SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.24 número1Crónica del cine silente mexicano: Elena Sánchez Valenzuela (1919-1929)La comunicación necesita de la filosofía: Entrevista a Humberto Orozco-Barba índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Links relacionados

Compartir


Dixit

versión impresa ISSN 1688-3497versión On-line ISSN 0797-3691

Dixit vol.24 no.1 Montevideo jun. 2016

 

“El mejor periodismo tiene ideas, no es solo información”. Julio Villanueva Chang, editor de la revista peruana Etiqueta Negra

The Best Journalism Has Ideas, Not Just Information”. Julio Villanueva Chang, Editor of the Peruvian Magazine Etiqueta Negra

 

Silvana Tanzi
Universidad Católica del Uruguay, Montevideo, Uruguay
silvana.tanzi@ucu.edu.uy  

 

RESUMEN

Estuvo en Montevideo, dio charlas a estudiantes y talleres para periodistas. Su nombre está asociado al de Etiqueta Negra, la prestigiosa revista peruana que se destaca por sus perfiles y crónicas, narrados con el encanto de los buenos relatos. Fundador y editor obsesivo de la revista, Julio Villanueva Chang pasa mucho tiempo pensando un copete, cambiando un título, eligiendo la mejor foto que ilustre la nota o discutiendo con el periodista que no logró contestar la pregunta que origina la historia. Villanueva Chang tiene una convicción: lo más importante para empezar a investigar cualquier tema o cualquier vida es prestar atención a los detalles, a lo que no se ve a simple vista. Por eso a sus talleres suele titularlos De cerca nadie es normal. Sobre la importancia de “ver de cerca” y sobre su trabajo en Etiqueta Negra, Villanueva Chang conversó con estudiantes de Periodismo de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica del Uruguay.

ABSTRACT

During his visit to Montevideo he gave lectures to students and lead workshops for journalists. His name is associated with Etiqueta Negra, the prestigious Peruvian magazine known for its profiles and chronicles, narrated with the charm of good stories. Obsessive editor and founder of the magazine, Julio Villanueva Chang spends a lot of time thinking about a lead, changing a title, choosing the best photo to illustrate an article or arguing with the journalist who failed to answer the question that gave origin to the story. Villanueva Chang has a conviction: the most important thing to start researching any subject is to pay attention to detail, to the things that are not at plain sight. That’s why his workshops are usually titled From up close nobody is normal. On the importance of “close watch” and his work in Etiqueta Negra, Villanueva Chang spoke to journalism students at the Facultad de Ciencias Humanas of the Universidad Católica del Uruguay.

Recepción: abril de 2016
Aceptación: mayo de 2016

 

 Imagen

Su abuelo nació en Cantón en 1899 y se llamaba Chang Ton. Era taoísta y creció con la filosofía de Confucio, pero cuando llegó a Perú aprendió a bailar foxtrot, a persignarse en la iglesia y a hacer música con cucharas. “Era un chino raro”, comenta su nieto, Julio Villanueva Chang, frente a un grupo de estudiantes de periodismo de la Universidad Católica del Uruguay.

Villanueva Chang es el fundador y editor de la prestigiosa revista peruana Etiqueta Negra, especializada en perfiles, crónicas y reportajes que se leen como verdaderas piezas literarias. Además de conversar con estudiantes y de dictar dos talleres sobre periodismo narrativo, llegó a Montevideo con un interés especial: conocer a Julio Bocca para escribir un perfil del famoso exbailarín argentino que dirige el Ballet Nacional de Uruguay.

No es casual que Villanueva Chang recuerde a su abuelo en sus charlas, porque bien podría haber sido el protagonista de algún artículo de su revista. Es que él y sus colaboradores se han dedicado desde hace años a hurgar en lo raro, en esa peculiaridad de la realidad que se descubre cuando se mira bien de cerca. Y tampoco es casual que los talleres que ofrece en varios países sobre periodismo narrativo lleven como título De cerca nadie es normal, porque justamente esa es la idea que sustenta los trabajos de Etiqueta Negra.

“Vivimos en un momento en el que todos estamos saturados de la repetición, en un momento en que prestar atención es una hazaña, en un momento en que contestar un mail es una hazaña. La curiosidad es lo más fácil del mundo, googleas y ya eres curioso. ¿Qué sentido tiene ser editor y ser cronista y publicar algo si incluso los que deberían automáticamente leerte por ser compañeros de ruta no tienen tiempo?”, pregunta a los estudiantes.

Prestar atención a los detalles, detenerse y mirar lo que está más allá de la superficie es una de las claves para escribir un buen artículo. Villanueva Chang lo ilustra con una de sus frases preferidas: “Hay un verso de Walt Whitman que dice ‘The nearest gnat is an explanation’. Borges lo tradujo como ‘Cualquier insecto es una explicación’. Me parece una traducción sabia y me gusta hablar de ese verso. Se trata de escoger un detalle para explicar el todo”.

La pantalla muestra la foto de un hombre en el Museo del Louvre. Está mirando un cuadro enorme, pero no como habitualmente lo hacen quienes visitan los museos, sino casi pegado a la obra, concentrado en un pequeño fragmento. Y Villanueva Chang une esa foto con su concepción de la nota periodística: “Lo primero que tenemos que pensar si queremos publicar es cómo alguien lo va a mirar, cómo lo va a recordar, cómo lo va a olvidar. La gente piensa que el tema en sí por ser periodístico es moralmente superior y que automáticamente va a ser necesario, irresistible e importante.  Eso es lo primero que tienen que sacarse de la cabeza. Hay que convertir lo importante en personal”.

Entonces, un buen trabajo de periodismo narrativo no consiste solo en reconstruir lo que sucedió, ni tampoco en tener una gran idea y escribirla correctamente. “Soy un tipo que quiere conocer a la gente, traducirla. Hay que volver a los archivos, a las fotos, a los papeles viejos. La gente es cachivachera y guarda cosas. Hacer comunicación, periodismo, radio, documentales, es ponerse en los calzones de los otros, es entender, no es publicar una nota ni ganar premios. El mejor periodismo tiene ideas, no es solo información”.

En Uruguay, el editor peruano sintió curiosidad por el éxito del Ballet Nacional del Sodre a partir de la dirección de Julio Bocca. Pero su interés no estuvo solo en la venta de entradas y en el entusiasmo del público, sino en algo mucho más específico: los pies del artista. “Lo primero que hice fue pedirle que me mostrara sus pies. Me enteré de que Bocca tuvo diez operaciones y voy a ir a Buenos Aires para hablar con el médico que le hizo nueve de ellas. El ballet es una escuela de dolor, y entonces me pregunté: ‘¿Qué hace un bailarín retirado con sus pies?’”. En Etiqueta Negra los periodistas buscan cuál es la pregunta de su artículo. “Siempre hay que preguntarse de qué se trata la historia. Las respuestas están allí, esperando que alguien pregunte”, dice su director.

No es la primera vez que Villanueva Chang visita Montevideo y hace un trabajo periodístico sobre algún tema relacionado con la ciudad. En 2015 se interesó por la Terminal de ómnibus de Tres Cruces. Estuvo allí durante horas observando el movimiento y conversando con la gente y los trabajadores. Producto de ese trabajo nació el reportaje La señora del café y el señor de los enchufes, que publicó en Etiqueta Negra (ver recuadro). 

Desde su origen, la revista ha logrado “hacer personales” historias desconocidas de famosos y de anónimos, de lugares remotos o de lo que vemos todos los días. “Cuando miro hacia atrás, no sé cómo pude hacerlo”, explica el editor mientras muestra la portada de su primer número. La nota central de aquel número había sido una crónica del periodista norteamericano Jon Lee Anderson, “el Indiana Jones del periodismo literario”, quien ha hecho perfiles de personalidades famosas como Ernesto Che Guevara o Gabriel García Márquez, y ha viajado por el mundo cubriendo conflictos bélicos en Irak, en Afganistán y en Centroamérica para la revista norteamericana The New Yorker. 

Pero en Etiqueta Negra, Lee Anderson mostró una realidad diferente a la habitual en sus crónicas de guerra. Su artículo se titula Los afganos aman las flores y narra el modo de ser y de pensar de los afganos, más allá de los fusiles. La foto de portada parece una de tantas tomadas en algún conflicto de Afganistán: un grupo de soldados camina por el desierto áspero, casi lunar. Pero, si se mira con atención, se descubre el detalle: uno de los combatientes tiene una flor en lo alto de su metralleta. 

Para Villanueva Chang, lo importante es buscar el revés de las historias que muchas veces son las mismas de siempre. “Hay que encontrar el conflicto, lo diferente”, explica, y sigue proyectando portadas: un turista ruso que murió partido por un rayo en Machu Picchu; las estrategias de los “pastores electrónicos” para que sea más atractivo el show televisivo que ir a misa; una mujer que ha llegado siempre última a la meta en las últimas 15 maratones de Nueva York son algunos de los variados temas que abordó la revista. “Perder se ha vuelto la transgresión más aplaudida”, explica el editor sobre este último artículo, que partió de la pregunta: ¿cuál es el misterio de llegar el último?

“Lo más difícil es conocer al otro”, dice Villanueva Chang. “Ustedes y yo no somos la misma persona todos los días, pero tratamos de que nos recuerden como una sola persona. Y cuando pasa eso, o no te conocen o eres un gran actor, y nadie se da cuenta de todas tus personalidades. Por eso la gente se divorcia, en algún momento uno se descubre diciendo ‘yo creía que te conocía’”.

Messi, el goleador que nos despierta se va a dormir fue uno de los perfiles más exitosos de la revista, y luego se convirtió en libro. “Lo hizo Leonardo Faccio, un periodista que no sabía nada de fútbol y apenas conocía a [Lionel] Messi. Consiguió una entrevista de 15 minutos y descubrió que lo que más le gusta a Messi además de jugar al fútbol es dormir”. Otro famoso protagonista fue Gabriel García Márquez, pero a través de un dentista de provincia llamado Jaime Gabazón. El artículo se llamó García Márquez va al dentista y es la historia secreta de una sonrisa. “Me pregunté de qué hablaría mientras García Márquez tenía la boca abierta. Averigüé que hacía siete años que se atendía y me pregunté también por qué un hombre como él, que vivía siempre viajando, volvía al dentista de Cartagena”.

Después de Montevideo, Villanueva Chang seguirá en un viaje que lo llevará hacia Paraguay. Y allí, en Asunción, pondrá en práctica una de sus audaces ideas: fundar una revista de un solo número que se llame No sé. “El nombre es una ironía, pero también una confirmación de la ignorancia. Y ese va a ser el subtítulo: la gran revista sobre la ignorancia. La propuesta es poner a escribir a ocho paraguayos sin que busquen en Internet, sino que usen básicamente su observación. ¿Y por qué en Asunción? Porque nadie espera nada de Asunción, nadie sabe nada, salvo de [José Luis] Chilavert o de [Augusto] Roa Bastos”.

Como editor, pasa meses corrigiendo un artículo y también pensando cuál es el mejor diseño y cuáles las mejores fotos. “Al editar hay que llamar a un enemigo sincero”, es una de sus recomendaciones. Recuerda que para uno de sus artículos reescribieron el copete nueve veces hasta quedar conformes. Finalmente, el título fue Los codos siempre miran hacia atrás, y es una de las más fascinantes investigaciones sobre los codos en la historia del arte.

En cuanto al diseño, su idea es que “menos es más”, y que hay que hacer portadas sencillas, pero significativas. Para la revista de Asunción se está haciendo varias preguntas: “¿Cuál es el formato adecuado para que alguien pueda enamorarse a primera vista de ella? ¿Cuál debe ser la caligrafía para gente que viene de otra estética? ¿Cuál debe ser el tamaño? ¿Nos conviene que se meta en el bolsillo del pantalón o que sea gigantesco para que se vea a la distancia?”.

A los estudiantes, Villanueva Chang les deja un mensaje claro: deben dedicarse a aquello que les despierta pasión y no trabajar solamente para pagar las cuentas. “Lo que importa es lo que ustedes quieren hacer. Cualquier mediocre ahora puede tener una revista o un programa de televisión. Cualquier mediocre es un escritor. Podemos convivir con ellos, pero sin convertirnos en uno más. No se traicionen”.

La señora que sirve café en la central de buses de Montevideo siempre sabe de qué va a hablarle un extraño. «A veces es más fácil hablar con un desconocido», me dice Raquel Quirque, una desconocida con tres letras Q en su nombre. Se ha sentado en una sala de espera de Tres Cruces, la terminal de viajeros de Uruguay, tras horas de pie en Del Andén, un café en el ombligo de esta central de transportes donde ella dice buenos días, azúcar o edulcorante, con la voz de una tía que sirve el desayuno sin prisas. Raquel Quirque es rubia, Sagitario, viste de negro, responde su teléfono con el ringtone del himno del Club Atlético Peñarol y se despierta antes de las cinco de la mañana. A esta hora del almuerzo, su esposo está tras el volante de un bus en una carretera como chofer de la Compañía Oriental de Transporte.

La boletería queda frente al lugar donde ella sirve café a los pasajeros y el hijo de ambos trabaja en el departamento de encomiendas de la misma compañía. No es casualidad: se llama familia. La Señora Q ha acabado su turno en la cafetería y no deja de abrazar el termo que usa para tomar mate. Su marido le trae la yerba desde el interior de Uruguay, desde donde lleva a esos desconocidos que cada día se acercan a hablar con ella. Toda la vida de Raquel Quirque gira alrededor de Tres Cruces. «Voy a un supermercado y en vez de preguntar ‘¿cuánto es?’, digo: ‘¿algo más?’. Suena el teléfono de mi casa y digo: ‘Café Del Andén, buenas tardes’». Su cortesía en piloto automático anuncia una alegre fatalidad: quiere envejecer sirviendo café en Tres Cruces.

—Yo tengo un dicho que es «De acá al BPS o al Norte».

El BPS es la caja estatal de jubilaciones de Uruguay. El Norte es el cementerio más grande de Montevideo.

—Me jubilo o me muero acá —dice—. Pero buscarme otro trabajo, no.

La terminal de Tres Cruces tiene en su puerta principal un cartel de bienvenida: AQUÍ SE ENCUENTRA UN PAÍS. Los carteles de bienvenida suelen ser demagógicos. Si uno es extranjero y llega un domingo a un Montevideo de calles desoladas, es posible que se pregunte dónde están todos los uruguayos. Si va ese mismo domingo a la medianoche a Tres Cruces, tendrá la respuesta: todos los uruguayos están allí. El paisaje humano es bastante homogéneo y con cierto color local: gauchos con teléfonos inteligentes y ejecutivos adictos al mate. Gente rebuscando entre sus bolsillos el boleto de viaje, llevando niños con una mano y maletas con la otra, matando el tiempo con un cigarrillo, durmiendo en la sala de espera con la boca abierta, universitarias llegando tarde con sus boletos en la boca. Señores cargando trajes a la espalda para evitar que se arruguen, viajeros con mochilas del tamaño de un chico gordo de once años, señoras ahorcándose con bufandas. Un turista caminando de memoria con un folleto de viajes, músicos despeinados con guitarras en estuche negro, jóvenes extraviados buscando a alguien, pasajeros tragando comida rápida en marcha, mamás esperando a sus hijitas con muñecas en la puerta de un baño. Hombres que aún usan relojes y las manos en los bolsillos, mujeres ejecutivas arrastrando maletas con cadencia y estilo, una chica con un parche en el ojo por una cirugía. Tipos rapados andando como si alguien los persiguiera, niños rapados por la quimioterapia en sillas de ruedas, hombre negro y mujer blanca besándose. El señor que ha metido varias monedas a un teléfono público y dijo hola-hola en vano, un bombero serio y con uniforme azul marino, un muchacho con la camiseta del Gremio de Porto Alegre y otro con la de Boca Juniors, epidemias de viejos con gorras de béisbol, manadas de adolescentes con audífonos, familias que se abrazan como si fuera la última vez. Viajan por los diecinueve departamentos de Uruguay, un territorio que puede atravesarse en menos de medio día por bus, que es cien veces menor que el tamaño de Rusia, un kilómetro cuadrado más grande que Surinam y cuya población entera equivale a los nacidos cada año en el vecino Brasil. Es un país llano y diminuto, sin futuro para los aviones de pasajeros, la tierra prometida para un empresario de transportes de ómnibus. Casi la mitad de los uruguayos vive en Montevideo. En 2011 la terminal-shopping recibió veintiún millones de visitas: siete veces la población de Uruguay. Tres Cruces, «donde se encuentra un país», no es un cartel demagógico: es un teatro para un antropólogo del viaje breve. Un laboratorio de conversación con desconocidos.

Chang, V. (2015). La señora del café y el señor de los enchufes. Etiqueta Negra. Recuperado de http://etiquetanegra.com.pe/articulos/la-senora-del-cafe-y-el-senor-de-los-enchufes

 

 

 

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons