Introducción
La conexión entre los modelos de periodismo y la dinámica política (persistencia o cambio de régimen) ha captado la atención de diversas disciplinas en las últimas décadas. Sin embargo, es difícil establecer un efecto causal entre la reforma de medios y los procesos de democratización, o asumir ciertos modelos de periodismo como agentes de cambio social o político (Repnikova, 2017; Zielonka, 2015; Gross & Jakubowicz, 2013; Hallin & Mancini, 2012; Voltmer, 2006; Esser & Pfetsch, 2004; Price & Rozumilowicz, 2002; Curran & Jin-Park, 2000).
El periodismo puede agudizar el descontento popular y la conciencia de alternativas posibles a largo plazo en países en desarrollo con regímenes híbridos, autoritarios o transicionales para ejercer una significativa presión sobre las autoridades (Randall, 1993). Sin embargo, en Rusia, el colapso del sistema de prensa soviético dio lugar a una prensa local y regional con una alta orientación comercial, sensacionalista e instrumentalizada por las alianzas informales entre el Estado y las élites empresariales (Vartanova, 2012). En China, el periodismo de investigación, a pesar de su orientación al mercado, se ha convertido en un componente importante de la estabilidad y adaptabilidad del régimen comunista (Repnikova, 2017a). En síntesis, los efectos políticos del sistema de prensa en procesos de democratización son variables y altamente condicionados por factores institucionales, socioestructurales y de nivel micro (Lugo-Ocando & García Santamaría, 2015; Routnakova, 2012; Kitzberger, 2009).
En sintonía con esta perspectiva de estudios, el presente artículo aborda las dinámicas de cambio del periodismo actual en Cuba, en estrecha conexión con las estrategias de rearticulación de la hegemonía ideológica del Estado. Llama la atención sobre las condiciones específicas de esta relación, dada la constante amenaza del gobierno estadounidense y los valores de la ideología socialista del régimen. Un objetivo fundamental es abordar la emergencia del periodismo independiente on-line vinculado a la desprofesionalización del modelo de prensa socialista con orientación ideológica partidista, las políticas y condiciones de acceso a Internet, y las estrategias de control y vigilancia del Estado.
Dada la limitada reforma económica, la liberalización del mercado es mínima y altamente controlada por el Estado, lo que puede constituir un freno importante para el desarrollo del periodismo independiente on-line. Pero el factor distintivo parece ser la alta contingencia, la polarización ideológica y la radical confrontatividad entre el Estado y este emergente modelo de periodismo. No obstante, los referentes de estas nuevas prácticas periodísticas, su cultura y percepción de roles muestran una revalorización significativa del modelo de prensa ideológica del Estado hacia un periodismo cívico que está contribuyendo de forma importante al desarrollo de una esfera de contención transnacional que potencia la deliberación sobre el futuro cubano.
Este artículo constituye una aproximación al escenario de la relación prensa-Estado en Cuba en las complejas dinámicas actuales. Se fundamenta en una amplia revisión bibliográfica sobre el tema, documentos oficiales, investigaciones y tesis de posgrado, informe de organismos internacionales sobre el acceso a la información y el control de Internet en Cuba, así como en extensas conversaciones con jóvenes periodistas cubanos que realizan estudios de posgrado o ejercen el periodismo independiente en el exterior.
El periodismo en regímenes autoritarios, híbridos o transicionales
La conexión del periodismo y la persistencia/cambio de regímenes diversos ha sido problemática. El énfasis normativo de los modelos de prensa en democracias liberales occidentales con economía de mercado ha sido cuestionado por el creciente interés en la relación prensa-Estado-públicos en países en desarrollo con regímenes autoritarios, híbridos o transicionales (Repnikova, 2017a; Zielonka, 2015; Gross & Jakubowicz, 2013; Hallin & Mancini, 2012; Voltmer, 2006; Esser & Pfetsch, 2004; Price & Rozumilowicz, 2002; Curran & Jin-Park, 2000). A diferencia de los enfoques de la “transitología”, que asumen el cambio político desde la perspectiva binaria de los autoritarismos a las democracias liberales, los autores proponen comprender los medios en sus respectivos términos históricos, focalizándose en los procesos de cambios más que en una visión teleológica de la historia (Meng & Rantanen, 2015; Roudakova, 2012).
En este sentido, Roudakova propone estudiar los fluidos procesos históricos de (re)articulación de los medios-Estados-públicos como resultado de la tensión por el mantenimiento/erosión del orden en un escenario incierto. En otras palabras, su preocupación central son los procesos de reproducción de la legitimidad del Estado a través de los países y los períodos históricos (2012, pp. 262-ss).1 El rol de los medios será más constitutivo que instrumental, pues no se reducen a plataformas de lucha política, sino que toman activamente parte en producir la dinámica de la política (Meng & Rantanen; 2015; Roudakova, 2012).
La investigación comparada en países como Rusia y China refleja la interdependencia del Estado y el mercado para devaluar la visión antagónica entre ambos, muy marcada en los estudios occidentales. El Estado ha necesitado un mercado robusto de medios, pero ‘funcionales’ políticamente. El mercado se desarrolló dentro de los parámetros determinados por el Estado, y los mecanismos de control estatal evolucionaban a medida que avanzaba la comercialización de los medios (Repnikova, 2017a; Roudakova, 2012; Vartanova, 2012; Tong & Sparks, 2009). En la Rusia postsoviética (posterior a 1992), las reformas de liberalización económica y la competencia electoral produjeron un cambio institucional con resultados inciertos, cuya principal característica fue la interpenetración entre los emergentes agentes económicos y políticos en la competencia por compartir el capital político. Ambos, empresarios capitalistas y actores políticos, construyeron diferentes alianzas para lograr sus fines (capital económico y ventajas políticas), y se convirtieron en la élite dominante que estableció el control sobre los medios. Por otro lado, el tránsito de la economía socialista a la economía de mercado no generó un rápido crecimiento económico basado en el consumo que se tradujera en un incremento en el nivel de vida de la sociedad, mientras que el activismo político de los años 80 se transformó en apatía social y valores como el éxito individual y el hedonismo (Vartanova, 2012).
Tampoco la privatización de la industria de medios en 1992, y su reposicionamiento, generaron un modelo más democrático de comunicación política. Por el contrario, se incrementó el patrocinio político y el uso manipulativo de la prensa y su creciente sensacionalismo. Como acertadamente reconoce McNair (citado en Vartanova, 2012, p. 126), “el resultado fue la creación de un sistema de (hiper)capitalismo híbrido”, caracterizado por el Estado burocrático como principal agente económico, y la subsecuente integración del emergente mercado y el Estado en un ‘complejo industrial de medios’ que ejerció una determinante influencia sobre las políticas públicas hacia este sector. En estas condiciones es entendible el limitado rol de los medios en la construcción de los partidos políticos independientes en Rusia, pues la fuerza crucial en el juego político permaneció en el Estado (Vartanova, 2012). Más que paralelismo político (Hallin & Mancini, 2004), estamos en presencia de relaciones de “clientelismo política-medios” (Kitzberger, 2009; Roudakova, 2008).
Por otro lado, el declive del periodismo como profesión creativa ha sido paralelo al nacimiento de una profesión orientada a la publicidad y las relaciones públicas. Vartanova (2012) reconoce la paradójica coexistencia de la independencia de medios, dada la descentralización y autonomía formal de las salas editoriales de las agencias estatales y partidos políticos, y el bajo nivel de libertad de discursos por la creciente centralización política, la reestructuración de la esfera pública bajo la nueva “idea nacional” y el consentimiento de la instrumentalización del periodismo, su uso como instrumento de campañas políticas y la autocensura en las oficinas editoriales.
El caso chino puede ser más sugerente para evaluar las nuevas dinámicas del periodismo cubano. Zhao (2012) propone al comunismo, el nacionalismo y el desarrollismo como fundamentos culturales e ideológicos históricos del Partido Comunista Chino (PCCh), y observa cómo la recuperación del principio confucionista de la responsabilidad del Estado permite inculcar valores compartidos a través de la instrucción moral y su ejercicio como medio de control social (p. 152). Durante un primer período revolucionario maoísta (1940-1975), la prensa china fue parte de un sistema general de movilización ideológica y propaganda del partido de Estado, pero a partir de 1978 el PCCh logró un consenso ideológico alrededor de la reforma y la apertura.
En el sector de medios e industrias culturales, el Estado drásticamente redujo su rol al subsidiar sus operaciones, y les ofreció paulatinamente seguridad jurídica a los derechos de propiedad privada. No obstante, la orientación ideológica del partido de Estado continuó articulando diferentes versiones de marxismo y socialismo, cuyo fin era la construcción de “un socialismo con características chinas” donde los medios debían proveer a la población la guía moral y la ingeniería del desarrollo económico y del cambio social.
Tanto la producción y distribución de noticias y contenidos informacionales como la propiedad de los grandes medios impresos y de transmisión continuó siendo monopolio del Estado. Sin embargo, la propiedad completa o parcial de las áreas periféricas de las industrias de medios y culturales -incluidos la producción de filmes, entretenimiento para televisión y publicidad, así como la distribución audiovisual- fue abierta al financiamiento del capital nacional e internacional como parte de una política estatal compleja y diferenciada (Zhao, 2012) que garantiza al Estado retener el control sobre el sistema de medios y su orientación ideológica, sin monopolizar la producción y distribución, especialmente en entretenimiento, estilo de vida y áreas de negocios.
Los propios órganos del partido de Estado dirigen el proceso de comercialización, al canalizar las dinámicas del mercado dentro de las estructuras existentes y al desarrollar diversos mecanismos de control, como la implementación de un registro de licencias y de certificación profesional periódica, un código de ética profesional para los periodistas y un programa de entrenamiento ‘ideológico’ obligatorio (Zhao, 2012). 2
No obstante, la creciente comercialización de la economía dotó a los medios de una mayor autonomía financiera y gerencial, y una importante reorientación de sus contenidos hacia la captura competitiva de intereses de consumo en nuevos targets.3 La gestión estructural de los medios desde agencias especializadas de gobierno permitió una relación de mayor predictibilidad y estabilidad entre el Estado y los medios y un incentivo importante a la inversión de capitales privados. Así, la regulación de medios adquirió un creciente énfasis tecnocrático regido por la lógica del mercado, retando el componente ideológico partidista (Winfield & Peng, 2005; Chan & Qui, 2002).
Las nuevas prácticas periodísticas comienzan a cambiar la autopercepción de los periodistas del rol de legitimación ideológica del partido a algún tipo de servicio público como grupo profesional diferenciado con una función social distinta (Zhao, 2012; Tong & Sparks, 2009). Repnikova (2017a) ha señalado la contingente complejidad de las sistemáticas negociaciones y los roles colaborativos del periodismo de investigación chino, así como la persistente adaptabilidad y resiliencia del régimen comunista.
El modelo cubano de prensa socialista
En los regímenes autoritarios, la persistencia del régimen depende de su capacidad de innovación sobre los diversos mecanismos de legitimación ideológica. En palabras de Schedler, “todos sus actos de poder son simultáneamente representaciones escénicas de poder. Son actos de dominación, y al mismo tiempo, actos de comunicación” (2016, p. 72). Por ello, el control y la manipulación de la esfera pública, a través de mecanismos de dominación ideológica, serán una constante dirigida a amplificar las perspectivas del régimen y marginalizar las voces críticas, al limitar la capacidad de los ciudadanos para imaginar y articular narrativas sobre un futuro político alternativo (Dukalski, 2017). Se trata de la legitimidad del Estado y la hegemonía de sus narrativas ideológicas, reconstruidas y retadas constantemente desde los medios de comunicación (Roudakova, 2012).
Analizar el modelo de prensa oficial en Cuba implica reconocer su orientación a la legitimación ideológica del Estado. Sus lineamientos configurativos, al estilo leninista,4 no son una norma jurídica, sino las Tesis y Resoluciones del I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC, 1976): “importantes instrumentos de la lucha ideológica y política.…, órganos del partido y del Estado… en la tarea de educar, informar, orientar, organizar y movilizar”.5 La Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se crea en 1963 con un elevado compromiso político e ideológico con el proceso,6 aunque su institucionalización como modelo oficial de prensa al estilo soviético fue en el I Congreso del PCC en 1975. En coherencia con la ideología socialista asumida por el PCC y el Estado cubano, este modelo de prensa asume las prioridades del proyecto político: una sociedad unida, un partido único y fuerte, y una prensa que no diera ningún espacio a las estrategias de Estados Unidos y de la contrarrevolución interna (García Luis, 2014, p. 86).
Es importante reconocer la centralidad del conflicto histórico Estados Unidos-Cuba en el discurso ideológico del Estado cubano, cuyos elementos centrales han sido la identificación del orden estatal socialista con la patria y la nación, la necesidad de unidad (unanimidad) frente a la situación de guerra, amenaza o agresión, y el socialismo como única opción política (Bobes, 2007). Entre 1976 y 1992, la legitimación simbólica del régimen se basó en dos relatos fundamentales: el nacionalismo revolucionario y el marxismo-leninismo. Sin embargo, la caída del socialismo real provocó el abandono del marxismo-leninismo como ideología de Estado y la recuperación del nacionalismo revolucionario como doctrina del régimen (Rojas, 2006). Intentos recientes de conceptualizar el modelo de desarrollo socialista cubano definen como valores centrales el patriotismo, el heroísmo, el antimperialismo, la solidaridad, el internacionalismo, el humanismo y el desinterés (CMESCDS, 2017). La prensa estatal ha contribuido de forma importante a diseminar el discurso oficial y las campañas morales lanzadas desde el partido, que definen los rasgos identitarios del ‘buen cubano’ (García Santamaría, 2019).7
Investigaciones con periodistas cubanos de medios estatales han demostrado que la constante amenaza externa de Estados Unidos y el efecto desestabilizador de la glasnost soviética a fines de los años 80 derivaron en una psicología de plaza sitiada en constante peligro, lo que ha generado un impacto negativo sobre la autorregulación de los periodistas (García Luis, 2013). El temor constante a que “cualquier cosa que digamos se malinterprete en función de esta agresión” se convierte en una actitud defensiva de discreción y secretismo.
Además, la problemática relación del periodista con las fuentes de información, generalmente funcionarios de la administración estatal y partidista, subvierte su práctica profesional a simple vocero del gobierno y el partido para reducir la noción de información a propaganda ideológica a través de un abuso de las notas oficiales, elaboradas fuera del medio con técnicas no periodísticas (Franco Senén, 2016). Construir una realidad nacional armónica, funcional y exitosa frente al caos, la injusticia y violencia del mundo exterior parece definir el rol de la prensa cubana; con inmejorable precisión un periodista lo sintetiza: “hemos suplido frecuentemente el juicio razonado por la propaganda” (Garcés, 2013).
Al indagar sobre las variables más relevantes que inciden en el desempeño del gremio, ciertas investigaciones señalan su creciente precarización, el deterioro de las condiciones laborales y elementos de desprofesionalización (García Santamaría, 2018a; Franco Senén, 2016; Elizalde, 2013). Según un informe de 2013 de la UPEC, desde el 2008 hasta el 2012 habían ingresado a esta organización profesional 1143 miembros, de los cuales solo 395 (el 34%) eran graduados de periodismo (citado en Elizalde, 2013, p. 69). En ese mismo año, el 50% de los cuadros de prensa no tenían formación periodística, cifra superior al 60% en la radio (Garcés, 2013). Este déficit formativo podría estar relacionado con la incompetencia de los ‘cuadros’ directivos de la prensa, la espontaneidad y el voluntarismo de sus métodos de dirección (Franco Senén, 2016).
Pero la variable más discutida entre los periodistas cubanos ha sido la excesiva regulación externa. En efecto, el modelo cubano de prensa socialista, institucionalizado a partir de la experiencia soviética, se diseña como un instrumento de legitimación ideológica del Estado. Por tanto, la profesión periodística, sus prácticas, cultura y roles sociales responden a orientaciones y directrices emanadas del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC, un órgano político que suplanta el ejercicio editorial periodístico.8
La confiabilidad política y el compromiso con la “ideología socialista” condicionan constantemente la práctica periodística, y la creciente desprofesionalización del gremio (García Santamaría, 2018a). Llama la atención cómo la propia dirección del Estado cubano ha reconocido estas limitaciones, al señalar públicamente la difusión “de materiales aburridos, improvisados y superficiales”,9 y la tensa relación entre los funcionarios ideológicos del PCC y la dirección de los medios.10
Por otro lado, complementar la regulación externa y la autorregulación ha sido una preocupación constante de los periodistas de medios estatales cubanos (Franco Senén, 2016; Elizalde, 2013; García Luis, 2013). Dos posiciones parecen ser fundamentales al respecto; discursivamente, el Estado parece regirse por el principio de que el director del medio “como regla, debe publicar, y como excepción, consultar”, por ello, son los que deciden “que se publica o no”. Sin embargo, investigaciones empíricas enfatizan la conciencia en los periodistas de los efectos “anestésicos” sobre el pensamiento y la capacidad de análisis, la verticalidad y la desconfianza provocada por la excesiva regulación externa, así como una mayor eficacia de la autorregulación basada en “normas éticas, principios filosóficos, opciones políticas y cultura profesional” (García Luis, 2013).
Encontrar la ‘cuadratura del círculo’ a esta situación ha sido y será imposible, pues a pesar de las continuas referencias discursivas del liderazgo estatal, las prácticas periodísticas están constreñidas por las condiciones estructurales del modelo soviético de prensa partidista, excesivamente burocratizado y las restrictivas condiciones de autonomía creativa de la agencia periodística (García Santamaría, 2018a).
A pesar de las orientaciones partidistas de que la prensa debe reflejar los “profundos vínculos” del Partido con las “masas” (PCC, 1987), la agenda mediática cubana es resultado de la influencia directa de las fuentes institucionales del Estado, lo que limita la inclusión de temas diversos de interés público. Sin embargo, en la conformación de la agenda pública es más significativa la interacción social de los individuos en su entorno más cercano (familia, amigos, colegas de estudio y trabajo), lo que limita el consumo mediático informativo y provee marcos interpretativos alternativos sobre la realidad social (Muñiz Zúñiga & Castillo Salina, 2017).
Otras investigaciones evidencian significativas desconexiones entre los temas de mayor interés público, definidos como experienciales crónicos, y la agenda mediática nacional que se refleja en importantes medios impresos (Gallego Ramos & Rosabal García, 2013; Muñiz Zúñiga, 2017). Más revelador aún resulta que los temas más significativos y polémicos para el público, los que presentan mayor dificultad para su vida cotidiana (transporte, vivienda, alimentación, salarios), y por tanto, valorados negativamente, reproducían en la agenda del medio impreso el encuadre de significados de las fuentes oficiales estatales, como los plenos provinciales del PCC, reuniones con altos dirigentes del país para amplificar las narrativas justificativas positivas del PCC (Gallego Ramos & Rosabal García, 2013).
Las limitaciones anteriores del modelo de periodismo estatal reflejan ciertas inconsistencias en los mecanismos de legitimación ideológica del Estado cubano, lo que puede poner en riesgo la hegemonía de las narrativas oficiales y la rearticulación del consenso ideológico alrededor del proyecto socialista (García Santamaría, 2019; Elizalde, 2013). El control de esta esfera pública estatizada, concebida como un escenario donde se visibilizan los ideales de simetría, orden y corrección de la ideología de consenso promovida desde el Estado, le permite al mismo tiempo a éste intentar silenciar todo ápice de cuestionamiento y deliberación ciudadana. No obstante, en las nuevas condiciones se está configurando un espacio de interacción y de interdependencia entre los periodistas de las instituciones estatales y los nuevos medios independientes digitales, lo que contribuye a una esfera pública digital en construcción (Geoffray & Chaguaceda, 2014).
Periodismo independiente on-line
En la transición política de regímenes tanto autoritarios como totalitarios es necesario que actores de la sociedad civil (abajo) dotados de autonomía, recursos asociativos y capacidad de movilización elaboren y justifiquen proyectos colectivos alternativos creíbles. Por otro lado, los actores políticos al interior de la élite autoritaria (arriba) deben construir un espacio de negociación sobre las condiciones mínimas mutuamente ventajosas (Przeworski, 1994). Ambos escenarios implican un componente dialógico y comunicacional (Downing, 1996).
Tarrow (1997) llama la atención sobre el papel del entorno simbólico-cultural para un movimiento social y define al marco interactivo como el dispositivo que acentúa la gravedad e injusticia de una situación social, o redefine como injusto o inmoral lo que previamente era considerado desafortunado, pero tolerable (p. 215).11 Entonces, la actividad clave de un movimiento social será inscribir agravios en marcos globales que identifican una injusticia, atribuir la responsabilidad de la misma a otros y proponer soluciones (Tarrow, 1997). Melucci (1999) enfatiza la necesaria construcción y negociación de la identidad colectiva como precondición de cualquier cálculo costo-beneficio y la percepción de la injusticia como tal.12 K. Glenn III (2001) valora cómo los movimientos sociales presentaron demandas sobre injusticia, identidad y agencia en sus intentos por movilizar redes de apoyo, por lo que un sentido de injusticia debe ser combinado con una identidad, la cual definirá el “nosotros versus ellos” y un sentido de agencia o conciencia de cambios posibles y de acción individual efectiva. El framing, o encuadre de significados de la demanda, tendrá un importante efecto persuasivo, asociativo y de movilización, alineando a esta con las identidades de redes preexistentes.
Los elementos anteriores permiten valorar el potencial democratizador de la esfera pública, entendida como el espacio donde se publicitan, es decir, adquieren visibilidad un conjunto de temas polémicos para un público interesado en prácticas deliberativas. Publicitar significa, entonces, dotar de significado público ciertos temas y ciertas prácticas de interacción comunicativa. De ahí la importancia de la diferenciación y autonomía de las diversas agendas en la democracia. En los regímenes autoritarios, definidos por su ‘incertidumbre estructural’ (Schedler, 2016), tiene un alto costo para el Estado (re)producir su legitimidad, de ahí los constantes esfuerzos por sofisticar los mecanismos de control sobre toda dinámica informativa y controlar una esfera pública estatizada (Dukalski, 2017). La información no será un bien público, sino un activo ideológico estratégico orientado a garantizar la hegemonía de las narrativas justificativas del Estado, así como a minimizar la visibilidad de dinámicas comunicativas que produzcan agendas alternativas autónomas y marcos interactivos que generen agendas más ‘cotidianas’ que amenazan el monopolio informativo del Estado.
Ciertamente, el Estado cubano pudo controlar la esfera pública y minimizar cualquier amenaza a su hegemonía ideológica durante décadas. Sin embargo, como acertadamente demuestra Geoffray (2013), la liberalización de Internet a partir del 2008 y el desarrollo de ciertas actividades virtuales permitieron la convergencia de ciertas ‘arenas’13de debate que solían estar segmentadas entre sí. La autora reconoce a mediados del 2000 tres micro arenas de debate dentro de Cuba: la disidente, los debates semipúblicos dentro de las instituciones del Estado y los colectivos contenciosos de artistas autodidactas e intelectuales marginalizados.
La primera, reducida a un ‘microespacio’ fragmentado y acotado, se caracterizó por su invisibilidad local e ilegitimidad. La segunda, por intercambios limitados entre pares críticos de algunos aspectos del régimen, sin retar sus fundamentos, dirigida a muy selectos públicos.14 La tercera, a pesar de ser la más contenciosa y vinculada a la vida diaria de vecindarios marginales, el uso de recursos oficiales para sus actividades los llevó a negociar con las autoridades, lo que contribuyó a la moderación de sus demandas. La arena de la diáspora, definida como un ensamble de yuxtapuestos y fragmentados espacios, refiere a la convergencia entre miembros del medio cultural en Cuba y miembros activos cultural y políticamente de la diáspora.15
Estas arenas, micro o parciales, se caracterizaron por su reducido tamaño (públicos limitados), su heteronomía vis a vis al Estado cubano y su pobre conectividad e interactividad, lo que debilitó la cohesión y la comunicación interpersonal. A pesar de constituir escenarios de disputa sobre bienes públicos, fueron constreñidas en términos de contenido, medios desiguales y poca visibilidad y performatividad, por lo que las percepciones de las personas dependían de la contingencia de los contactos interpersonales con intermediarios y no de la información suministrada por medios públicos (Geoffray, 2013). Al no superar la dimensión micro y mantener su heterogeneidad, las diversas arenas del debate no generaron percepción de amenaza para el Estado cubano y pudieron ser limitadas y controladas por éste.
Sin embargo, a partir del 2008, el creciente acceso a Internet en Cuba permite la convergencia de las diversas arenas y la creación de un espacio contencioso transnacional, diferenciado y autónomo de la esfera política y cultural oficial, que intensifica las interacciones y permite el reconocimiento de los protagonistas contenciosos como legítimos oponentes (jugadores de un mismo juego) con un fin común: contribuir al cambio social y político en Cuba desde abajo.16
Este nuevo espacio de contención transnacional es donde comienzan a visualizarse, y convertirse en parcialmente públicos, ciertos temas excluidos de las agendas formales de la esfera política y de los medios oficiales (García Santamaría, 2018b). El carácter polémico de los mismos activa su potencial de debate para ciertos sectores de la sociedad cubana y su diáspora sobre el futuro. Este espacio contencioso transnacional, en los márgenes del campo político y el control burocrático, constituye una amenaza creciente a la hegemonía ideológica del Estado cubano (Hoffmann, 2011), y un actor protagónico ha sido la prensa independiente digital, la cual, bajo importantes restricciones tecnológicas, con un alto costo de acceso y una elevada polarización política, ha desarrollado en la última década una aproximación alternativa a la realidad cubana.
En un estudio de Naciones Unidas sobre Gobierno Electrónico Cuba fue ubicada en el número 110 de una lista de 190 países con un valor del índice de 0.4488 (ENUGE, 2012). Llama la atención el contraste entre la elevada puntuación del índice de capital humano (0.9684) y el bajo índice del componente infraestructura (0.0709). A pesar de que Cuba fue uno de los primeros países en la región en elaborar un programa explícito de informatización respaldado por el gobierno, este ‘dejó de evolucionar desde su propio nacimiento’ lastrado por el déficit de una estrategia de país que sobrepasara “la mera sobrevivencia frente a la hostilidad externa y las deformidades estructurales internas acumuladas” (Recio, 2014, p. 327).
La gestión de la escasez de la conectividad y la definición de sus usos estratégicos han sido problemáticos, dada la utilización de criterios selectivos y excluyentes en sus diversos momentos.Recio (2014) reconoce una primera época, en la que predominó la asignación de recursos y el uso de las redes para propósitos de desarrollo científico-técnico, aproximadamente entre 1990 y 1999. Hasta 1996, cuando se produce el acceso a Internet, la política estuvo dirigida a sentar las bases de redes profesionales orientadas al desarrollo científico-técnico del país y de un modelo comunitario a través de los Joven Club. El segundo momento se caracterizó por la institucionalización del sector y la definición inicial del marco regulatorio que garantizara la seguridad en el uso de las redes informáticas (p. e. Decreto 209), y hacia 1999 coincidió con la denominada batalla de ideas, priorizando a aquellos actores que “multiplicaran el mensaje de Cuba”17 como parte de una política oficial estimulada por el Comité Central del PCC.
El tercer momento se contextualizó en las reformas anunciadas por Raúl Castro en la Actualización del Modelo Económico Cubano en 2011, y el principio rector es la búsqueda de la eficiencia económica, por lo que la política de acceso a Internet debe ser una inversión para el desarrollo, ajustada a un esquema de racionalidad económica cada vez más estricto. En esta época economicista, el Estado impulsa medidas para aligerar su estructura, sin que implique un fortalecimiento de la sociedad civil y de su capacidad deliberativa, y el uso intensivo de las telecomunicaciones no fue prioridad (Recio, 2014). 18
No obstante, la limitada conectividad de los cubanos ha adquirido cierto dinamismo a partir de junio de 2013 con el nacimiento de Nauta, el primer servicio de acceso público a Internet a través de los Joven Club, la posibilidad de acceso vía e-mail a celulares a partir del 2014 y un creciente número de puntos de conexión libre al servicio wifi a lo largo del país. ETECSA, el monopolio estatal de las telecomunicaciones, reconoce la existencia de 986 puntos de libre conexión wifi en todo el país (ETECSA, 2019), un promedio de 126 computadoras personales y 584 usuarios de Internet por mil habitantes (ONEI, 2019); un 46% de subscriptores a telefonía móvil, 51% de usuarios de Internet y 56% de activos usuarios de redes sociales en móviles ubican a Cuba en el lugar 16 en el Ranking de crecimiento relativo de Internet en el 2019 (Digital Reports, 2019).
Otros informes internacionales reconocen el acceso a Internet entre el 5% y el 27% de la población, y señalan que las cifras gubernamentales no distinguen entre conectarse a Internet y a la intranet de Cuba, una red cerrada de sitios en su mayoría alojados en dominios cubanos (IESLEC, 2018). De forma paralela, los cubanos han desarrollado un sistema informal de distribución de datos digitales, El Paquete y redes informales de computadoras conectadas como Street Net, los cuales les han permitido compartir archivos e información off-line y “hablar y escuchar al mundo exterior” (CPJ, 2016).
Sin embargo, la dinámica de este nuevo espacio de contención trasnacional se contextualiza en una elevada polarización ideológica. A pesar del optimismo generado por el restablecimiento de relaciones entre EE. UU. y Cuba, protagonizado por Barack Obama y Raúl Castro, y el especial interés mostrado por el primero en el desarrollo tecnológico de la isla,19 la cruda retórica política del nuevo presidente Donald Trump y su gobierno20 ha acelerado la percepción de amenaza externa para el gobierno cubano y su histórico recelo hacia cualquier actor interno diferenciado y autónomo que pueda construir una narrativa alternativa a la ideología hegemónica del Estado. En la clausura del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), el 14 de julio del 2013, el entonces primer vicepresidente de los Consejos de Estados y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, fue explícito al respecto:
Además, nuestra prensa tiene como virtud que es una prensa incómoda para el imperialismo…. Por eso es una prensa que también es odiada por nuestros enemigos, por la contrarrevolución interna y por la contrarrevolución externa…. como anteproyecto …de subversión político-ideológica orientada hacia nuestro país por parte del gobierno de EU, el tema mediático y el tema de la prensa están presentes, y por eso alientan que gente contrarrevolucionaria tengan proyectos de prensa, como ellos le llaman, proyecto de prensa independientes (cursivas añadidas) (Cubadebate, 2013).
Como puede apreciarse, el discurso oficial identifica a la emergente prensa independiente digital cubana como un anteproyecto de “subversión político-ideológica”, orientado y financiado por el gobierno de los EE. UU. Como medios alternativos de información, fuera del control institucional del Estado, estos medios que “creen ingenuamente en el falso discurso libertario de los apologistas del mercado” (ACN, 2018), son “mercenarios de la pluma y la palabra” dirigidos por los “centros de operaciones de guerra psicológica de los servicios especiales de EE. UU.”, cuya misión es “crear zozobra, sembrar el desengaño, la duda, el miedo, la confusión” y “construir líderes de opinión espurios con perfiles falsos”, “cibermercenarios, maestros del chisme, el rumor y la mentira”, cuyo único fin es “desacreditar el Estado revolucionario y debilitar los pilares que sostienen la institucionalidad de la Revolución” (Capote, 2016).
No olvidemos que ideológicamente el Estado socialista se autodefine como el representante único de la nación cubana, y la unidad ante cualquier amenaza es la condición necesaria de su existencia. Construir un periodismo diferente implica revisar el proyecto ideológico del PCC, con efectos disruptivos sobre esta unidad, sinónimo de enemigo interno del Estado. En esta situación se desempañan la mayoría de los medios independientes digitales en Cuba. Henken (2017) intenta captar la diversidad de estos medios en cuatro categorías: disidentes digitales, mileniales digitales, revolucionarios críticos digitales y la diáspora digital.
El medio más representativo de los disidentes digitales es 14ymedio, y a pesar de la larga trayectoria confrontativa de sus fundadores (Yoani Sánchez y su esposo Reinaldo Escobar), ambos evocan valores del periodismo liberal como objetividad y certeza, transparencia y responsabilidad como referentes de su actividad periodística, evitando catalogar su labor de “periodismo de extremos” (citado en Henken, 2017). 14ymedio mantiene vínculos con medios internacionales y tiene asistencia técnica de universidades norteamericanas, por lo que al igual que otros medios disidentes ha sido bloqueado por ETECSA, lo que limita su impacto sobre el público nacional.
Por su parte, los mileniales digitales incluyen diversas revistas de amplia circulación nacional con un contenido apolítico, orientadas al entretenimiento (Play Off, Garbos, Vistar), y cuya divulgación se realiza por estrategias digitales paralelas.21 La entrevista realizada por Henken (2017) al fundador de la revista deportiva bimensual Play Off refleja una decepción respecto a la “incapacidad crítica” y la “escasa influencia” de los medios estatales en el público nacional, así como una visión pesimista sobre la incertidumbre en la que desempeñan su labor profesional y el futuro de estos medios independientes. Al carecer de un marco legal, su autofinanciamiento es complicado, dada la imposibilidad de obtener ingresos por publicidad de empresas estatales y privadas, así como por las limitadas condiciones de trabajo y el alto costo del acceso público a Internet.
Otros medios digitales como Cibercuba, El Toque y El Estornudo se centran en temas diversos de la sociedad cubana con estilos y objetivos diferentes. El periodista José Jasán Nieves, fundador de El Toque, ha reconocido públicamente entre los objetivos de su proyecto fortalecer a la sociedad civil cubana y aumentar la diversidad y la calidad de la información, brindar apoyo legal y financiero a medios independientes digitales, y colocar en la agenda pública temas de interés ciudadano como derechos humanos, desarrollo sostenible, igualdad de género, inclusión social y transparencia de la administración pública.
Es interesante el innovador estilo de dirección editorial, al concebirse como una cooperativa horizontal donde se construyen agendas “desde el consenso entre personas que no piensan igual”, así como el interés en desarrollar herramientas de negocios que permitan financiar su proyecto. Haber recibido apoyo financiero holandés en sus inicios le implica ser catalogados por los medios estatales como “neocontrarrevolución” al servicio de una potencia extranjera para “destruir el sistema socialista cubano” (Nieves, 2018). Al igual que Nieves, uno de los fundadores del portal de periodismo narrativo El Estornudo es enfático en evitar cualquier vínculo con la propaganda política, ya sea oficial o de oposición (citado en Henken, 2017).
Los medios independientes incluidos dentro de los revolucionarios críticos digitales (Periodismo de Barrio, Havana Times, La Joven Cuba, Observatorio Crítico, etc.), a pesar de reconocerse como revolucionarios defensores de la democracia socialista, rechazan el control ideológico del PCC sobre la prensa, consideran la independencia del medio un principio indispensable para su credibilidad. Periodismo de Barrio, un medio on-line especializado en temas del cambio climático y los desastres naturales, influido por la tradición de periodismo narrativo latinoamericano (Díaz, E. en Somohano, 2019: p. 253), ha ejercido presión sobre las autoridades gubernamentales por las respuestas ante estos fenómenos y al igual que los otros medios digitales, han sufrido acosos, censura y detenciones por las fuerzas del Estado.
Por último, en la diáspora digital se incluyen sitios de información y noticias sobre Cuba, cuyos servidores radican en el exterior (España y Miami), y en su mayoría cuentan con financiamiento del National Endowment for Democracy (NED) del gobierno de los Estados Unidos u otros fondos de gobiernos europeos. Dos excepciones importantes son OnCuba y Progreso Semanal, ambas con reconocimiento del gobierno cubano como agencias extranjeras de prensa en La Habana, cuyos fondos provienen del sector privado radicado en EE. UU. e interesado en la inversión en la isla. Otros medios como Diario de Cuba (España) y Cubanet (Miami) se orientan hacia temas políticos como los derechos humanos y las voces disidentes en el interior del país, conscientes de la necesidad de despertar a la sociedad civil para la reconstrucción de la sociedad cubana y el cambio político (citado en Henken, 2017).
Como puede apreciarse, el periodismo independiente digital cubano es una propuesta diferente, internamente heterogénea en objetivos y estilos, que se ubican en una escala que fluctúa entre la crítica revolucionaria y la oposición al Estado cubano. A pesar de las restricciones, algunos de estos medios se han apropiado innovadoramente de los formatos digitales para explorar novedosas formas de autogestión editorial y financiera vinculadas al emergente sector nacional de emprendedores privados. Algunos encuentran en el Paquete y otras redes informales de comercialización de la información el canal de distribución de sus contenidos off-line (Rodríguez Fernández, 2019).
En general, todos parten de una decepción con el modelo estatal de periodismo, especialmente su falta de autonomía y su rol de legitimación ideológica del PCC y el Estado, y su estilo apologético y triunfalista, alejado de las necesidades informativas de la sociedad civil. La conexión de algunos con fuentes de financiamiento de gobiernos extranjeros, especialmente fondos del gobierno de los Estados Unidos, ha acentuado el anatema general de enemigo interno en el discurso oficial, y los ha hecho blanco de amenazas públicas y estrategias de acoso, censura y diversas formas de represión estatal. 22
La importancia del periodismo independiente digital radica en la profunda revalorización de la profesión periodística, su cultura y sus prácticas, así como en el cambio en la autopercepción de los periodistas de su rol público en las nuevas circunstancias cubanas, orientado a producir información de calidad para un público interesado en participar en la toma de decisiones políticas, y no a ser instrumento de legitimación ideológica partidista. Valores liberales como la autonomía, el equilibrio en la información y la orientación hacia temas contenciosos que potencien la deliberación pública y la rendición de cuentas del gobierno son referentes de sus prácticas periodísticas. A pesar de su limitado alcance nacional, estos medios independientes digitales comienzan a impactar la dinámica de la agenda informativa, al visibilizar temas polémicos como la inclusión social, la marginalidad y la pobreza, las agendas de sectores diferenciados, los temas ecológicos, la corrupción política y las voces disidentes al proyecto ideológico hegemónico, por lo que constituyen un mecanismo de presión sobre la rígida agenda de los medios oficiales y para el propio discurso del liderazgo político.
Ante el dinamismo de este nuevo espacio de contención transnacional digital, el Estado cubano ha reafirmado el carácter restrictivo de su normatividad jurídica. La Constitución de 2019, en su artículo 55, subordina la libertad de prensa a “los fines de la sociedad”; por tanto, los medios de comunicación social, “en cualquiera de sus manifestaciones y soportes, son de propiedad socialista de todo el pueblo” y “no pueden ser objeto de otro tipo de propiedad”, haciendo recaer en el Estado la responsabilidad de definir sus principios de organización y funcionamiento (CRP, 2019). La política de Comunicación Social del Estado y el gobierno cubano reafirma como primer objetivo “garantizar el consenso y la unidad nacional en torno a la Patria, la Revolución Socialista y el Partido”, y retoma el principio configurativo de la política cultural cubana “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”.
Hoy, al igual que en todo el proceso político, la Revolución es el único representante legítimo de los intereses de la “nación entera;” por tanto, “nadie puede alegar con razón un derecho contra ella” (“Qué política se plantean”, 2019). Esta subordinación histórica a los intereses de la Revolución en la normatividad jurídica, implica una visión restrictiva e instrumental del derecho a la libertad de expresión de los periodistas y medios de comunicación cubanos, lo que habilita al Estado a ejercer un control de la información pública (IESLEC, 2018).
Como antecedente, es importante señalar que el Código Penal de 1987 ya reconoce una serie de ‘delitos’ contra la seguridad del Estado, la administración y la jurisdicción y el orden público, y establece figuras delictivas como la difamación, la calumnia y la injuria, que dada su ambigüedad fueron instrumentos jurídicos punitivos contra la libertad de expresión. Ante la amenaza que significó para el gobierno cubano la Cuban Democracy Act (Ley Torricelli), firmada en 1992 por el presidente G. Bush, y la Helms-Burton, firmada por W. Clinton en 1996 para recrudecer el bloqueo económico a Cuba, este desarrolla un marco jurídico altamente punitivo en la Ley 80 de 1996 de Reafirmación de la Dignidad y la Soberanía Cubanas23 y la Ley 88 de Protección de la Independencia Nacional de 1999.24
A pesar de su incipiente desarrollo, el periodismo independiente digital enfrenta diversos obstáculos. El limitado, selectivo, vigilado y muy regulado acceso a Internet de la población cubana es su principal limitación. El acceso público universal se ve disminuido por cuatro factores i) ambigüedad y restrictividad de las disposiciones legales, ii) limitada cobertura y alto costo de la conexión, iii) bloqueo y censura de medios críticos, iv) estrategias de vigilancia en red (IESLEC, 2018).
Todos los decretos y resoluciones ministeriales que regulan el uso de las tecnologías en Cuba parten de la premisa de que el acceso a las redes informáticas de alcance global será de forma regulada de acuerdo con “los intereses nacionales”, lo que garantiza que la información esté en “correspondencia con nuestros principios éticos, y no afecte los intereses ni la seguridad del país”. Por tanto, el acceso debe ser aprobado por una Comisión Interministerial (Decreto 209, 1996).
En relación con los servicios de correos electrónicos y chats, los sitios web cubanos no podrán ofrecer estos servicios “de forma automática a personas naturales y jurídicas que no hayan sido debidamente autorizadas” (Resolución 92, 2003). Otras disposiciones establecen una serie de obligaciones a los proveedores de servicios (ISP) como garantizar que no se utilice software con sistemas criptográficos o transferencia de ficheros cifrados, así denegar el uso de aplicaciones que afecten “la integridad o la seguridad del Estado” (Resolución 179, 2008). Imponer estas obligaciones de monitorización y regulación de contenidos on-line a los intermediarios sobre la base de criterios extremadamente vagos llevaría previsiblemente a una censura estricta (IESLEC, 2018). Otras regulaciones obligan a los sitios web de personas jurídicas nacionales u organizaciones internacionales que se hospeden en servidores cubanos, a ser inscritos previa información de todos los datos del sitio web. Esta inscripción debe ser revalidada cada año, y puede ser suspendida, cancelada o denegada (Resolución 72-73, 2009).
La cobertura a través de cibercafés y lugares públicos con acceso gratis para el público nacional ofrece un servicio de baja calidad a un costo relativamente alto (1 cuc/hora) a un sistema intranet (.cu) con información filtrada por el monopolio estatal ETECSA. El bloqueo y la censura de contenidos de páginas web, plataformas y redes sociales como Facebook, Twitter, Yahoo, Youtube, MSN o Hotmail, y recientemente Change.org, así como el bloqueo de los sitios web críticos o disidentes, reducen el acceso del público cubano a perspectivas informativas diversas. 25
Finalmente, es dudosa la privacidad de las comunicaciones a partir de NAUTA, el único prestador de servicios estatal de correos electrónicos y mensajería a través de Cubacel, el cual exige la completa identificación del usuario frente a las autoridades (IESLEC, 2018). El uso de la vigilancia sobre la actividad en redes por parte del Estado podría ser utilizado como un medio para identificar periodistas independientes y disidentes políticos y someterlos a patrones de hostigamiento, así como a detenciones arbitrarias, e incluso, al procesamiento por delitos asociados con el ejercicio de la libertar de expresión en Internet.
Conclusiones
El creciente interés en la relación prensa-Estado-públicos en regímenes autoritarios, híbridos o transicionales sugiere una tensión dinámica en la rearticulación de la legitimidad del Estado bajo condiciones de alta incertidumbre y polarización política (Lugo-Ocando & García Santamaría, 2015). En América Latina, la práctica periodística está subordinada a otras lógicas sociales como el mercado o el clientelismo político (Kitzberger, 2009). Países tan diferentes como Rusia y China han desafiado la visión occidental del antagonismo entre el Estado y las potencialidades liberalizadoras del mercado. El Estado Chino ha convertido el periodismo de investigación en un pragmático protagonista de su proyecto partidista de gobernanza (Repnikova, 2017a).
En Cuba, donde recientes e importantes regulaciones partidistas subordinan la libertad de prensa a los “fines de la sociedad”, y solo reconocen la “propiedad socialista de todo el pueblo” sobre los medios de comunicación, la hegemonía del modelo de prensa oficial partidista, de estilo soviético, parece ceder ante las nuevas condiciones sociales y tecnológicas. La evidencia demuestra una creciente depauperación y desprofesionalización de este modelo, cuya práctica periodística está condicionada por la confiabilidad política y el compromiso ideológico, de ahí la celosa regulación por el Departamento Ideológico del PCC.
Factores estructurales del modelo soviético como la elevada burocratización y las restrictivas condiciones de autonomía creativa de la agencia periodística impiden la eficacia informativa de estos medios oficiales, y estimulan el desarrollo de un modelo de prensa independiente on-line que potencia un espacio contencioso transnacional, diferenciado y autónomo de la esfera política y cultural oficial. Este espacio contencioso transnacional escapa a los mecanismos de control ideológico del Estado cubano, y estimula un debate virtual sobre temas polémicos de interés público como la (in)eficacia de la gestión de gobierno, corrupción de funcionarios, marginalidad y pobreza, prostitución, ecología, género, etc., invisibilizados por la agenda estatal y de los medios oficiales, retando a la hegemonía ideológica del Estado.
Es importante reconocer que el periodismo independiente on-line es intrínsecamente diferenciado en sus rutinas y cultura(s) periodística(s), así como en la percepción de su rol social; sin embargo, la profunda decepción con el rol de legitimación ideológica partidista del modelo de prensa oficial y el reconocimiento de valores liberales como la autonomía, objetividad, credibilidad, transparencia y la orientación hacia temas contenciosos que potencien la deliberación pública parecen ser los referentes de su práctica profesional.
No obstante, el periodismo independiente on-line cubano enfrenta múltiples obstáculos como la ambigüedad y restrictividad de las disposiciones legales, la limitada cobertura y el alto costo de la conexión, el bloqueo y la censura de medios críticos, y las estrategias de vigilancia en red. Al carecer de un entorno de liberalización económica que fortalezca el mercado, y permita la autonomía y diferenciación del sistema de medios, los periodistas independientes desarrollan su labor en un limbo jurídico, sin acceso a fuentes de financiamiento legales, y constantemente estigmatizados como “mercenarios de pluma y palabra” por el discurso del liderazgo político y los medios oficiales.
Dada la creciente amenaza externa de EE. UU., las características distintivas del modelo de prensa independiente on-line cubano serán la improvisación contingente, la elevada polarización ideológica y la radical confrontatividad con el Estado. No obstante, las nuevas prácticas periodísticas parecen tener un efecto irreversible en las dinámicas de opinión pública y deliberación sobre el futuro cubano.