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Dixit

versión impresa ISSN 1688-3497versión On-line ISSN 0797-3691

Dixit  no.32 Montevideo  2020  Epub 01-Jun-2020

https://doi.org/10.22235/d.vi32.2187 

Ensayo bibliográfico

Capitalismo, pandemia y crisis global: reflexiones sobre la covid-19 y nuevas formas editoriales

Capitalism, pandemic and global crisis: reflections on the covid-19 and new editorial forms

1 University of Southern California, CA. Correspondencia: correapo@usc.edu


Sopa de Wuhan. Editado por Pablo Amadeo. ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), 2020. 188 págs.

La fiebre. Editado por Pablo Amadeo. ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio), 2020. 262 págs.

El mundo entero ya lleva al menos tres meses lidiando con las peores consecuencias de la covid-19: hospitales abarrotados, varios miles de muertos, economías frenadas, aislamiento y distanciamiento social, sumados a la incertidumbre sobre cuándo vamos a poder volver a la normalidad. A esta altura, Europa ya parece haber pasado lo peor. España e Italia, los países más golpeados, empiezan a mostrar síntomas de recuperación. También Francia comienza a levantar algunas de sus estrictas medidas de defensa contra el virus. Mientras tanto, Estados Unidos aumenta su cifra de infectados y de muertos, siendo el estado de Nueva York el más golpeado. La crisis allí ha destapado la perversidad de un sistema de salud fuertemente privatizado que deja sin acceso a la salud a millones de personas que no cuentan con los recursos necesarios para recibir atención. Por último, dentro de América Latina se presentan situaciones diferentes: Brasil es, por lejos, el país más afectado en cuanto a número de fallecidos, pero el escenario en Argentina y Chile ha empeorado de manera muy pronunciada en los últimos días. La situación en Perú y Ecuador también es grave. Mientras tanto, Uruguay es uno de los países que mejor ha sabido lidiar con el virus, con entre 1 y 10 casos nuevos diarios y una cifra de fallecidos que, hasta la fecha en que se escribió este ensayo, llegaba a 20.

Este escenario de novedad e incertidumbre ha llevado a varios intelectuales y académicos de Occidente a esbozar sus reflexiones en torno a la crisis del capitalismo, la destrucción del medio ambiente, el estado de excepción y sus mecanismos represivos, la vigilancia y el control social y la regularización biopolítica, entre otras cuestiones, todos problemas que la covid-19, en algunos casos ha dejado en evidencia y en otros intensificado. Entre varias recopilaciones que circularon por las redes en formato PDF, la iniciativa editorial ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) publicó dos tomos titulados Sopa de Wuhan y La fiebre. El primero recoge principalmente la palabra de intelectuales europeos y norteamericanos de renombre, aunque también aparecen tres nombres latinoamericanos. El segundo tomo compila textos que fueron escritos desde una perspectiva netamente latinoamericana, destacando el pensamiento de sociólogos, historiadores, periodistas e investigadores principalmente del Río de la Plata.

El texto que abre Sopa de Wuhan pertenece al filósofo italiano Giorgio Agamben, publicado originalmente en el mes de febrero en el portal quodiblet.it. Agamben se ha forjado un nombre en el terreno del pensamiento filosófico occidental a partir de su continuación --él diría “corrección”-- del concepto de biopolítica, elaborado inicialmente por el filósofo francés Michel Foucault a fines de los setenta, y su fusión con la teoría de la soberanía del jurista alemán Carl Schmitt. En su obra más importante, Homo sacer: poder soberano y la nuda vida, publicada originalmente en 1995, Agamben señalaba la novedad de la biopolítica moderna: la entrada de la vida desnuda (es decir, la vida biológica) en los mecanismos y cálculos del poder estatal en la forma de una inclusión exclusiva. Lo que quiere decir con esto es que los cuerpos son incluidos en la forma de su abandono a la muerte, desprovistos de toda humanidad. El abandono de la vida se produce cuando el Estado soberano se convierte en un Estado de excepción y las libertades son suspendidas, eliminadas en nombre de una aparente amenaza con el fin de perpetuar todo tipo de calamidades.

Sopa de Wuhan recoge dos intervenciones de Agamben sobre la covid-19. En la primera, el filósofo dice lo que ya venía diciendo desde que inició su proyecto del Homo sacer: que el Estado de excepción se ha convertido en la norma y que el coronavirus es tan solo una manifestación más de esto. Aparte de la carencia de novedad de su argumento, lo que más se le critica a Agamben es el extremismo de sus declaraciones. En este caso, el confinamiento y el distanciamiento social parecen medidas razonables: fueron y son necesarias para frenar el avance de un virus que no es solo una gripe más, como la define él mismo en su columna. El decreto de emergencia sanitaria es entonces comprensible, lo que no quita que pueda llevar (y ya ha llevado en algunos países) a acciones antidemocráticas de vulneración de derechos humanos o a una extensión de los dispositivos de seguridad. Pero Agamben ve en estas medidas de distanciamiento social solo la manifestación de la malicia extrema del Estado.

Un camino similar parecería tomar la activista boliviana del feminismo radical María Galindo quien, en sus reflexiones, define al coronavirus como “una forma de dictadura mundial multigubernamental policíaca y militar” y como una absurda orden de distancia y confinamiento. Incluso asevera que podría ser el Holocausto del siglo XXI, como si el virus tuviese una racionalidad propia y como si los llamados al confinamiento, de vuelta, no fueran vitales para luego poder salir con más fuerza y determinación políticas. Galindo llama a desobedecer; pero desobedecer, en las actuales circunstancias, es más un gesto de autodestrucción que otra cosa, o al menos es el sentimiento que subyace detrás de la paralización de la decena de estallidos sociales que ocurrían en el mundo en el momento en que surgió la pandemia y cuando se decretaron los estados de emergencia a escala planetaria. Galindo agrega que el espacio social de acción democrática (las calles, el contacto cara a cara) ha sido eliminado, pero eso era algo inevitable. Lo que cabría preguntarse entonces es qué tipo de acción política puede tener lugar bajo estas circunstancias. Un ejemplo que viene a la mente es el de la Marcha del Silencio en Uruguay, un movimiento multitudinario que se lleva a cabo cada 20 de mayo para recordar y exigir justicia por las personas que fueron desaparecidas durante la dictadura cívico-militar y que, este año, tuvo que adoptar un nuevo formato -virtual y también con intervenciones en distintos lugares de la capital del país- que la convirtió en un acontecimiento igualmente emocionante y removedor.

La filósofa norteamericana Judith Butler, reconocida por sus trabajos sobre género y por sus miradas políticas con respecto a la manifestación del poder y la precarización de la vida, fue una de las más críticas de la posición de Agamben. En una entrevista que le realizó La Tercera de Chile en abril de este año argumenta que, ante la situación actual, se necesita una acción gubernamental sólida para poder garantizar la distribución equitativa de recursos médicos y el cuidado de los ciudadanos. Pero es imposible que esto pueda darse en el marco del sistema capitalista en el que vivimos. Butler denuncia las desigualdades ocasionadas por el capitalismo y propone revitalizar el “imaginario socialista” a través de un sistema de salud público y universal que considere a todas las vidas como iguales y de una sociedad que respete los derechos de todos. Las luchas políticas encarnadas en los movimientos sociales dan pie para pensar en otro tipo de sociedad más libre, igualitaria y democrática. En su último libro traducido al castellano, Cuerpos aliados y lucha política: hacía una teoría performativa de la asamblea, Butler ya había hecho énfasis en la importancia de la asamblea, entendida como la aparición conjunta de “cuerpos precarios” que se enfrentan al poder institucional. La precariedad es un concepto clave para comprender la lógica de exclusión del sistema capitalista que engloba a todos esos cuerpos que no se “adaptan” a lo que se espera de ellos. Los “cuerpos precarios” refieren tanto a los pobres como a las personas negras, los latinos, los individuos del colectivo LGTBI, los movimientos feministas y todos aquellos que reclaman día a día sus derechos y los pone a prueba. Tras la formulación del filósofo francés Jacques Rancière, se podría decir que estos actos de enunciación son los que dan lugar a procesos de subjetivación política a partir de la construcción de escenarios de disenso.

El disenso o el desacuerdo con respecto a la distribución de lugares y formas de ser y hacer determinadas por el poder que emana de la institución del Estado y de las relaciones sociales configura el espacio de aparición y expresión políticas. Aquí las reflexiones de Butler sobre la vida precaria y el carácter performativo de la asamblea y las de Ranciére con respecto a la subjetivación política encuentran una posible articulación. Los cuerpos precarios se transforman en sujetos políticos cuando desafían la situación en la que los coloca el sistema capitalista dominante rehusándose a ser identificados de una determinada manera.

Butler no es la única que denuncia las graves deficiencias del capitalismo que gobierna el mundo. El teórico esloveno Slavoj Žižek, una figura tan conocida como polémica dentro del mundo de la academia, expresa -en su intervención titulada “El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo Kill Bill”- que el virus puede dar fin al capitalismo y dejar el camino allanado para la instauración de un “nuevo comunismo” que se funde en la cooperación y en la solidaridad internacional. Tomando como referencia la escena final del filme Kill Bill vol. 2 de Quentin Tarantino, Žižek dice que el virus sería como la “técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos” que Uma Thurman le asesta a Bill, aplicado en este caso al capitalismo. Recordemos que, en la película, luego de acusar el golpe, Bill sigue hablando durante algunos minutos con su atacante como si nada hubiera pasado hasta que se levanta de su silla, da unos pasos y finalmente cae muerto sobre el césped. Según el esloveno, el virus tendría el mismo efecto sobre el actual sistema global. Las palabras de Žižek ofrecen una perspectiva más fresca que la de varios de sus contemporáneos, cuyas reflexiones se tornan repetitivas. No parece haber dudas de que el virus está mostrando las ineficiencias estructurales del sistema. Sin embargo, ¿puede efectivamente un virus derrocar al capitalismo?

El surcoreano Byung Chul Han, un filósofo que se ha vuelto popular con ensayos como Psicopolítica, La sociedad del cansancio y La expulsión de lo distinto, entre otros títulos, le responde a Žižek en su entrada “La emergencia viral y el mundo del mañana” que el coronavirus no es capaz de producir un cambio radical por sí mismo. Si algo va a poner fin al orden capitalista no es un virus, sino la acción humana. La revolución tendrá que venir de la solidaridad colectiva. Las palabras de Han parecen razonables, pero lo más interesante de su intervención es la manera en que describe los mecanismos de vigilancia extrema que operan en los países asiáticos, algo que no se aprecia en toda su magnitud por estas latitudes. Provoca escalofríos leer cómo el estado chino controla, en forma minuciosa y a través de aparatos tecnológicos, la vida de sus ciudadanos. Allí no existe la vida privada y tampoco hay conciencia crítica de la vigilancia impuesta, explica Han. Sin embargo, este sistema de control digital logró vencer al coronavirus más rápidamente y los asiáticos fueron los primeros en recuperarse de la covid-19 gracias a ello. Ante el éxito de estas tecnologías, Han cree que el estado policial chino podría exportarse a Europa.

En América Latina se ve poco posible asistir a un grado tan sofisticado de control biopolítico, pero eso para nada quiere decir que no sea probable ver brotes autoritarios que suspendan libertades de manera innecesaria. Se ve con cierta preocupación la creciente militarización de las calles, donde el ejército realiza tareas que no le competen como es la seguridad pública. Es un fenómeno del que hemos sido testigos en el último año y que se puede intensificar en el escenario actual. Asimismo, se puede recordar la brutal represión contra la revuelta popular en Chile a fines del año pasado, el país de América Latina que sufre la expresión más pura del capitalismo.

El investigador y activista uruguayo Raúl Zibechi y el geógrafo marxista y profesor estadounidense David Harvey también hacen mención en sus apariciones a la capacidad que demostraron los países asiáticos para recuperarse de los efectos del coronavirus. Por un lado, Zibechi esgrime que tanto Europa como Estados Unidos se hundirán en una profunda crisis económica, mientras que Asia va a erigirse como la próxima potencia y referencia en cuestiones de economía y de control social. Agrega que la pandemia va a destruir la globalización neoliberal y que surgirá una globalización “más amable”, con China en su centro, sin profundizar en lo que significa “más amable”.

Por otro lado, Harvey destaca la reacción de los países asiáticos, aunque argumentando que, si bien China logró frenar el virus de forma muy eficaz, lo hizo al costo de un control extremo y autoritario. Los países neoliberales no han tenido tanta suerte. Ante el diagnóstico de que el sistema capitalista ya estaba en problemas, Harvey explica que el coronavirus propició un golpe devastador al afán de consumo masivo con el congelamiento de todo tipo de actividades lucrativas. De manera general, sus apreciaciones hasta aquí no parecen muy novedosas. Sin embargo, Harvey introduce una preocupación que no había sido abordada hasta el momento y que refiere a la cuestión ambiental al decir que, con el coronavirus, la naturaleza se está “vengando” de décadas de extractivismo neoliberal, cuyas acciones llevan a condiciones ambientales precarias que propician un ambiente perfecto para la mutación y expansión de los virus.

La temática ambiental, que casi no fue mencionada en los textos que recopiló Sopa de Wuhan, ocupa un lugar central en las reflexiones que podemos leer en La fiebre, el segundo tomo publicado por ASPO. La escritora e investigadora argentina Maristella Swampa presenta en su texto la preocupación ante cómo se ha omitido la discusión sobre la cuestión ambiental, considerando que la destrucción de los ecosistemas propicia el nacimiento y la expansión de estos virus. Nadie habla de las causas socioambientales de la pandemia, dice Swampa. Mientras no se reconozca este problema y se haga algo para mitigar su impacto, enfermedades como el coronavirus van a darse cada vez con más frecuencia. Lo mismo es señalado por la profesora de filosofía e investigadora Mónica Cragnolini, la investigadora uruguaya Silvia Ribeiro, la periodista Marina Aizen y los historiadores Ariel Petruccelli y Federico Marré.

En este segundo tomo también aparece la denuncia de las pronunciadas desigualdades en América Latina, los peligros de la universalización del paradigma securitario y el llamado a la libertad colectiva. El cientista social argentino Esteban Rodríguez Alzueta expresa, por ejemplo, la importancia de la distinción entre una prevención basada en la enemistad y otra en la amistad, considerando que no todo el mundo puede transitar por la cuarentena de una misma manera. Se pregunta por la posibilidad de una prevención que sea solidaria y no tanto punitiva. Petruccelli y Marré coinciden con Rodríguez Alzueta al señalar dos ejemplos: una persona que es agredida a pedradas por el vecino por haber salido a la calle y un joven que es agredido en la cabeza con balas de goma por la policía, sin que hubiera ninguna orden previa. En La Pampa, donde sucedió el último episodio, los autores explican que hay muchas detenciones por violación de la cuarentena. Esto no lo dicen ellos, pero la situación en La Pampa puede extenderse a la Argentina entera, considerando que el país rioplatense tiene más detenidos que contagiados y la situación dista de estar controlada.

Las lecturas de estas publicaciones permiten reflexionar sobre hasta qué punto la presencia de este virus y los mecanismos de control sanitario a los que da lugar podrían ocasionar cambios radicales en la vida cotidiana. También permiten pensar si el capitalismo podrá retornar con la misma fuerza una vez superada la situación. De lo que no quedan dudas es de que la covid-19 trajo a la superficie sus problemas estructurales y destapó su lógica perversa, invitándonos a imaginar modos de disrupción política.

En este sentido es que los proyectos como los de ASPO son interesantes e iluminadores, aunque a veces las reflexiones allí reunidas se vuelvan repetitivas o incompletas. La importancia de la iniciativa radica también en presentar un nuevo comportamiento en el mundo editorial: la circulación de una publicación sin costo y en versión digital a través de las redes sociales. En ese sentido, ¿tiene este tipo de edición algo que ver con la aplicación o puesta en práctica de acciones de solidaridad y no de consumo? Parece ser que sí, y esto es algo a destacar.

21 de mayo del 2020

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