1. Introducción
Pese a la amplia discusión que se ha sostenido sobre diversos aspectos de la democracia costarricense, el esfuerzo por comprender de manera exhaustiva las escogencias electorales de sus ciudadanos y evaluar sus determinantes ha sido menor. Gran parte de la literatura referida al comportamiento político hasta ahora se ha centrado en la participación electoral y la abstención (Alfaro-Redondo, 2014; Hernández, 1991; Cortés, Fournier y Zeledón, 1999; Raventós et al., 2005; Raventós et al., 2012; Ramírez, 2010; Seligson, 2002; Vargas-Cullell y Rosero-Bixby, 2004), las transformaciones del sistema de partidos (Cascante, 2017; Rovira, 2007; Sánchez, 2002;Sánchez, 2003) y las fuentes del apoyo político (Alfaro y Seligson, 2012; Booth y Seligson, 2009; Pignataro, 2016; Rodríguez y Castro, 2002; Seligson y Gómez, 1987; Vargas-Cullell y Rosero-Bixby, 2004). Por ello resulta intrigante indagar con mayor profundidad las preferencias del voto en un país donde la mayoría del electorado asiste a las urnas durante las elecciones nacionales.2
Las investigaciones empíricas en ciencia política han acumulado una serie de variables en torno a la decisión del voto, las cuales comprenden tanto de factores de largo como de corto plazo (Miller y Niemi, 2002), incluyendo las características sociodemográficas (Lazarsfeld et al., 1948; Lipset, 1987), la identificación partidaria (Campbell et al., 1960), la proximidad ideológica (Downs, 1957), la evaluación gubernamental (Fiorina, 1981) y económica (Lewis-Beck y Stegmaier, 2007, Lewis-Beck y Stegmaier, 2013), los temas (issues) de valencia y posición (Stokes, 1963) y los efectos de líderes y campañas (Bartels, 2002; Dilliplane, 2014; Iyngar y Simon, 2000; Lawson et al., 2010). Varios trabajos han asumido enfoques multifactoriales en los cuales las distintas variables se disputan por proveer el máximo potencial explicativo, por ejemplo en elecciones de Estados Unidos (Clarke, et al. 2015), Italia (Bellucci y Segatti, 2010), Reino Unido (Clarke et al., 2004) y América Latina (Carlin, Singer, y Zechmeister, 2014; Nadeau et al., 2017).
En estos últimos ejemplos, se comprueba que es posible aplicar las escuelas tradicionales del comportamiento electoral a nuevos contextos como el latinoamericano con diferentes tasas de éxito de un país a otro (Carlin, Singer y Zechmeister, 2014, p.750; Nadeau et al., 2017). Costa Rica sobresale como un caso interesante en la región, pues comparte su historial democrático similitudes con Estados Unidos y los países de Europa Occidental (Dahl, 1971). Sin embargo, un punto que llama particularmente la atención es que el sistema político costarricense ha experimentado un proceso de desalineamiento electoral (Sánchez, 2002;Sánchez,2003), que combina un declive de la participación electoral y una erosión de las lealtades partidarias (Raventós et al., 2005), transformaciones que han sido observadas también en democracias postindustriales (Dalton y Wattenberg, 2000; Franklin, 2004; Franklin et al., 2009).
Bajo dichas condiciones, se esperaría encontrar un reducido efecto de los clivajes sociales -sexo, edad, territorio- frente a otros mecanismos vinculados con las expectativas racionales tales como la recompensa y castigo de los gobernantes anteriores, mientras que la identificación partidaria, desgastada pero sin desaparecer, jugaría todavía un papel. Para probar las interrogantes inherentes se seleccionan las elecciones nacionales de 2010 y 2014 como dos casos útiles para el contraste de hipótesis ya que en la primera de ellas se renueva el mandato del partido en el gobierno mientras en la segunda se le castiga llevando la oposición al poder.
El artículo se organiza de la siguiente forma. En la siguiente sección se describe con mayor detalle los cambios en el sistema político costarricense y sus patrones de comportamiento electoral. Luego se postulan las expectativas teóricas, así como los datos y variables para el análisis empírico. Seguidamente se presentan los resultados de regresiones multinomiales basados en encuestas postelectorales, encontrando que un modelo simple basado en la orientación partidista de las personas -lealtad- y la evaluación retrospectiva del gobierno -castigo- explica en buena medida las preferencias del voto. En la sección final se discuten los hallazgos.
2. Tendencias del comportamiento electoral costarricense
Luego de varias décadas de estabilidad democrática caracterizada por un sistema bipartidista, una profunda transformación emerge en la elección nacional de 1998 (Raventós, 2008). En dicho año la tasa de participación electoral, que usualmente rondaba el 80 por ciento, descendió diez puntos porcentuales, para no recuperarse hasta el momento. El declive de la participación electoral en Costa Rica fue atribuido a dos causas (Raventós et al., 2005): primero, una abstención estructural concentrada en estratos de nivel socioeconómico bajo (Verba y Nie, 1972); segundo, un distanciamiento de los partidos tradicionales que habían dominado el bipartidismo: el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).
En los siguientes años, el sistema de partidos cambió para dar paso a una competencia multipartidista. Por un lado, surgen nuevos partidos políticos relevantes: en la derecha del espectro ideológico el Movimiento Liberatorio (ML); el Partido Acción Ciudadana (PAC), que centró su discurso en torno a la ética; y en la izquierda el Frente Amplio (FA); adicionalmente, otros partidos de corte evangélico y de intereses específicoshan alcanzado al menos una curul en el congreso. Por otro lado, al estallar escándalos de corrupción vinculados a dos expresidentes del PUSC, este partido pareció colapsar cuando en las siguientes elecciones se redujo drásticamente su caudal.
Fuente: construcción propia con base enAlfaro-Redondo y Gómez-Campos (2014a);Brenes (2010);Sánchez (2002);Tribunal Supremo de Elecciones (2014).
aLa fuerza política socialcristiana compitió como partido o coalición bajo diversas etiquetas antes de 1986 cuando adoptó el nombre actual de Partido Unidad Social Cristiana.
b Número efectivo de partidos según Laakso y Taagepera (1979).
El Cuadro 1 ofrece un vistazo de dichas transformaciones, focalizándose en el periodo durante el cual Costa Rica consolida su democracia luego de la guerra civil de 1948 (Bowman, 2000; Mainwaring, Brinks y Pérez-Liñán, 2007). La secunda columna muestra la caída de la participación electoral a partir de 1998. Las columnas tres y cuatro recuentan los votos válidos para los partidos tradicionales; hasta los noventas sumaban usualmente más del 80 por ciento de los votos, para caer a 70 por ciento en 2002, 44 por ciento en 2006, 51 por ciento en 2010 y 36 por ciento en 2014; el PUSC pasó de más de 40 a menos de 4 por ciento de una elección a otra. De forma inversa, el voto por nuevos partidos, entre los cuales se consideran aquellos que han obtenido mayor representación legislativa, ha aumentado a expensas de los primeros. Como se observa en la sexta columna, el número efectivo de partidos -incluyéndolos todos- revela una creciente fragmentación (Alfaro-Redondo y Gómez-Campos 2014b), lo cual se ha traducido en un parlamento con más actores y coaliciones ganadoras menos claras.
En general, este proceso se ha identificado como uno de desalineamiento electoral (Sánchez 2002) que se caracteriza no solo por las tendencias señaladas de creciente abstención y apoyo a terceros partidos, sino también por mayor quiebre de voto(split-ticket voting) y volatilidad electoral. Además, la postergación del momento de decisión de voto, lo cual implica una mayor proporción de votantes indecisos el día de las elección, constituye una evidencia adicional del fenómeno (Pignataro, 2017). Sin embargo, recientemente se ha argumentado también que Costa Rica actualmente se dirige hacia un proceso de realineamiento que favorece a uno de los nuevos partidos, el PAC (Carreras, Morgenstern y Su, 2015). De cualquier forma, es claro que el sistema cambió.
Las elecciones de 2010 y 2014 se ubican en este nuevo contexto, aunque cada una contiene particularidades relevantes, especialmente en torno a los actores involucrados. Liberación Nacional postuló a Laura Chinchilla-quien fungía la vicepresidencia del gobierno saliente- como candidata presidencial, lo cual constituyó un hito no solo por haber sido la primera mujer de un partido importante en buscar la silla presidencial sino además porque resultaba poco frecuente que unvicepresidente demostrara esta ambición de forma inmediata.3 El principal partido competidor no fue el ya debilitado Unidad Social Cristiana sino el emergente Acción Ciudadana, el cual postuló a su fundador Ottón Solís, quien había sido candidato por el mismo partido en dos ocasiones anteriores. La candidata liberacionista, que prevaleció siempre en los sondeos preelectorales,ganó la elección con 46.9 por ciento de los votos, por lo tanto, sin necesidad de competir en una segunda ronda (Villareal y Gómez, 2010).4
En 2014, por el contrario, fue necesaria una segunda vuelta dado que ningún partido alcanzó el umbral requerido. Se vieron enfrentados Johnny Araya, ex-alcalde capitalino, por el PLN, Luis Guillermo Solís, profesor universitario, por el PAC, José María Villalta, exdiputado, por el Frente Amplio, y Otto Guevara, también exdiputado y candidato presidencial en ocasiones anteriores, por el Movimiento Liberatorio. Esta campaña reflejó un comportamiento bastante dinámico y volátil, tanto así que el PAC, que inició con una baja intención de voto, terminó -inesperadamente- ganando la primera ronda, seguido por el PLN. Luego el candidato liberacionista decidió retirarse de la contienda dado que las encuestas predecían un triunfo aplastante de Acción Ciudadana.5 Finalmente, Solís ganó -ahora previsiblemente-la segunda ronda con 77.8 por ciento de los votos válidos (Alfaro-Redondo y Gómez-Campos, 2014b; Treminio, 2016).
De esta manera, las elecciones de 2010 y 2014 presentan dinámicas muy diferentes entre sí en un contexto similar de desalineamiento. La primera constituye un caso de continuidad de un partido en el poder. Aunque la reelección consecutiva no está permitida en Costa Rica, la vicepresidenta Chinchilla fue proyectada por la prensa como una sucesora política del presidente Arias (aunque hubo desavenencias durante el mandato de la segunda) y, por ende, del Partido Liberación Nacional que acumularía ocho años en el gobierno. Por el contrario, en 2014 se rompe dicha continuidad, así como el bipartidismo en términos de victorias presidenciales (ver columna 7 del (Cuadro 1) cuando el PAC desafía y vence al partido oficialista.
3. Hipótesis
¿Cómo explicar la preferencia del voto en las elecciones de 2010 y 2014 en Costa Rica? Como se indicó en la introducción, abundan en la literatura los predictores del comportamiento electoral; en este artículo se evaluarán tres en particular: las variables sociodemográficas, el partidismo y la evaluación gubernamental retrospectiva; formalmente se analizan modelos que combinan los grupos de variables hasta llegar al siguiente modelo completo:
Voto = f (sociodemográficas, partidismo, evaluación retrospectiva)
Los factores sociodemográficos asumen que las personas votan según grupos sociales definidos por edad, sexo, estatus socioeconómico y afiliación religiosa, entre otros (Lazarsfeld et al., 1948). Sin embargo, las teorías de modernización predicen que su importancia disminuye cuando se incrementan los niveles de educación y las capacidades cognitivas de las personas, transformando las bases del voto de la lealtad a la decisión (Norris, 2004). Costa Rica durante el siglo veinte ascendió en distintos indicadores demográficos y sociales -esperanza de vida al nacer, mortalidad infantil, escolaridad- para convertirse en un país de alto desarrollo humano, aunque con desarrollo económico medio (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2013; Vargas-Cullell y Rosero-Bixby, 2004; World Bank, 2017). Por ende, producto de dicha modernización se esperaría que las sociodemográficos presenten un poder predictivo relativamente menor frente a otros factores (hipótesis 1).
Por otro lado, los estudios electorales resaltan el papel de la identificación partidaria como una identificación psicológica, afectiva y de largo plazo con el partido político preferido (Campbell et al., 1960). En situaciones de voto normal, las personas deberían votar de manera consistente con el partido hacia el cual se identifican. No obstante, las críticas conceptuales y metodológicas hacia esta variable abundan (Johnston, 2006), por lo que Bartle y Bellucci (2009) han propuesto de forma alterna la noción de partidismo (partisanship) como una tendencia de largo plazo de apoyar un partido en lugar de otro; es decir, sin requerir necesariamente el apego psicológico y afectivo al cual hacían referencia los teóricos originales del American VoterCampbell et al. (1960).
La relevancia del partidismo ha sido demostrada en muchas democracias, incluyendo las latinoamericanas (Lupu, 2015), por lo que se esperaría que el partidismo explique exitosamente las decisiones del voto entre las personas costarricenses. Sin embargo, tanto el desalineamiento como la modernización prevén un distanciamiento de los partidos políticos (Dalton, 2000), lo cual podría en jaque el poder predictivo de la variable. A pesar de ello, se puede asumir que los actuales simpatizantes de los partidos tradicionales han sobrevivido una doble “depuración”: demográfica, cuando cohortes viejas que desaparecen, y política proveniente de los deserciones voluntarias causadasporel malestar con la política(Raventós et al., 2012). En otras palabras, alexistir aún simpatizantes estos son fieles y consistentes en el voto. En el caso de las nuevas opciones partidarias, PAC, ML y FA, puesto que el partidismo asume un apego a largo plazo, su misma novedad suavizaría el efecto. Es de esperar, por lo tanto, que el partidismo continúe relacionándose con las preferencias electorales y en mayor medida cuando se basa en simpatía por los partidos tradicionales (hipótesis 2).
Por último, un importante enfoque en el comportamiento político se basa en la idea básica de que los ciudadanos en las elecciones recompensan al gobierno cuando están satisfechos con los resultados y lo castigan cuando no lo están (Fiorina, 1981; Maravall, 2012). Este argumento ha sido estudiado de forma vasta en su variante de la teoría de voto económico (e.g. Lewis-Beck y Stegmaier, 2007, 2013; Nadeau et al., 2015), según la cual los electores castigan o recompensan el gobierno saliente (incumbent) según el desempeño económico del país y el impacto en sus vidas personales.
Aunque este control o accountability funciona idealmente en casos de reelección consecutiva (Treminio, 2015), la cual no es permitida en Costa Rica, las elecciones de 2010 y 2014 son aptas para probar el voto retrospectivo por dos razones. En primer lugar, en 2010 los votantes tuvieron la oportunidad de castigar o recompensar el gobierno liberacionista saliente de Óscar Arias a través de la candidatura de su anterior vicepresidenta Laura Chinchilla. En segundo lugar, las condiciones contextuales entre ambas elecciones difieren en buena medida respecto al gobierno precedente (ver cuadro 2):en 2010 el gobierno saliente presentaba una aprobación media y durante su último año mayor en comparación con 2014. Asimismo, el país mostraba una situación económica más favorable de cara a las elecciones de 2010: la inflación y el desempleo eran menores, mientras que para 2014 tanto la pobreza como la desigualdad (medida por medio del coeficiente de Gini) eran mayores durante el último año del periodopresidencial. En otras palabras, el Partido Liberación Nacional, incumbent tanto en 2010 como en 2014, presentaba un mejor historial en la primera de ellas -la cual ganó- que en la segunda -que perdió-. En el nivel agregado, los datos, por lo tanto, confirman el voto retrospectivo. Queda por probar si en el nivel individual los votantes satisfechos con el gobierno tienden a votar su candidato (hipótesis 3).
Fuentes: elaboración propia basada en datos deCarlin et al. (2016) yPrograma Estado de la Nación (2016).
4. Datos y variables
En este artículo se utilizan los datos de las III y IV Encuestas de participación y cultura política llevadas a cabo por el Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica y el Tribunal Supremo de Elecciones (CIEP-TSE 2011, 2015). En cada medición se analizó el comportamiento de la ciudadanía en torno a las elecciones presidenciales y legislativas de 2010 y 2014, respectivamente.6Ambas encuestas se realizaron aproximadamente un año luego de la elección, bajo la modalidad cara a cara, con diseños muestrales probabilísticos y utilizando cuestionarios similares, haciendo la comparación altamente fiable. Los tamaños de muestra son de 1609 en 2011 y 1601 en 2015, aunque en este estudio se filtran los datos para incluir únicamente votantes en cada elección.
La variable dependiente es el recuerdo de voto para presidente en 2010 y 2014, el cual se recodifica en tres categorías: voto por el PLN, voto por el PAC, voto por otros partidos (PUSC, ML, FA y otros), incluyendo nulos y en blanco (los no sabe o no responde se excluyeron del análisis).
En el bloque de variables sociodemográficas se tiene: sexo (mujer = 1; hombre = 0); edad en años cumplidos; nivel de educación alcanzada con las categorías de primaria o sin estudios (referencia), secundaria y educación superior (grado universitario completo o incompleto); variable indicadora si vive en casa propia; variable indicadora si trabaja en el sector público; variable indicadora si trabaja en el sector privado; y región geográfica en la que habita (provincia central = 1; provincia periférica = 0).7
La variable de partidismo se ha medido tradicionalmente con la pregunta “¿En la actualidad, simpatiza usted con algún partido político del país?”. En el (Cuadro 3) se muestran los porcentajes resultantes de esta pregunta para los partidos con suficientes observaciones: PLN, PAC y PUSC. Los datos verifican un aspecto señalado por los estudios de desalineamiento: más de 40 por ciento no simpatiza con ningún partido político al momento de la encuesta. Entre los partidos por los que las personas sí expresan una identificación, sobresale Liberación Nacional pese a la pérdida sufrida de caudal electoral. El PAC tiene un bajo porcentaje pero mayor a otros partidos nuevos para los cuales no se puede calcular una estimación confiable.
Por el hecho de que las encuestas hayan sido aplicadas en meses posteriores a la elección, es posible sospechar endogeneidad en la identificación partidaria; es decir, que se estén sobreestimando porcentajes de simpatía producto del voto, cuando lo que se quiere probar es la relación opuesta. Por ello, los datos se depuraron utilizando la pregunta “¿Siempre ha simpatizado con ese partido?” y los resultados se denominan partidismo estable. Para los partidos tradicionales PLN y PUSC las diferencias son escasas, ya que los simpatizantes actuales son leales: sobrevivieron al desalineamiento. El PAC, fundado en 2000, no ha construido una base amplia según el partidismo estable, aunque el indicador crudo muestra un apego coyuntural en los periodos electorales. Estas diferencias validan la preferencia por el indicador más refinado de partidismo estable.
Por último, la evaluación retrospectiva del gobierno se medió con la pregunta “¿Cómo calificaría usted la gestión del gobierno de Óscar Arias [para 2010]/Laura Chinchilla [para 2014]?”. Las respuestas positivas (“muy bien” y “bien”) se codificaron como 1; las demás (“regular”, “mal”, “muy mal”, “no sabe/no responde”) como 0.El Cuadro 4 resume las variables incluidas en los análisis. Puesto que la variable dependiente de preferencia del voto está compuesta por tres categorías, se utiliza la regresión logística multinomial para la estimación.
5.Resultados
En el Cuadro 5 se comparan los diversos modelos estimados según el conjunto de variables incluidas. Un mejor ajuste se reflejaría en valores altos del porcentaje de clasificación y el pseudo R cuadrado de McFadden, mientras que menores AIC (Akaike Information Criterion) y BIC (Bayesian Information Criterion) indicarían que el modelo es preferido.
Los modelos que incluyen únicamente variables sociodemográficas para ambas elecciones predicencorrectamente un número de casos relativamente menor (60.4% y 52.6%) y presentan losR cuadrados inferiores (0.033 y 0.029).Al incluir partidismo a los componentes demográficos, el desempeño de los modelos mejora (aumenta el pseudo R y el porcentaje de clasificación); no así si se especifica solamente la evaluación gubernamental y la dimensión sociodemográfica.
De este “torneo” de modelos se obtiene que los completos -que incorporan todas las variables- resultan mejores en términos del porcentaje de clasificación (67.5% y 65.9%) y el pseudo R (0.246 y 0.198) en ambas elecciones. Sin embargo, se les aproxima en buena medida el modelo de partidismo y evaluación retrospectiva, con porcentajes similares de clasificación (65.9% y 65.7%) y R cuadrados (0.233 y 0.178) pero los valores más bajos de AIC y BIC debido a su menor número de variables.
En el Cuadro 6 se muestran los modelos sociodemográficos.8Se evidencia que las mujeres votaron en mayor medida por el PLN en 2010 (cuando la candidata era mujer); no así en 2014, cuando más bien el ser mujer se asocia con el voto por el PAC frente a otros partidos.Cuanto mayor es la edad, mayor es la probabilidad de votar PLN y PAC respecto a otros partidos en 2014; en 2010 la variable no es significativa. La educación superior se vincula al voto por el PAC en el caso puntual de 2010, no en 2014. De manera similar, el vivir en una región central aumentó las probabilidades de votar PAC versus otros partidos solo en 2010.
De ello se puede concluir que las divisiones sociales están escasamente relacionadas con el voto y son poco consistentes entre una elección y otra. Es decir, sí hay asociaciones pero estas no constituyen necesariamente clivajes etarios, ocupacionales, territoriales, etc. Estos hallazgos, en combinación con las medidas de bondad de ajuste antes vistas, permiten validar la hipótesis 1 respecto al menor poder predictivo de lo sociodemográfico: en conjunto explica menos que otros modelos y los coeficientes de regresión son, en su mayoría, indistinguibles de cero.
Las estimaciones del modelo basado en partidismo y evaluación retrospectiva-el cual es a la vez simple y con buen ajuste- se presentan en el Cuadro 7.Tanto en 2010 como en 2014, el partidismo estable hacia el PLN incrementa en gran medida la probabilidad del voto hacia este partido, siendo el efecto significativo estadísticamente. También el partidismo hacia el PAC incrementa significativamente la elección del voto por este mismo partido. El partidismo estable por el PUSC a su vez disminuye la probabilidad de votar tanto por PLN como por el PAC versus los otros partidos, con significancia estadística. Tal y como se esperaría, ni el partidismo hacia el PAC es un predictor significativo del voto por PLN, ni el partidismo por PLN un predictor del voto por PAC.
Para evaluar el efecto del partidismo entre las opciones, es útil exponenciar los coeficientes para obtener odds ratio o razones de ventaja (ver Cuadro 8). De ello, se obtiene que en 2010 ser partidiario del PLN hace a una persona 24 veces más proclive (i.e., exp[3.196] = 24.4) votar PLN respecto a los otros partidos. En el caso de los simpatizantes del PAC, también hay consistencia en el voto; incluso en 2010 la razón de ventaja estimada es mayor respecto (34.0) ala de PLN, aunque los intervalos de confianza descartan que las diferencias seansignificativas. Por último, los partidarios del PUSC muestran un efecto negativo en el voto hacia PLN y PAC, es decir tienden a votar por la categoría otros entre los cuales se incluye el mismo partido. En valor absoluto, sin embargo, el coeficiente es menor por lo que las consecuencias en el voto son comparativamente inferiores.
En torno a la hipótesis 2 se puede concluir que el partidismo importa y mucho. Tanto así, que no existen fuertes diferencias en el impacto del partidismo según la edad de la organización: un partido joven como el PACes capaz de desarrollar efectos en las preferencias electorales con magnitudes similares a las de un partido tradicional y longevo como el PLN.
En el mismo modelo se tiene que la evaluación retrospectiva gubernamental es significativa en 2010 y trabaja de dos formas: entre quienes valoran positivamente al gobierno saliente de Liberación Nacional, resulta más probable que voten por el partido oficialista que por los otros partidos; además, entre quienes lo califican de forma positiva, es menos probable que voten por el PAC respecto a otros partidos. Es decir, hay un efecto de recompensa entre los que aprueban la gestión gubernamental anterior y un castigo entre quienes no lo favorecen pues tienden a votar por otros partidos y por el PAC. En 2014 se encuentra un efecto significativo y un coeficiente positivo entre la evaluación gubernamental y el voto hacia PLN versus los demás partidos,aunque no se observa una relación estadísticamente significativa en el caso de los electores del PAC. Es decir, la probabilidad de votar por el PAC en comparación con votar por otros partidos no guardó relación con la aprobación de la presidenta liberacionista Laura Chinchilla.En general, se puede concluir en general que sí existe un mecanismo de evaluación retrospectiva de la labor gubernamental, validando la hipótesis 3. Sin embargo, puede notarse que por el tamaño de los coeficientes el efecto de esta variableresulta menor respecto al del partidismo; en palabras simples, resulta más rentable cosechar seguidores fieles que satisfacer a la opinión pública.
En la Cuadro 9 se incluyen los resultados de los modelos completos con variables sociodemográficas, partidismo y evaluación retrospectiva del gobierno. Respecto a los modelos más simples los coeficientes y su significancia son estables, por lo que las conclusiones sustantivas no varían.9
6. Discusión
El estudio de la preferencia del voto es uno de los terrenos más fértiles del comportamiento político. En Costa Rica, la modernización social y económica, así como los procesos de desalineamiento y realineamiento plantean desafíos para la investigación dada la volatilidad electoral, la indecisión de algunos votantes y el desapego de partidos políticos.
En este artículo se muestra que los factores sociodemográficos, es decir, variables clásicas de sexo, edad, sector de ocupación, entre otras, tienen un menor poder predictivo. Algo más se puede explicar con un parsimonioso modelo especificado con la identificación partidaria-aquí definido como partidismo estable- y la evaluación retrospectiva del gobierno. Este resultado es importante ya que, por un lado, muestra que incluso en una coyuntura de declive partidario y fragmentación, la simpatía por algún partido político constituye un fuerte anclaje. Los leales de partidos tradicionales como Liberación Nacional, que “sobrevivieron” el periodo de desalineamiento, muestran alta consistencia entre identificación y voto. Además los partidos emergentes también pueden desarrollar simpatía y consistencia; tal es el caso de Acción Ciudadana. Por lo tanto, en concordancia con otros autores, el voto partidario no debe ser menospreciado (Bartels, 2000) y en América Latina constituye un anclaje más relevante y significativo de lo que en ocasiones se había asumido (Nadeau et al., 2017). Costa Rica es prueba de ello.
Por otro lado, los patrones agregados sugerían una renovación del mandato para el partido oficialista en 2010 y un cambio en 2014, lo cual tendría validez únicamente si en los datos individuales operase el mecanismo de evaluación retrospectiva. El análisis encontró que efectivamente el estar satisfecho con el gobierno promueve un voto hacia el partido en el poder, inclusive sin contar con reelección inmediata.
Ahora bien, los modelos indican que queda aún variancia sin explicar, lo cual constituye una oportunidad para conducir investigaciones y construir cuestionarios con abordajes teóricos adicionales, tales como los temas de valencia (valence issues), voto económico -egotrópico y sociotrópico, retrospectivo y prospectivo-, termómetros sobre los candidatos, entre otras. Por el momento, partidismo y evaluación del gobierno ofrecen una explicación parsimoniosa y ajustada para dos terceras partes de la población votante.