. Llegado el 30 de noviembre, a Juan le hubiera gustado votar, y envidió a sus compañeros mayores; lo hubiera hecho por el "NO”, como la mayoría de los muchachos que conocía. Juan y sus amigos se descubrieron diferentes a sus mayores: no tenía miedo, o tal vez no lo experimentaba en la forma intensa y real en que lo hacían sus padres. También se sintieron ingenuos, desinformados, aislados, manipulados, huérfanos de memoria histórica y de elementos para comprender su presente (ya el tiempo se había encargado de lavar la pintura de árboles y muros, y de robarse los colores, las caras, las consignas).

Hoy se habla de los partidos, de sus pro hombre, de la tradición, de la transición. De la transacción; y se habla también del proceso, de la política económica, de la democracia, de la libertad. Juan y sus amigos se mueren por participar, pero se muerden los labios. No saben cómo actuar. Juan tiene mucha bronca contenida, quiere hacer algo por él y por los demás. Juan y sus amigos, ¿qué harán?1

El presente trabajo analiza el proceso de reorganización del movimiento estudiantil universitario uruguayo en los primeros años de la década de los ochenta y especialmente en periodo comprendido entre 1980 y 1983, año este último en que el movimiento estudiantil irrumpió en la escena pública con gran visibilidad y masividad. El trabajo busca rastrear la génesis de la (re)constitución de este actor social a través de una mirada atenta a las revistas estudiantiles que pulularon en el período en todas las facultades de la Universidad. Propone mirarlas como canales alternativos de expresión, pero también como espacios privilegiados para forjar y catalizar una identidad y sensibilidad generacional y estudiantil determinada durante un período en que no se encontraban disponibles canales tradicionales de participación y militancia.

Los movimientos sociales constituyeron actores endémicos en los procesos de transición de la región (Garretón 1989: 11; Escobar y Alvarez 1992). En lugar de ver a los movimientos sociales como actores esporádicos en el proceso de transición, este trabajo pretende poner de relieve cómo la transición también acontece en otros campos además del político-partidario y cómo un análisis exhaustivo de esos ámbitos puede, a su vez, ayudar a comprender los procesos macro políticos (de Giorgi y Demasi, 2015). Un estudio sobre los canales de comunicación estudiantiles durante los inicios de una década en transición (1980-1983) permitirá analizar cómo las profundas transformaciones sociales que acontecían a nivel macro y meso (de Giorgi y Demasi, 2015; Demasi, 2005; Rilla, 1997; Filgueira, 1985) impactaron al movimiento estudiantil y cómo, a su vez, los estudiantes contribuyen a dar forma a los acontecimientos que tuvieron lugar durante el período bajo estudio. Los procesos transicionales son momentos privilegiados y bisagra para muchos actores colectivos que tienen que repensarse a sí mismos luego de un hiatus temporal frente a nuevos contextos donde la democracia y el valor de la libertad de expresión cobra otro sentido. En el caso de varios movimientos sociales, como veremos en el caso estudiantil, la transición a la democracia vino acompañada de una revalorización de la democracia participativa. Sin lugar a duda, la intrincada relación entre medios de comunicación y el poder político en los procesos de transición a la democracia ha sido objeto de análisis y debate; las demandas de democratización política siempre tuvieron sus corolarios en demandas por mayor libertad de expresión y comunicación (Bresnahan 2007; Lugo-Ocando 2008). Aunque el foco en general ha sido puesto en los medios de comunicación masivos, los medios alternativos de comunicación (como fueron las revistas estudiantiles, las radios y periódicos comunitarios) también jugaron, como veremos, un rol central en los procesos transicionales y en la difusión de un discurso contra-hegemónico (Bresnahan 2002; Wiley 2006; Buchanan 1997).

Por otro lado, se pretende analizar la reconfiguración del movimiento estudiantil en tanto movimiento social a través de tres procesos claves que, aunque progresivos, son también mutuamente interdependientes y relacionados. Si bien los movimientos sociales muchas veces cobran visibilidad al irrumpir en la escena pública, la cara más visible, dichos procesos son siempre la punta de un iceberg y el reflejo de cierta capacidad de organización colectiva que se forja gracias a cierto trabajo identitario. El movimiento estudiantil uruguayo que irrumpe con fuerza en escena pública en 1983 no nace como un clavel del aire. Cuando el movimiento estudiantil uruguayo organiza la Semana del Estudiante en setiembre de 1983, ya era un actor social constituido, con capacidad de movilización, una idea compartida de demandas y reclamos, y cierta identidad común que aglutinaba a sus miembros en torno a la categoría inclusiva de “estudiantes” (aunque esta categoría esconda más de lo que esclarece). Es importante reflexionar y analizar los mecanismos por los cuales los estudiantes fueron transitando entre los intersticios de un régimen político en transición para irse constituyendo en tanto actor político colectivo. ¿Cómo se constituyeron en tanto movimiento estudiantil? ¿Qué papel jugaron las revistas en el proceso de construcción de una identidad compartida? ¿Quiénes constituyeron el “nosotros” y el “ellos” en ese proceso? ¿Cuáles eran y cómo se expresaron las demandas de ese movimiento en proceso de construcción?

En las ciencias políticas estadounidenses el debate de las “tres caras del poder” refiere a una controversia que surgió en los setenta en torno a un artículo de Robert Dahl (1957). Aunque no corresponde detenerse aquí en los pormenores de dicho debate, el mismo tiene implicancias importantes para comprender cómo operan los movimientos sociales y su capacidad de injerencia en la sociedad. En la formulación original de Dahl se proponía una definición conductual del poder inspirada en la idea de Weber: alguien tiene poder cuando logra que otro haga aquello que no haría por sí mismo. Frente a esta visión unidimensional de poder salieron al cruce Bachrach y Baratz (1970) proponiendo una definición bidimensional que introducía en el debate las fuerzas invisibles y latentes que constriñen lo que entra (y queda afuera) de la agenda pública. Mientras la definición más clásica de Dahl permitió iluminar la cara visible de los procesos de acción e interacción, esta segunda acepción puso en el tapete las fuerzas estructurales que habilitan (o inhabilitan) determinados tipos de discursos dentro de la opinión publica. Relacionado con esta acepción aparece la idea de “sesgo de movilización” y “ventana de oportunidades políticas” dentro de la literatura de movimientos sociales. Si bien este pasaje permitió pasar de miradas más manifiestas a otras más latentes de las fuerzas que determinan la interacción y el conflicto social, para Luke (1976/2005), el tercero en entrar al campo del debate, ambas acepciones ignoraban una “tercera cara” del poder, que es aquella que opera en las percepciones, las preferencias, las comprensiones individuales y colectivas que hacen los sujetos de las situaciones. Este autor retoma la noción de hegemonía gramsciana e invita a considerar el conjunto de fuerzas operantes que hacen que los actores no puedan siquiera visualizar alternativas plausibles frente a un estado de situación dada. Esta tercera acepción permite analizar las fuerzas sociales y las prácticas institucionales que hacen del conflicto algo impensable en primera instancia.

Planteamos que en momentos cuando los canales de participación y protesta están bloqueados, el poder de los movimientos sociales, y en este caso el estudiantil, se juega en los intersticios de las dos caras de poder más invisibles enunciadas arriba. Los movimientos sociales pueden ejercer poder de movilización justamente cuando logran, en primer lugar, generar la idea (en la mente, en los corazones) de problemáticas comunes que los aquejan (tercera cara del poder) y, en segundo lugar, a través de la construcción y difusión de un discurso de alternativas posibles (segunda cara del poder). La capacidad de movilización y protesta que se visibilizó en 1983 (primera cara del poder), solo fue posible gracias al trabajo de reconstrucción que aconteció previamente y durante el cual los medios de comunicación alternativos jugaron un papel central. Las revistas estudiantiles funcionaron en dicho contexto como catalizadoras de un sentir colectivo especifico, le dieron visibilidad, permitieron forjar una identidad común, a la vez que le permitieron crecer, generar cierta estructura organizativa e integrar más estudiantes al movimiento. La nota editorial del primer número de la revista estudiantil Causa planteaba delineaba, forma algo profética, el papel que irían a jugar estas revistas: “hemos dado un impulso, el primero, pero es sólo el comienzo, existe apenas el proyecto de un camino. Falta lo más importante y difícil, construirlo y caminar. Es un camino a recorrer a través de un medio de comunicación. Se trata de hacer sentir nuestra voz, de servir como medio de expresión de un sector de la sociedad, de un grupo de la sociedad que tiene intereses comunes y permanentes2. Cuadro 1

Fuente: elaboración propia

Cuadro 1 

Como toda cronología, la periodización de 1980-1983 es una construcción del investigador. La fecha inicial de la periodización se basa en la fundamentación de una serie de análisis politológicos e historiográficos (González, 1984; Caetano y Rilla, 1987, Rilla, 1997) que generalmente señalan este año como punto de partida de la transición en Uruguay, con el plebiscito en contra el proyecto institucional de la dictadura cívico-militar y el triunfo de la oposición a la propuesta del gobierno (y en el cual los estudiantes jugaron un papel fundamental)3. Esta etapa transicional implicó una liberalización del régimen dictatorial y una reaparición de los partidos y de la sociedad civil en la escena política (González 1985). El momento del retorno a la democracia se encontró con un auge históricamente novedoso de los movimientos sociales. El vacío relativo dejado por la proscripción de los partidos políticos abrió las posibilidades a que la sociedad uruguaya, acostumbrada al rol protagónico de los partidos, encontrara otros canales de expresión política colectiva. Es lo que se ha dado en llamar el momento “neocontractual” de la transición, donde el sistema político en momento democrático operó con una apertura a la negociación entre actores no mediatizados por los partidos políticos (Bayce, 1989).

Ya cuando se crea la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de Enseñanza Pública (ASCEEP4) en 1982, es posible hablar de un movimiento estudiantil constituido que no hace más que crecer. Ello le permite organizar actividades multitudinarias en torno a la Semana del Estudiante (17-25 de septiembre 1983), que culmina con una marcha y un acto en el Franzini el 25 de setiembre de 1983, y luego el Año Internacional de la Juventud 1984. Sin embargo, esa reconstitución también fue posible gracias a un entretejido de espacios de socialización informales e importantes (como ser asados, bienvenidas a nuevas generaciones, actividades deportivas) que- aunque a primera vista pueden parecer ajenas a las reivindicaciones políticas-cumplieron la función de ir gestando una identidad colectiva y generacional que fue clave para posteriores movilizaciones (5). Dentro de este entramado de espacios de socialización y reconfiguración del tejido social, entran las revistas estudiantiles. En este sentido, en el Manifiesto por una enseñanza democrática leído el 25 de setiembre de 1983 en el mencionado acto, los estudiantes reconocen el papel fundamental de estos espacios en su reconstrucción:

Debemos destacar también la importancia que tuvo para todo el triunfo opositor en el plebiscito de 1980 en el cual la juventud jugó un rol determinante, es en este contexto y recogiendo las anteriores experiencias de movilización que se van generando nuevas formas organizativas y de expresión como son nuestros asados multitudinarios, nuestras murgas y nuestras revistas. Día a día se van generando nuevos espacios llegándose a la formación de una mesa interrevista y luego al fortalecimiento de ASCEEP, en este fortalecimiento de la Asociación inciden varios factores

Esta nueva identidad no estuvo exenta de tensiones inter e intrageneracionales, ya que el movimiento estudiantil que surge con la restauración democrática lo hace sobre un legado histórico determinado, pero en un contexto nuevo en el que emergieron nuevas sensibilidades e improntas generacionales (Araujo, Del Singore, et al,1991). En tal sentido, la noción de democracia heredada de otras generaciones anteriores jugó un papel central en la configuración identitaria de estos jóvenes, ya sea por asimilación o por contraposición.

Métodos y fuentes

Este trabajo toma como punto de partida una combinación de testimonios, entrevistas en profundidad, estudio de documentos, textos y fuentes primarias disponibles en el Archivo General de la Universidad de la República y material de prensa del momento.

El Archivo General de la Universidad posee un rico y variado acervo de documentos y fuentes primarias donadas por muchos miembros de las generaciones que participaron activamente dentro del movimiento estudiantil en la década de 1980. Entre los materiales donados cabe destacar una predominancia de documentación perteneciente a la llamada generación de 1983. Algunos documentos de interés fueron una serie de publicaciones periódicas estudiantiles como ser Diálogo, Conciencia, Estamos, Integrando, Participación, Alternativa, etc., recortes de periódicos, convocatorias y folletos para actividades estudiantiles, lo mismo que documentos y declaraciones del movimiento estudiantil.

En este trabajo se pone el foco en las revistas estudiantiles que se publicaron y distribuyeron previo a la Semana del Estudiante para analizar las formas en que se van gestando determinadas identidades generacionales dentro de los estudiantes, cómo se tematiza la relación con generaciones de estudiantes anteriores, la forma en que se describe el rol de los estudiantes en la sociedad y la forma en que se va construyendo una definición, más o menos compartida, más o menos controvertida, de la democracia.

Una nota sobre la forma. Dado que este es un primer borrador y una primera aproximación a las revistas estudiantiles, se optó en general por incluir largos fragmentos de las citas analizadas para preservar el contexto original y, a su vez, dar voz a esos estudiantes en sus propias palabras.

Las revistas estudiantiles: esos medios alternativos de comunicación

Es posible identificar indicios de movilización estudiantil y resistencia clandestina previos a la irrupción estudiantil en el ochenta que dotaron de un legado organizacional y simbólico a las posteriores generaciones. Algunos eventos que cabe señalar fueron los sucesivos recordatorios de la muerte de Líber Arce a partir de 1968 (Sempol, 2004); los reclamos universitarios por demandas particulares, como ser la oposición a medidas que buscaron restringir el ingreso a la universidad, la creación de la mesa central de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) en 1978 sobre la base de las juventudes comunista y socialista (Porrini, 2012) y la reaparición de publicaciones periódicas estudiantiles hacia fines de los setenta (por ejemplo “Jornada” y “El Estudiante Libre”). Por otra parte, entre 1978 y 1980 se realizan diversas actividades de tinte gremial en diversas Facultades que buscaron generar espacios de socialización y reconstrucción del tejido social (como ser los ya mencionados asados, recepciones a las nuevas generaciones, cooperativas de apuntes, algunas reivindicaciones de tipo curricular). Finalmente, en el contexto del plebiscito del 80, se generaron un conjunto de acciones para ganar adhesiones para el NO, generándose un espacio de mayor activismo y fortaleciéndose un bloque de movilización anti-dictadura. Los testimonios acerca de las interacciones, las organizaciones y las solidaridades que se tejieron en estos procesos contradicen la tesis de ausencia de transición generacional ya que estos movimientos que operaron en la clandestinidad a través de grupos de base fueron buscando ganar espacios de legalidad.

En este contexto, en 1981 se produce la irrupción de revistas universitarias como forma de organización y difusión legal que buscaron abrir espacios de reflexión colectivas y la concomitante creación de la Coordinadora de Revistas.

En marzo de 1981 surgió la primera revista universitaria en la Facultad de Arquitectura (Trazo) y en octubre de ese mismo año surge Dialogo, que, aunque nace principalmente como una iniciativa de estudiantes independientes de Derecho, buscó nuclear a estudiantes universitarios de todas la Facultades y posteriormente también a estudiantes de secundaria6. La revista Diálogo se constituyó en una publicación de carácter universitario, no oficial, elaborada por estudiantes con la aspiración de ser la voz del sector estudiantil “dentro y fuera de la universidad” para, en sus propias palabras, “romper el hielo, en una generación que estaba dejando en la historia un prolongado silencio de casi ocho años: una universidad adormecida, esclerosada, incapaz de asumir su rol como creadora de cultura, y a la vez mostrando con mayor evidencia su carácter clasista por medio del polémico examen de ingreso”7. Ya desde su incepción se vislumbra la tensión entre una identidad generacional específica, intereses estudiantiles particularistas y una identidad social en transición que buscó romper con el imaginario que la dictadura quiso instaurar de una juventud despolitizada.

Entre mediados de 1981 y 1982, comenzaron a pulular las revistas universitarias en las diversas Facultades (Trazode Arquitectura,Siembraen Agronomía, Catálisisde Química, Integrandode Ingeniería,Encuentro Veterinario en Veterinaria, Balanceen Ciencias Económicas,Causade Derecho,Salud de Medicina8) y concomitantemente se gestó la organización de espacios más orgánicos de participación (aunque aún de resistencia implícita), como fue la creación de la ASCEEP y el Club de Ingeniería. Este mismo año, se consolidó la "Mesa Inter revistas", que agrupó a distintos núcleos de las revistas y cuya actividad trascendieron las tareas periodísticas, y se pactó lanzar la Semana del Estudiante para setiembre del 83 (Calicchio, 2002). Al decir de Jung (2010), aunque en un comienzo el carácter opositor y de resistencia no se explicitaba abiertamente, estas revistas constituyeron un espacio alternativo que permitió, por un lado, cohesionar y visibilizar al actor estudiantil e impulsar la participación juvenil durante estos años y, por el otro, constituirse en tanto “esfera pública alternativa” a los medios oficiales (Marchesi, 2009: 378).

Los medios alternativos de comunicación en los procesos de transición a la democracia juegan un doble proceso; interno y externo. Más allá del impacto que tuvieron las publicaciones al interior del ámbito estudiantil, las mismas se constituyeron un canal de expresión que trascendió dicho ámbito y que comenzó a visibilizar al actor estudiantil y difundir sus perspectivas y que permitió comenzar a construir espacios comunicacionales contrahegemónicos. El semanario blanco La Democracia anunció la llegada de “una Revista Joven”, “que busca llenar un vacío existente, desde hace mucho tiempo, en nuestro país (…) En anteriores números de nuestro semanario intentamos saludarlos, pero nos sorprendió la clausura. Vaya pues nuestro saludo y deseo que el diálogo sea fructífero” (23/04/82). Por su parte, la revista El Dedo en su segundo número en una caricatura titulada “Para No Pasar Vergüenza”, incluyó a la Revista Diálogo como un adminiculo imprescindible para todo asiduo asistente a un recital de canto popular (junto con el gamulan o campera “arquitectura look”, la cara profundamente filosa y los anteojos finos), sugiriendo su lugar indiscutido dentro de la cultura juvenil alternativa de la época y mostrando como dichas publicaciones lograron trascender los espacios comunicacionales circunscriptos a los centros educativos.

Es interesante recalcar la creatividad que desplegaron muchas veces las revistas estudiantiles para criticar a la dictadura en un momento en que, si bien comenzó a evidenciarse mayor tolerancia a la disidencia, la censura y la represión aun eran moneda corriente. Es posible ver una progresiva politización de los editoriales y artículos; mientras los primeros números son en general cautelosos respecto al contenido y alcance, refiriendo genéricamente a “cuestiones estudiantiles”, paulatinamente aparecen artículos abiertamente críticos. Por citar un ejemplo, en su primer año la Revista Diálogo (junio 19829) refería al “estado actual” de las calles de Montevideo para realizar una aguda critica a la situación institucional imperante en Uruguay durante la transición a la democracia.

CONSTITUCIÓN. Está bonita y antigua calle que tanto queremos los uruguayos. Se encuentra clausurada y a la espera de su próxima remodelación. Provisoriamente se la conoce con el nombre de ACTO INSTITUCIONAL.

DEMOCRACIA. Se encuentra cerrada al igual que el anterior. De fuentes oficiales se anuncia su próxima reapertura para noviembre de este año, pero esta será solamente parcial, ya que se permitirá únicamente circular por la mano derecha. El nombre actual de esta añorada calle no lo pudimos ver, porque la chapa estaba borrosa.

LIBERTAD. Su estado es realmente calamitoso. Fundamentalmente el deterioro se hace viento en la cuadra denominada DE EXPRESIÓN, la que, debido a las reiteradas clausuras, es prácticamente imposible de transitar. Los lugareños reclaman en forma tenaz ensanchamiento de esta arteria, que es vital para volver a ARTIGAS.

DEFENSA. A diferencia de las anteriores nombradas, luce esplendorosa. Sin embargo, hay mucha gente que considera que los cuantiosos gastos que se realizan en ella son la causa del patético deterioro de ECONOMÍA, TRABAJO, PROGRESO y otras importantes calles.

En octubre de 1982, se realizó un simposio “Los jóvenes y los medios de comunicación” organizado por el Foro Juvenil. Las revistas universitarias, invitadas a participar, realizaron una ponencia colectiva para expresar su punto de vista respecto al rol y la experiencia de las revistas universitarias hasta el momento. Las revistas estudiantiles se presentaron como un medio alternativo de comunicación frente a la prensa masiva, oponiéndose a los medios oficialistas empresariales, a los que se acusó de dejar al lector en papel de “simple espectador”. Las revistas estudiantiles, por contraposición, se vieron a sí mismas como actores proactivos que buscaron regenerar espacios de sociabilidad. En propias palabras de los estudiantes en el mencionado simposio:

(...) analizándolas como medios de comunicación, las revistas tienen ciertas características que le son propias, y que se oponen a la de los tradicionales medios de comunicación. Éstos responden a una organización empresarial de tipo burocrático, conformando un oligopolio que deja al lector el papel de simple espectador. Establecen una serie de canales que, unilateralmente, llegan a invadir la vida privada, mediatizando las relaciones humanas. (...)

Las revistas universitarias, en cambio, se identifican con el medio que las produce, ya que son estructuras propias de los estudiantes, que les devuelven su derecho a ser protagonistas de su historia. Son estructuras abiertas y profundamente participativas, que establecen una relación directa entre quienes las emplean como medio de comunicación. Cumplen con el fin de rendir un servicio a sus usuarios, buscando brindar una información jerarquizada de acuerdo a sus necesidades, y promoviendo a través de planteos y cuestionamientos, la formación de una opinión seriamente fundada.

(...) constituyen una alternativa que reivindica, por su existencia y funcionamiento, el derecho a la libre información y, sobre todo, el derecho de dirigir los medios de comunicación inherente a toda sociedad que levante la bandera de la democracia.

Los sonidos del silencio y la revalorización de la democracia

Durante el proceso de democratización en el Uruguay se comienzan a vislumbrar un cambio en la cultura política y un proceso de “reconversión ideológica” que se vio claramente reflejada en el plano discursivo con una revalorización de la democracia y un paulatino “abandono” de la idea de la transformación revolucionaria (Caetano y Rilla: 1995, Mieres y Argones, 1989). “Se constató una reorientación discursiva en general de valorización de la importancia de la democracia representativa a partir de la experiencia autoritaria” (Serna, 2000: 197). Por otro lado, se comienzan a procesar choques generaciones entre las culturas políticas pre-transicionales y nuevas culturas emergentes. En nuestro país podríamos trazar la aparición de estas nuevas luchas a la década del 80, momento en el cual surge la llamada “generación dionisíaca” (Perelli y Rial: 1986; Bayce: 1989) que se caracteriza por poner el énfasis en la calidad de vida cotidiana, en la participación, en las nuevas formas de expresión culturales.

Es posible encontrar constantes referencias en las revistas al nacimiento de “una nueva generación”, que se buscó diferenciar de sus antecesoras y, en especial, separar de esa idea de “silenciamiento” que se le había impuesto. Las revistas aparecían como un vaso comunicante de dichas voces que por fin serían escuchadas. Este afán por deshacerse del estigma de la llamada “generación del silencio” es una constante en todas las publicaciones estudiantiles de la época y estuvo muy presente en el discurso estudiantil de la generación 83 (“No somos la generación del silencio, quisieron que fuéramos la generación del silencio, pero como siempre, los autoritarismos fracasan10). El extracto que sigue a continuación da cuenta de la responsabilidad depositada en las revistas estudiantiles como canales legales para apoyar la lucha por la democracia (externa) pero a través de formas de organización también mucho más democráticas (interna). Es decir, los espacios de las revistas se constituyeron en micro mundos a escala del tipo de sociedad que se buscaba construir y, en dicho sentido, fueron espacios de socialización y de construcción identitaria sumamente relevantes para las subjetividades estudiantiles del momento11. Las revistas estudiantiles sirvieron como un espacio que buscó reflejar en la forma el tipo de solidaridad y vinculo que pretendía construir fuera de las paredes universitarias. Incluso, es posible decir que estas nuevas formas de organización dieron lugar a espacios más horizontales y menos jerárquicos que los que había conocido tradicionalmente el movimiento estudiantil uruguayo.

El fenómeno de las revistas universitarias ha venido a quebrar la inmovilidad superficial que ocultaba la efervescencia estudiantil; introduciendo en este vacío la voz del sector juvenil que se eleva para desmentir su apodo de la generación del silencio: aportando una nueva de dinámica que permite el desarrollo progresivo de la corriente renovadora dentro de la universidad.

Los comienzos fueron difíciles, por un lado, porque para dar los primeros pasos hubo que vencer el aislamiento en que nos encontrábamos. Hubo que afirmar la confianza en nuestra capacidad de hacer, desestabilizada por una trayectoria enmarcada en la pasividad. Hubo que enfrentar la falta de experiencia. Por otro lado, estaba el problema de las carencias de recursos materiales y técnicos, hay que agregar una falta de apoyo generalizada, en algunos casos agraviada por la posición de las autoridades.

(...) El sistema democrático adoptado por los grupos desde un comienzo y fue necesario, y al crecer estos, instrumentar nuevas formas de participación: se subdividió el trabajo en la creación de comisiones que tomaron a su cargo todos aquellos que se fueron integrando.

Como el fragmento anterior ilustra, las revistas estudiantiles, tal como las teorizaron los propios estudiantes del momento, permitieron ir generando una nueva modalidad de militancia más velada y sigilosa que tuvo por finalidad reconstruir el tejido social del estudiantado que había quedado desarticulado, y así generar una identidad estudiantil colectiva. Dentro de este esfuerzo sistemático por regenerar un entretejido de espacios de socialización informales pero importantes las revistas permitieron dar difusión y visibilidad a dichos espacios. Entre las diversas referencias que aparecen en las revistas estudiantiles cabe destacar los asados, las cooperativas de apuntes, las bienvenidas a las nuevas generaciones, las murgas y bailes y las actividades deportivas. Aunque a primera vista estas actividades puedan parecer ajenas a las reivindicaciones políticas, la función de gestar una identidad colectiva y generacional fue, no obstante, clave para viabilizar las posteriores movilizaciones (Markarian, Jung y Wschebor, 2009). Por otro lado, dichas actividades fueron surgiendo como espacios propicios para reclutar estudiantes a las filas de la militancia, en una primera instancia clandestina y paulatinamente más abierta. En este sentido, es interesante la reflexión que se realiza desde el Boletín de Estudiantes de Ingeniera 12 de este proceso de transformación que permitió catalizar a las revistas desde espacios de socialización política más informal a gérmenes de actividad gremial:

Hasta el año 81 la facultad de ingeniería era un frío recinto fuertemente vigilado donde no existían condiciones para actividad gremial, ni siquiera para formar grupales de vida estudiantil. Lentamente, y con el esfuerzo de muchos compañeros durante meses, los estudiantes fuimos abriendo espacios públicos, buscando formas de Integración, organizando actividades masivas y construyendo en definitiva el germen de una actividad gremial. De esos primeros encuentros y discusiones fue surgiendo a la conciencia colectiva de una enseñanza antidemocrática, autoritaria y excluyente, a la que empezamos a responder, también por múltiples vías, con nuestras reivindicaciones y propuestas. (...)

Durante los 16 meses que nos organizamos en el Club, dimos un proceso en el que la estructura y el trabajo fue tomando cada vez más forma y contenido gremiales, y en el que articulamos a través de ASCEEP, nuestra lucha con el resto de los estudiantes y con todo el movimiento popular.

A fines del año pasado los estudiantes nucleados en el Club decidimos retomar el nombre del histórico gremio de los estudiantes de ingeniería, en intención de avanzar de esta forma en la conquista de la libre agremiación, y reafirmando con este nombre nuestra voluntad de ser continuadores de las generaciones de estudiantes que nos precedieron.

La reconstitución del tejido social -democrático y plural- implicó apelar a nuevas formas de socialización propias de una identidad generacional en transición- que se contrapuso a la identidad generacional de la década del sesenta y que intentó politizar- y muchas veces democratizar- nuevos espacios. Vemos como la nueva identidad del movimiento estudiantil que emerge en este contexto está plagada de tensiones intergeneracionales e intra-generacionales, que se expresaron a través de relaciones ambivalentes tanto en cuestiones organizacionales como en el discurso, y las revistas estudiantiles no estuvieron ajenas a estas tensiones, más bien fueron espacios para irlas resolviendo. El movimiento estudiantil que surge con la reapertura y que apuntó a la “reconstrucción de la memoria histórica del movimiento estudiantil y reivindicó el legado de la generación universitaria anterior a la intervención” (Markarian, Jung y Wschebor, 2009), tuvo también que aggiornarse y apelar a una impronta generacional propia que le permitiera generar arraigo en las nuevas filas de estudiantes que ingresaban a la universidad. En la medida que el sentido de “lo político” debió resignificarse durante principios de los ochenta, esto implicó en sí mismo un quiebre en la sensibilidad estudiantil. “El tema de la innovación y la creatividad fue muy importante. La capacidad de salir de los canales normales y hacer cosas diferentes caracteriza la generación. Ante la imposibilidad, la creatividad de pensar otras cosas es muy importante13. En algún sentido, el nuevo discurso político adquirió aspectos de índole más “posmodernos”, caracterizados por una secularización de la práctica política, una preponderancia del realismo político por oposición al utopismo característico de la izquierda en los sesenta y una revalorización del presente y la democracia en tanto fin (Mallo y Marrero, 1990).

Sin embargo, hay un afán constante por posicionar a la nueva generación de estudiantes dentro de una saga mayor que provee a los “recién llegados” de un arsenal de simbologías y banderas que son esenciales para una identidad en construcción. Como dice una nota en Diálogo, “nuestra Universidad tiene una rica tradición estudiantil. Estudiantes han sido quienes le impulsaron a renovarse. Estudiante fueron quienes marcaron el rumbo en momentos de crisis. Estudiantes fueron también quiénes ofrecieron la mayor cuota de sacrificio y entrega. Todos los momentos claves de la vida nuestra universidad fueron testigos de este aporte estudiantil: cuando la universidad necesitó de ellos, los estudiantes no faltaron a la cita. Hoy, estamos viviendo uno de esos momentos"14. Es decir, los estudiantes comenzaron a verse a sí mismos como continuistas de una identidad colectiva de larga data, pero buscaron imprimirle un contenido nuevo, acorde a los tiempos que corrían.

Es sugerente un artículo que apareció en Diálogo (junio, 1982: 42) en la sección “Para la Polémica”, titulado “Una generación sin vanguardia” que narra justamente esta crisis de identidad por la que atravesó la generación de la reapertura democrática que intentó encontrar en ese aparente vacío un terreno fértil para la emergencia de elementos nuevos. A partir de una autocrítica, relacionada con la posición privilegiada de muchos estudiantes en relación con el conjunto de la estructura social, un creciente consumismo y una aparente apatía, se identifica una oportunidad para desarrollar una impronta generacional nueva, inédita, que permita devolver el rol protagónico a la juventud y a los estudiantes (“temos un mundo por delante, que sea nuestro”) en contraposición al “medio castrador y tradicionalista”. Sugerentemente se habla de “abrir nuevas puertas” a través de “nuevas llaves”, pero para volver a ser, “vanguardia” (un concepto y una aspiración claramente heredadas de las generaciones anteriores).

Es verdad que somos, "la generación del coletazo ", porque mal que bien tenemos reflejos de época, con más libertades (no con libertad), con algún concepto claro, que nos quedamos, nos dejaron, en cierta medida, sin raíces, sin enseñanzas, que nos limitan en la práctica, por sobre todo en eso.

Es así, que, dentro de este entorno, dentro de este medio castrador y, tradicionalista, intentamos crecer, vivir, aprender. Pero también creemos que esa castración fue y es no solo a nivel material, intelectual, sino fundamentalmente a nivel humano. (...)

Ahora bien, cabría la pregunta, ¿En qué grado no somos nosotros también culpables de esta situación? Pensamos que el sí; es contundente cuando miramos y nos desprendemos un poco de nuestras vivencias individuales, analizando más objetivamente nuestra generación y concluimos en lo apáticos, desmotivados y poco atractivos que somos los jóvenes en este país.

Vemos que la teoría nos rebasa, nos inunda, cuando vemos nuestra propia incoherencia al hablar de lo popular, al vestirnos y adornarnos con lo popular, al hablar del trabajador, de su realidad, y ver que pocos de nosotros han pisado una fábrica en su vida; es más, habla de la realidad del obrero y el papi lo sigue buscando, cuando el laburante cobra por mes apenas un salario que le permite subsistir; en cambio nosotros seguimos en la rosca consumista comprando vaqueros de medio palo o championes que valen cerca de uno, mientras que el trabajador la única marca de jeans que conoce es la del overol sanforizado por supuesto que viene de arriba, se lo da a la fábrica, porque para él son todos iguales. (...)

Somos "ilustres" porque hablamos de futuro y ni siquiera nos damos cuenta de que presente nos está tragando (...)

Es necesario siempre para abrir viejas puertas tener llaves nuevas, en este caso, nuevas formas aplicables para un país que vive muerto desde hace tiempo.

Hoy la responsabilidad de ser mejores nos corresponde solamente a nosotros, a la sangre viva de un pueblo, a los jóvenes. (…)

Hoy, aquí, ahora, tenemos cosas para decir, para hacer, cosas que importan, que valen, que son. Tenemos un joven y un mundo por delante, que sea nuestro.

¿Entonces como aceptar ser una generación innovadora de la nada?

¿Cómo aceptar pasar por la vida sin desafiarla, sin dejar huellas, sin descubrirnos?

¿Cómo dejar que la muerte nos viva y que irónicamente asista a nuestro propio entierro?

Tal vez la generación del silencio se hable algún día, como la generación muerta antes de nacer, o de aquella que, con muy poca vida, dio a luz un ser y fue vanguardia.

Esa simbiosis entre el adentro y afuera

Si se observa al movimiento estudiantil a través de los editoriales de sus revistas es posible ver indicios de una actitud paulatinamente más crítica y reivindicativa en relación con la Universidad, pero a través de las discusiones sobre la transición en la esfera universitaria y educativa, también se fueron gestando discusiones en torno a la transición y democracia en general15. En tándem, y a medida que las revistas comienzan a exigir un rol más protagónico de los estudiantes para revertir la crisis institucional de la Universidad, demandando mayor participación en los procesos de reforma interna, y mientras la realidad del país avanzaba, la discusión sobre la participación interna comenzó a tener correlatos en disputas acerca del rol del estudiante en la transición política del país. El trabajo del Foro Juvenil (198516) recoge este proceso de amplificación de las demandas y de constante paralelismo entre los embates autoritarios y los procesos de democratización que acontecían al interior de la universidad y los que ocurrían afuera. Por ejemplo, la nota editorial de Trazo (8 de mayo de 1982) al referir a los requisitos necesarios para una transición planteaba: “esto quiere decir que- hoy por hoy-el problema de la Universidad es el problema de la participación. Por lo tanto, y entendido el termino de “transición” como el pasaje de una situación dada a una futura (para nuestro caso, de una situación deficitaria actual a una situación ideal), esta habrá de entenderse en la Universidad como el pasaje de la no participación a la participación total, de la intervención a la autonomía”. Similarmente, en el artículo Diálogo (junio 1982) titulado “La conformación de la incapacidad y la importancia”, se plantea que “es la hora entonces, de que los universitarios reasumamos la responsabilidad de dirigir la Universidad. Es la hora de que los estudiantes, los docentes y los egresados discutamos y planeemos hacia adelante, porque la intervención extrauniversitaria se ha demostrado más que incapaz de hacerlo”. En Siembra (8 de junio 1982), en el artículo ¿Hacia dónde va la universidad?, y en referencia a la discusión en torno a una nueva Ley Orgánica para la universidad, se concluye: “consideramos que el destino de la Universidad no puede ser decidido solamente por un grupo de personas arbitrariamente designadas”. En otro número de Trazo (9 de julio de 1982), en un artículo titulado ¿De qué transición me habla?, se llama precisamente la atención sobre ese juego entre la Universidad y el proceso político que atravesaba el país: “evidentemente un pasaje de una situación de hecho a una de derecho no se hace haciendo leyes, sino habilitando a quienes deben hacerlas en un marco de participación y libertades. Si no, no habrá consenso, y tampoco transición17.

El siguiente ejemplo de la revista Diálogo18, aunque extenso, es un ilustrativo fragmento que muestra este proceso de amplificación de las demandas y de identificación de las causas universitarias con las de la sociedad uruguaya (una suerte de “simbiosis” para usar las palabras de los propios estudiantes), con la concomitante ampliación de la noción de democracia. En este caso, vemos como, a través de un juego de espejos, se hace una crítica de la autoproclamada despolitización de la Universidad llevada adelante por el gobierno de facto y se invoca la necesidad de repolitizar las problemáticas universitarias. La universidad debe ser vista, en esencia, como una institución política y como una institución democrática, y democrática en un sentido que ahora incluye la dimensión económica además de la participativa. En esta acepción de democracia, que para los estudiantes ha sido “tanto y tan mal usada”, se incluyen elementos de democracia económica que engloban, a su vez, la necesidad de revisar el carácter elitista de la Universidad y ampliar la participación social:

Hasta el año 1973 la Universidad de la República era en realidad la República de la Universidad. Vivíamos una Universidad politizada con signo opuesto al sentido democrático de la nación. En la universidad se discutían y profesaban idea foránea, contradictorias con nuestro estilo de vida. Podríamos seguir citando comentarios oficiales oficiosos, pero todos coincidentes. Desde hace años parece ser que todas las voces audibles están de acuerdo en esto, cuando de la universidad se habla. Es más, todo el mundo aparece convencido de que la supresión de esa realidad politizada era necesaria.… Por el contrario, como, en la versión oficial de intervención de la Universidad y de la Enseñanza en general, ha permitido la despolitización de la educación y la implantación del orden y la paz en los centros de estudio (...)

No es verdad que la universidad haya sido despolitizada y esto no por error en los métodos o en la elección de modelo sustitutivo. La verdadera causa consiste en que semejante propósito constituye una absoluta imposibilidad. La universidad es en esencia una institución política. (...)

Si proponemos una Universidad democrática y de ingreso libre, esta propuesta implica el concepto ideológico de la extensión de la educación y la participación social a las grandes mayorías de la población. Fácil es ver que esa opción universitaria trae aparejado una concepción sociopolítica, esto es, un modelo de sociedad democrática y abierta dentro de la cual esa universidad pueda funcionar y tener sentido.

La historia de nuestra universidad es el mejor ejemplo de esa simbiosis inevitable entre universidad y el país (…)

Queremos una universidad democrática porque entendemos que la misma no tiene sentido si no vuelca sus mayores esfuerzos al mejoramiento de la situación de las grandes mayorías olvidadas de la población, desarrollando en ese sentido, la permanente investigación en las ciencias y la cultura en general.

Queremos una universidad democrática para que puedan acceder directamente todas las clases sociales, multiplicando para eso los tipos de cursos y las carreras y atendiendo los horarios de quienes trabajan.

Queremos una universidad democrática y participante que se ocupe de buscar soluciones a los verdaderos problemas del país, realizando una labor fecunda y productiva, en lugar de anular aún más los lazos de dependencia de su desarrollo.

Queremos una universidad democrática que sea capaz de definir sus propios objetivos y los medios para lograrlo a través del cogobierno de docentes, egresados y estudiantes debidamente asociados, amparado por un auténtico estatuto de Autonomía. Éstos son apenas los lineamientos de los cuales emprendemos la tarea de repensar la Universidad.

Como suele ocurrir, la sinergia entre movimientos sociales y el contexto en que se desenvuelven no permite discernir claramente la direccionalidad y causalidad de su vínculo, pero es posible decir que los estudiantes modificaron su entorno, logrando articular cada vez más sus demandas con las de otros actores sociales y, a su vez, que la propia experiencia de la participación y la organización los fue modificando sobre la marcha. Es interesante ver como las revistas estudiantiles del 83 ya refieren a un movimiento estudiantil constituido que, aunque con discrepancias de rumbo y de métodos de lucha a la interna, se autoproclama como un todo unificado:

En el ámbito estudiantil existe un acuerdo más o menos expreso en cuanto a las grandes definiciones de la Universidad que queremos. La concebimos democrática en su estructura interna y democratizadora en su función social y pensamos volcada a la búsqueda de un auténtico desarrollo social y económico, que nos libere de la pobreza y la dependencia. Lo que no siempre estamos tan de acuerdo, es en los medios para buscar esos fines.

De esas discrepancias en cuanto a medios, están compuestos nuestros más grandes errores y fracasos.

Puede afirmarse que los objetivos elevados y positivos en lo que estamos de acuerdo para la Universidad, se torna inalcanzable si no somos capaces de unificar nuestro accionar y empujar todos en una misma dirección.

Si queremos ser una fuerza influyente para el futuro de la universidad, debemos aprender a actuar como un verdadero grupo de presión; demostrar con nuestros actos y la coherencia de nuestras posiciones, no solo que somos un sector capaz de cogobernar la universidad, sino que sin nuestra participación sería imposible encontrar una salida verdadera y durable19.

Conclusiones (muy) preliminares

Aunque la participación del movimiento estudiantil en las movilizaciones por el “NO” en el plebiscito del ochenta ya lo presentó como un movimiento social importante en la esfera pública, es recién durante el año 1983, entre el 1 de mayo y la organización de la Semana del Estudiante (con las movilizaciones que se generan en torno a dicho evento), que se puede hablar de una capacidad de movilización masiva y un ejercicio real de la capacidad de incidencia del movimiento estudiantil uruguayo de la transición. El 1983 eclosionó el potencial de resistencia acumulado hasta el momento y aparece un plan de lucha y movilización más “radical” que el que había prevalecido hasta el momento. Sin embargo, para que esta primera cara del poder estudiantil quedara de manifiesto, fue fundamental dar visibilidad a las necesidades y demandas estudiantiles primero, conectar dichas demandas con las problemáticas que acontecían más allá de sus propios muros, y politizar a los estudiantes para que dejaran de percibirse como actores aislados para visualizarse como agentes activos de un movimiento social (es decir, moverse en los intersticios de la segunda y tercera cara del poder). Sin estos pasos previos, no sería posible hablar de generación del 83.

“Estudiante, sal afuera / venciendo la soledad / la noche se hace día / sal afuera y lo verás. / Nuestra casa destruida / el pueblo levantará / de esa pared solidaria/ somos un ladrillo más” (Faroppa & Espasandín, 198320)

La “Marcha del Estudiante” creada para la Semana del Estudiante e interpretada por diversas murgas estudiantiles de varias facultades buscó dar cuenta de ese aparente “despertar” del movimiento estudiantil. Un movimiento estudiantil que se vio a sí mismo como un “ladrillo más” de un pueblo “que se levantaba”. Se produjo un cambio fundamental entre 1980 y 1983; estudiantes como Juan, huérfanos “de memoria histórica y de elementos para comprender su presente”, había logrado reconstruir un legado común y pasar a sentirse parte de un colectivo mayor, “salir afuera” e intentar reconstruir esa casa “destruida casa” que era la Universidad. Una vez transitados esos intersticios, las revistas dejaron de jugar ese papel central y las voces comenzaron a ser expresadas y escuchadas de otras formas.

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2*Este artículo fue publicado originalmente en 2018, en el volumen 22(2) de la Revista de Historia Social y de las Mentalidades, editada por el Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile (ISSN: 0717-5248 ISSN en línea: 0719-4749). Enlace al artículo original: http://www.revistas.usach.cl/ojs/index.php/historiasocial/article/view/3643/26002939

Contribución autoral: a) Concepción y diseño del trabajo; b) Adquisición de datos; c) Análisis e interpretación de datos; d) Redacción del manuscrito; e) revisión crítica del manuscrito. G.G. ha contribuido en a, b, c, d, e.

Editor responsable: Leandro Delgado

1Revista “Diálogo”, Año I, N8, Setiembre de 1982, p. 34-35.

2Revista Causa Año 1 N° 1 (Estudiantes de Derecho y Ciencias Sociales). Editorial “Una “causa” que es nuestra”.

3Carlos Demasi “La «apertura democrática» como tema de análisis”, Revista «La Gaceta» Abril, 2005.

4ASCEEP fue creada por estudiantes de Facultad de Derecho, dentro de la legalidad vigente, una sociedad civil sin fines de lucro con objetivos más o menos genéricos en sus inicios pero que logró ir generando un espacio de participación y organización.

5Según Markarian, Jung y Wschebor (2009) la ASCEEP pasó de 300 socios iniciales a 2.500 en 1983.

6La revista cesa de publicarse a mediados de 1983 en su onceavo número

7Dialogo: Una experiencia de participación. Ponencia presentada en el Simposio Sobre “Los Jóvenes y los medios de comunicación”, Foro Juvenil, AMPU. Montevideo, 1-3 de octubre, 1982.

8Ver Jung, 2010.

9Revista Diálogo Año 1 N° 5, junio de 1982, “Humor”, En La educación moral: un instrumento de información. La Universidad es una Institución Pública, p. 13.

10Manifiesto por una Enseñanza Democrática, el 25 de septiembre de 1983

11Transcripción disponible en Revista Causa (1982: 17-19) de ponencia “La Juventud Universitaria y los medios de comunicación. Simposio Sobre “Los Jóvenes y los medios de comunicación”, Foro Juvenil, AMPU. Montevideo, 1-3 de octubre, 1982. Trabajo realizado por Catálisis, Integrando, Encuentro Veterinario, Siembra, Balance, Causa y Trazo.

12Breve Reseña en Boletín Centro de Estudiantes de Ingeniería Año 2, Número 15. CEI-ASCEEP

13Testimonio de Jorge Rodríguez en Mesa 12 “Estudiantes y jóvenes generaciones de la FEUU a la ASCEEP-FEUU” en Jornadas a 40 años del Golpe de Estado y Dictadura.

14“Democracia, Autonomía y participación” en Diálogo, Año 1, n3, marzo 1982, p. 4.

15Serrentino, José Felipe. 1985. “Movimiento Estudiantil y Transición Universitaria”, Foro Juvenil. Trabajo en base a servicios de documentación propios.

16Al analizar dicho proceso, el trabajo concluía que “la transición desde abajo comienza a gestarse” (p. 16)

17Fragmentos de revistas estudiantiles recogidas en artículo de Foro Juvenil, 1985: 12.

18“Hacia una universidad democrática (1). La universidad es una institución política” en Diálogo, junio de 1982.

19“Editorial: ¿De quién depende el futuro?” en Diálogo Revista Universitaria, marzo de 1983, Año 2, n10

20“Marcha del Estudiante” (1983). Letra: Juan Faroppa; Música Manuel Espasadín y Juan Faroppa. Cantada por Murga “La Entubada” (Facultad de Química), “No hay derecho” (Facultad de Derecho), “Contra la Fachada” (Facultad de Arquitectura), “Criticanto” (Facultad de Ciencias económicas).

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