1. Introducción
Históricamente, América Latina ha sido una región fértil para el populismo. Según la literatura, el fenómeno en la región se articuló en tres olas. La primera se dio entre las décadas de 1930 y 1960 por líderes como Juan Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil. En sus discursos el pueblo estaba formado principalmente por la base natural de la izquierda, los sectores urbanos y rurales más pobres. Al mismo tiempo, las élites estaban compuestas por aquellos «que se oponían a la expansión del Estado, la nacionalización de la economía y la implementación de políticas comerciales proteccionistas» (Rovira Kaltwasser, 2014, p. 498). En la segunda ola de populismo latinoamericano, que se caracterizó por el uso del discurso neoliberal, el pueblo fue visto como una masa pasiva de individuos. Por otro lado, la élite corrupta estuvo representada por «aquellos actores que se beneficiaron del modelo de desarrollo estatal y se opusieron a la implementación de las políticas del llamado Consenso de Washington» (Rovira Kaltwasser, 2014, p. 498). Este discurso de populismo neoliberal fue encarnado por actores políticos como Alberto Fujimori en Perú y Carlos Menem en Argentina. Finalmente, la tercera ola comenzó a fines de la década de 1990 con la elección de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. Estos líderes populistas se opusieron fuertemente a las políticas de libre mercado, apelaron, en cambio, a la ideología del americanismo. El pueblo se convirtió, entonces, en todos los discriminados y excluidos, mientras que la élite se convirtió en «los defensores del neoliberalismo y los actores políticos que apoyan un modelo occidental de democracia que no es apto para América Latina» (Rovira Kaltwasser, 2014, p. 499).
Algunos autores han hablado de una cuarta ola de populismo en la región, haciendo referencia al sorpresivo resultado de José Antonio Kast en Chile, en 2017, y la elección como presidente de Jair Bolsonaro en 2018, en Brasil (Mudde, 2019). Esta nueva ola se caracterizaría ideológicamente por un populismo radical de derecha, similar a la ideología de la mayoría de los partidos populistas en Europa occidental. Cabe destacar que, aunque en alguna medida el populismo es un concepto contestado, el enfoque ideacional -que se adopta en este artículo- ha logrado imponerse sobre los demás.2
Más allá de Europa del Oeste, los partidos populistas de derecha radical están presentes en varias regiones del mundo, por ejemplo: India, Filipinas y varios países de Europa oriental, además de Estados Unidos -bajo la presidencia de Donald Trump. Aunque algunos hablen de cuarta ola, no se puede negar que las experiencias del populismo radical de derecha en América Latina han sido limitadas, ya sea numéricamente o en términos de logros electorales. Esto parece por lo menos sorpresivo al considerar la historia de éxito del populismo en el subcontinente.
Este artículo tiene un doble objetivo. Primero: investigar las razones de la escasa presencia de partidos populistas radicales de derecha en América Latina. Y en segunda instancia: conocer las características del discurso de los líderes y las determinantes del éxito electoral en los dos países donde la derecha populista radical ha emergido de manera más cabal: Chile y Brasil. Para analizar el discurso de los líderes se usó el Manifesto Research on Political Representation (marpor), que proporciona mediciones cuantitativas de las prominencias de los temas presentes en los manifiestos electorales de los partidos.3
Aunque también están comenzando a surgir candidatos de derecha en otros países latinoamericanos, los casos de Brasil y Chile presentan los ejemplos más claros de una derecha radical populista en la región. Los resultados principales son dos. Primero se ve una diferencia en cómo el populismo radical de derecha ha entrado en los dos sistemas de partidos. En el caso chileno -similar a lo que se ha visto en Europa occidental- el sistema de partidos ha sufrido una gradual convergencia programática que ha dejado espacio para la emergencia de un líder más radical a la derecha de la coalición tradicional. Por el contrario, en Brasil la emergencia de Bolsonaro está ligada a una polarización gradual del sistema, sobre todo desde la elección de 2014. Ello se debe, principalmente, a una radicalización de la derecha moderada que produjo un colapso parcial del sistema (Santos y Tanscheit, 2019).
El artículo está dividido en cinco secciones. En la primera se describen las características de los partidos populistas radicales de derecha en Europa occidental. En la segunda se abordan teóricamente las razones del éxito limitado de la prr en la región, mediante la aplicación de una teoría que ha sido construida para explicar el éxito de estos partidos en Europa occidental. La tercera y cuarta sección están dedicadas al análisis del discurso de José Antonio Kast en Chile y de Jair Bolsonaro en Brasil, y de los factores que explican el voto para estos actores. Finalmente, en la quinta sección se elaboran las concusiones.
1.1 Los partidos populistas radicales de derecha en Europa occidental
El populismo radical de derecha no es un fenómeno nuevo en Europa occidental. El origen de algunos de estos se remonta a los años setenta y ochenta (Mudde, 2007). Sin lugar a duda, hoy en día los partidos populistas de derecha son la familia de partidos populistas más común y exitosa en Europa occidental. Desde el punto de vista de su ideología, estos partidos comparten, al menos, tres características: nativismo, autoritarismo y populismo (Mudde, 2007, 2019). El nativismo, una mezcla de nacionalismo y xenofobia, es la ideología central de la derecha populista radical. Esta ideología afirma que el Estado debería estar habitado exclusivamente por nativos, tratando cualquier idea o persona ajena como una amenaza a la homogeneidad del Estado nación (Mudde, 2007; Mudde y Rovira Kaltwasser, 2017). En Europa occidental, desde el punto de vista de las propuestas de polícies, el nativismo se traduce en medidas severas en contra de la inmigración. Por un lado, se podría pensar que los países donde los partidos populistas radicales de derecha tienen más éxito electoral son los del sur de Europa debido al hecho de que se encuentran más afectados por la crisis migratoria desde países del norte de África y del cercano Oriente. Sin embargo, algunos de los prr que tienen más éxito se encuentran en países como Austria, Dinamarca y Suiza (Mudde, 2016). Esto da cuenta del hecho de que los inmigrantes no son vistos primariamente como un problema económico, sino como un elemento ajeno en términos culturales (Kriesi et al., 2006; Betz, 2003). El apoyo a estos partidos, en otras palabras, se debería a una suerte de «ansiedad cultural», donde la homogeneidad de la cultura de una nación es vista como un valor que tiene que preservarse. Un corolario de esto es el fuerte rechazo de los prr a todo lo globalizado y multicultural (Zaslove, 2008), a lo que se contrapone - valorándola- la tradición. Más específicamente, Zaslove (2004, p. 100) sostuvo que «la derecha radical moviliza a los votantes que temen que la inmigración, especialmente en el contexto de alto desempleo, globalización y desconfianza de las élites políticas, amenace la seguridad, identidad y oportunidades laborales de los locales».
La segunda característica ideológica que comparten los partidos populistas de derecha es el autoritarismo. El autoritarismo, en este caso, no hace referencia a un tipo de régimen político, sino a la creencia en «una sociedad estrictamente ordenada en la que cualquier ruptura del orden ha de castigarse severamente» (Mudde, 2007, p. 23). En términos generales, en la mayoría de los países de Europa occidental, los prr han traducido este autoritarismo discursivo en términos de preferencias para temas de law and order (Mudde, 2007). Estas propuestas de políticas públicas van en el sentido de mayores responsabilidades y recursos para fuerzas policiales, normas más estrictas y castigos más severos (Rama, Zanotti, Turnbull-Dugarte, Santana, 2021). En resumen, el autoritarismo se expresa en las preferencias por políticas de seguridad. Se puede observar cómo el alto énfasis en las políticas antinmigratorias, de manera casi sistemática, ha sido justificado por un aumento del crimen (Zaslove, 2004). Se ha vinculado discursivamente un (supuesto) aumento de la criminalidad y de la violencia con el aumento del número de inmigrantes (ilegales) en el territorio nacional. Esto se ha observado en el discurso de numerosos líderes de la derecha populista radical en Europa occidental, pero también en otras áreas del mundo. Por ejemplo, Donald Trump ha, de alguna manera, ocultado su racismo detrás del velo de la ley y el orden, especialmente en los Estados Unidos, donde el simple hecho de cruzar la frontera sin documentos hace que un inmigrante sea ilegal y, por lo tanto, incurra en una violación de la ley.
Finalmente, los partidos prr comparten la ideología populista. Como se ha mencionado anteriormente, aunque el populismo es, hasta cierto punto, todavía un concepto contestado, sin duda el llamado enfoque ideacional ha logrado imponerse por encima de otros (Hawkins, Rovira Kaltwasser, Carlin, Littvay, 2019). El enfoque ideacional hace referencia a un aspecto particular del populismo: sus ideas (Hawkins et al., 2019). Focalizándose en la dimensión ideacional, el populismo ha sido definido alternativamente como una ideología (Mudde, 2004; Mudde y Rovira Kaltwasser, 2017), un discurso (Stavrakakis, 2014; Stavrakakis y Katsambekis, 2018), un marco (Caiani y della Porta, 2010; Aslanidis, 2016) y un modo de identificación (Panizza, 2005). En adhesión a este enfoque, se define el populismo como una ideología delgada que concibe a la sociedad dividida en dos grupos opuestos y homogéneos: un pueblo puro y una élite corrupta. Es importante destacar que el uso de los adjetivos bueno y corrupta, con referencia al pueblo y a la élite respectivamente, han de entenderse en un sentido moral. Más específicamente, mientras el pueblo es intrínsecamente bueno, la élite es corrupta, no necesariamente en el sentido monetario del término, sino más bien porque no actuaría en interés del pueblo. En segunda instancia, siguiendo el enfoque ideacional, los populistas piensan que la política debería ser expresión de la voluntad general (volonté générale) del pueblo (Mudde, 2004).
Después de haber destacado las características ideológicas de los prr y cómo éstas se han articulado específicamente en Europa occidental, la siguiente sección se dedica a explicar, desde el punto de vista teórico, la aún escasa presencia de los partidos populistas radicales de derecha en América Latina.
Las revoluciones silenciosas y la derecha populista radical
La derecha radical populista se estableció como una familia de partidos en las democracias europeas por medio de la politización de las identidades culturales y la canalización del descontento con los partidos políticos dominantes. En muchos aspectos, el prr también fue una reacción cultural en contra de la difusión de los valores posmaterialistas en las sociedades europeas ricas, con su énfasis en la libertad individual, la autonomía personal, la autoexpresión y la igualdad social. Inglehart (1971) calificó al posmaterialismo como la revolución silenciosa y, en un contexto de globalización económica y profundización de la integración política europea, llegó a asociarse con el apoyo a los valores liberales, cosmopolitas, universalistas y multiculturales. Mientras que los partidos verdes europeos o libertarios de izquierda ayudaron a articular estos nuevos valores culturales posmateriales, los partidos prr emergieron como la expresión política de la reacción cultural contra ellos (Ignazi, 1992; Kitschelt y McGann, 1995).
Como explicó Ignazi (1992), el surgimiento de los partidos prr en el flanco derecho de los sistemas de partidos europeos fue un tipo de contrarrevolución silenciosa entre quienes rechazaron los valores posmateriales. Los partidos del prr apelaron a votantes con fuertes identidades culturales étnicas o religiosas, junto con apegos al tradicionalismo moral y una aversión a la inmigración, la globalización económica y las instituciones europeas transnacionales (Bornschier, 2010). Politizaron los problemas culturales que los partidos dominantes ignoraron en gran medida y criticaron duramente a esos partidos por no representar al verdadero y auténtico pueblo.
Los partidos prr en Europa occidental inicialmente adoptaron posiciones antitributarias y promercado, reflejaron así su hostilidad generalizada hacia las instituciones estatales. Sin embargo, con el tiempo, muchos de ellos se alejaron del neoliberalismo hacia posiciones más estatistas y proteccionistas -abogaron por un chovinismo del bienestar- destinadas a apoyar a los trabajadores nacionales contra las inseguridades del libre comercio, la globalización y la inmigración (De Lange, 2007). Defendieron los estados de bienestar nacionales en sociedades ricas y relativamente igualitarias con formas universalistas de protección social, pero donde muchos ciudadanos enfrentaban nuevas formas de inseguridad económica en una era de liberalismo de mercado globalizado. Por lo tanto, en países con economías capitalistas más inclusivas e integradoras, especialmente en el norte y centro de Europa, la derecha radical populista buscó aislar y demarcar a las comunidades nacionales de las presiones del mundo exterior (Roberts, 2019).
Las condiciones estructurales en los países europeos que ayudaron a generar el surgimiento de los partidos prr fueron claramente muy diferentes a las de América Latina contemporánea. De hecho, en América Latina, a principios de siglo, estaban surgiendo nuevas formas de populismo, al mismo tiempo que los partidos prr se estaban fortaleciendo en Europa occidental, pero estos nuevos populismos en América Latina tenían un carácter notablemente de izquierda. La izquierda populista de América Latina -Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y el Movimiento al Socialismo (mas) de Evo Morales en Bolivia- estalló a raíz de los movimientos de protesta social masiva contra los modelos de desarrollo neoliberales adoptados en respuesta a la deuda y las crisis hiperinflacionarias en las décadas de 1980 y 1990. En particular, la izquierda populista prosperó en países donde los partidos tradicionales de centro izquierda jugaron un papel importante en la imposición de medidas de ajuste estructural y de austeridad neoliberal durante las crisis económicas, produciendo una convergencia de los partidos dominantes en torno a la ortodoxia neoliberal. Esta convergencia llevó a la oposición al neoliberalismo al campo de la protesta social, que sirvió como preludio para el surgimiento de figuras populistas de izquierda como una forma de protesta electoral en el flanco izquierdo de los sistemas de partidos establecidos.
Las alternativas populistas de izquierda no solo eran acérrimas críticas del neoliberalismo y de los partidos dominantes, sino también firmes defensoras de los modelos de desarrollo estatistas y las reformas sociales redistributivas. Obtuvieron la mayor parte de su apoyo de sectores marginados de la sociedad como los trabajadores del sector informal urbano en Venezuela y las comunidades indígenas rurales en Bolivia, que fueron en gran medida excluidos de las formas de protección social puestas a disposición de los trabajadores sindicalizados del sector formal durante el apogeo del corporativismo latinoamericano en el siglo xx. En las economías capitalistas menos prósperas y altamente desiguales de América Latina, los mercados laborales dualistas diferenciaron a los trabajadores del sector formal e informal, mientras que los estados de bienestar segmentados excluyeron en gran medida a los pobres urbanos y rurales (Garay, 2016). Las condiciones estructurales, por lo tanto, fueron favorables para que los líderes y movimientos populistas de izquierda politizaran los agravios económicos por sobre las identidades culturales. Estos enfatizaron la inclusión social y la integración de la comunidad nacional, más allá de la élite en el poder, en lugar de demarcar la comunidad nacional excluyendo los de afuera, como pasa con la prr en Europa (Roberts, 2019).
Las condiciones estructurales que propiciaron el populismo de izquierda también plantearon desafíos a los principales partidos conservadores tras las reformas neoliberales de América Latina. Los principales partidos conservadores, favorables a las empresas, con orientación tecnocrática y compromiso ideológico con las reformas de mercado, a menudo prevalecieron en la competencia democrática durante las crisis inflacionarias y de deuda de los años ochenta y noventa. Las medidas de austeridad neoliberales y las políticas de ajuste estructural adoptadas por estos partidos en muchos países ayudaron a lograr la estabilización económica a mediados de la década de 1990, pero dejaron atrás una amplia gama de demandas sociales relacionadas con el empleo, los salarios, la seguridad social y la desigualdad económica. Los partidos conservadores dominantes se vieron en apuros para responder a estas demandas sociales que se intensificaron a principios de siglo en la era del posajuste, cuando los movimientos de protesta de masas desafiaron el orden neoliberal en gran parte de la región. Los movimientos de protesta anticiparon el fortalecimiento, tanto de los partidos de izquierda establecidos como de las nuevas alternativas populistas de izquierda, marcando el comienzo de un giro político hacia la izquierda sin precedentes en la primera década del siglo xxi (Weyland, Madrid, Hunter, 2010; Levitsky y Roberts, 2011).
En ese entonces, América Latina no tenía los niveles de prosperidad generalizada y seguridad económica que facilitaron la difusión de los valores posmaterialistas en las sociedades europeas. Las demandas materiales continuaron pesando fuertemente sobre la competencia democrática y proporciaron nuevas oportunidades para alternativas populistas de izquierda para desafiar los sistemas de partidos dominantes. La relativa debilidad de la revolución silenciosa en América Latina limitó así las oportunidades de una derecha radical populista para capitalizar una reacción cultural y canalizar políticamente una contrarrevolución silenciosa.
Sin embargo, aunque las condiciones estructurales desfavorables pueden restringir los partidos del prr en América Latina, no les impide emerger. De hecho, los conservadores en la América Latina contemporánea pueden tener incentivos electorales especialmente fuertes para politizar los valores culturales y aumentar su relevancia política dado el atractivo limitado de sus plataformas económicas favorables al mercado, una vez que las presiones inflacionarias han sido controladas, en contextos de desigualdad extrema y exclusión social. Los modelos tecnocráticos neoliberales a menudo reciben un fuerte apoyo de los intereses comerciales y financieros, pero ofrecen herramientas políticas limitadas para ganarse a los votantes de clase baja y trabajadora a través de programas sociales o medidas redistributivas. Incluso las formas de clientelismo que los partidos conservadores utilizaron históricamente para asegurar la lealtad de los votantes de bajos ingresos se erosionaron después de la transición al liberalismo de mercado a finales del siglo xx.
Como tal, la derecha latinoamericana enfrentó una forma especialmente aguda el dilema conservador que afecta a los partidos de derecha en sociedades capitalistas desiguales: sus electores naturales o centrales están compuestos por élites económicas que representan una pequeña minoría de la población (Gibson, 1996; Luna y Rovira, Kaltwasser, 2014; Ziblatt, 2017). Esto coloca a los partidos conservadores en desventaja competitiva en muchos contextos democráticos, a menos que puedan encontrar otros modos no económicos de atraer a los electores de masas. Las apelaciones a los valores e identidades culturales son una alternativa importante cuando las plataformas económicas no logran resonar en las masas. Los llamamientos culturales populistas que construyen al pueblo en torno a identidades nacionales, étnico-raciales o religiosas particulares son especialmente atractivos porque permiten que los partidos de derecha compitan con la izquierda por los votantes de las clases bajas, sin tener que alterar las plataformas económicas que atraen a sus partidarios de élite. Asimismo, las apelaciones a la ley y el orden, la seguridad pública y el tradicionalismo moral también pueden resonar en diversos grupos populares en contextos con altos niveles de delincuencia e inseguridad. Especialmente en Brasil y el Cono Sur de América Latina, las tendencias culturales más liberales y laicas entre los jóvenes, combinadas con movimientos que defienden los derechos de las mujeres, las minorías sexuales y los pueblos indígenas han desencadenado una reacción cultural entre conservadores y religiosos que crea nuevas oportunidades para la movilización populista en el flanco derecho.
El populismo, en resumen, es altamente maleable, ya que tiene plantillas tanto de izquierda como de derecha que pueden adaptarse para diferentes necesidades y condiciones locales, dependiendo de la capacidad de los líderes populistas para politizar las quejas económicas o las identidades culturales en contextos nacionales específicos. Las estructuras sociales y económicas subyacentes pueden ser más o menos propicias para diferentes tipos de populismo, pero nunca son completamente determinantes; la agencia política o la capacidad de las figuras populistas para identificar, enmarcar y politizar cuestiones divisorias, también es importante. Las siguientes secciones exploran los dos países de América Latina donde han surgido figuras que claramente pueden adscribirse al populismo de derecha radical -Chile y Brasil- con el fin de comprender las bases ideológicas de sus llamamientos y los contextos nacionales que hacen que las audiencias masivas sean receptivas a los mensajes de prr. Es importante destacar que en otros países de la región han surgido líderes o partidos que parecen adherir parcialmente a la prr. Este es el caso, por ejemplo, de Cabildo Abierto en Uruguay, Rafael López Aliaga en Perú o Bukele en El Salvador. Sin embargo, por diferentes razones, estos actores no se ajustan completamente a la ideología de la prr, en cuanto algunos no cumplen con la definición ideacional de populismo con respecto a la división de la sociedad entre el pueblo y una élite, mientras otros no comparten nativismo y autoritarismo como ejes centrales de su discurso. Los casos de Chile y Brasil examinados aquí, sin embargo, demuestran que es posible combinar las tres dimensiones centrales del prr en contextos políticos concretos en América Latina.
2.1 Chile
Después de una dictadura de 17 años Chile volvió a la democracia en 1990 a través de un referéndum en el que la ciudadanía era llamada a pronunciarse con un si, que indicaba la voluntad de una vuelta al régimen democrático, o con un no, que indicaba la voluntad de una perduración del régimen de Augusto Pinochet. Desde principio de los noventa el sistema de partidos ha mantenido una cierta estabilidad debido a la formación de dos coaliciones que representaban las divisiones entre el si y el no o como ha sido definido más tarde, el clivaje político entre democracia y autoritarismo (Tironi y Agüero, 1999). Por un lado, la coalición de centroizquierda, la Concertación, estaba compuesta por todos los partidos que habían apoyado la transición.4 Por otro, la Alianza5, formada por una rama más radical, Unión Demócrata Radical (udi), y por una más moderada, Renovación Nacional (rn), que representa a la derecha con un componente más social del sistema. Después de una prevalencia de la Concertación en las primeras cuatro elecciones presidenciales, la Alianza logró imponerse, por primera vez, en 2010, con Sebastián Piñera. Desde ese momento hubo una alternancia en el poder entre las dos coaliciones. Esta dinámica esencialmente bipartidista se debe también al sistema electoral binominal. Usado en el país hasta 2017, el binominal preveía la elección de dos escaños por distrito lo que daba una ventaja sustancial a las dos coaliciones en el sentido que limitaba las oportunidades de entrada de partidos nuevos al sistema (Cabezas y Navia, 2005; Carey, 2006; Nohlen, 2006). Esto cambió en 2017 con la aprobación de una reforma electoral con la que se adoptó una ley proporcional más permisiva. Además, se ha observado un gradual acercamiento entre las dos coaliciones, al menos a nivel programático, producto de dos factores concomitantes: la moderación programática de la derecha y la inercia de la izquierda (Madariaga y Rovira Kaltwasser, 2020). El hallazgo va en línea con las tesis del partido cartel (Katz y Mair, 1995) que da cuenta de la emergencia de nuevos partidos como consecuencia de una creciente colusión y una disminución de las diferencias políticas entre los principales partidos políticos en el sistema (Zanotti, 2019; Madariaga y Rovira Kaltwasser, 2020; Roberts, 2014; Morgan, 2011). Con este tipo de organización partidaria las partes coludidas se convierten en agentes del estado y emplean los recursos de este para asegurar su propia supervivencia colectiva (Katz y Mair, 2009). Además, los partidos cartel privilegian la experiencia profesional y la despolitización tecnocrática por sobre la política activista y la cultivación de fuertes raíces en la sociedad (Madariaga y Rovira Kaltwasser, 2020, p. 348). El efecto conjunto del cambio de las reglas electorales y del gradual acercamiento programático entre las dos coaliciones tradicionales dio pauta para unos cambios en el sistema de partidos chileno. A la izquierda, unos partidos que habían dejado la Nueva Mayoría formaron una nueva colación, el Frente Amplio (Soto Pimentel, 2018). Por otro lado, la derecha sufrió un proceso de fragmentación. Primero, en 2015 se constituyó Evolución Política (Evópoli) como partido, una agrupación de visión liberal clásica que no se reconocía en los valores de la derecha tradicional.6 Además, en las primarias presidenciales de 2017 un excongresista de la udi, José Antonio Kast, compitió como independiente en contra del que había ganado la candidatura oficialista, Sebastián Piñera, con un discurso populista radical de derecha (Rovira Kaltwasser, 2020, p. 50).7 Las razones detrás de la decisión de Kast de competir como independiente se basaban en el argumento de que era necesario atacar con dureza a la izquierda y adoptar posturas más radicales de derecha (Rovira Kaltwasser, 2020, p. 49). De hecho, en su programa de gobierno, José Antonio Kast (2017, p.1) indicaba que el error central de la derecha en los últimos años «ha sido renunciar a sus principios y acomodar sus valores para ganarse la simpatía de determinados sectores». De manera muy sorpresiva, sin partido que lo apoyara, Kast logró obtener casi el 8 % de las preferencias, siendo el cuarto candidato más votado, logró superar la opción demócrata cristiana (Rovira Kaltwasser, 2020).8 El discurso de José Antonio Kast puede adscribirse a la derecha populista radical en contraposición a la derecha tradicional que gradualmente se ha moderado ideológicamente. El mismo Kast afirma que:
(…) tiene que iniciarse un nuevo ciclo en la política donde se deje de lado lo políticamente correcto en las respuestas, donde se mire a la cara, toda la política tiene que dar un paso adelante y enfrentar a la ciudadanía de una manera distinta. (Tomado de Paz, 31 de mayo de 2016)
2.2 Brasil
Las dinámicas políticas que llevaron a la aparición de un actor de la derecha populista radical en Brasil fueron muy diferentes de las que acontecieron en Chile. Mientras la emergencia de Kast se debe a una suerte de colusión entre las coaliciones tradicionales, en Brasil, el fenómeno Bolsonaro puede adscribirse a una gradual polarización entre la izquierda (principalmente el pt) y la derecha postransición. En términos generales la polarización se dio en términos ideológicos, pero sobre todo, desde 2016, también en términos afectivos. Los resultados de esta polarización fueron una implosión de la derecha moderada que dio paso a una derecha radical y populista en la elección de 2018. La polarización entre los dos partidos principales del sistema, el Partido de los Trabajadores (pt) y el Partidos de la Social Democracia Brasileña (psdb), se debe a una radicalización del discurso de la derecha desde 2014 con la candidatura a la presidencia de Aecio Neves del psdb (Santos y Tanscheit, 2019). El peak de esta radicalización de la derecha se alcanzó en 2016 con el proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff, con acusaciones que iban desde la violación de la ley presupuestaria hasta la implicación en actos de corrupción en Petrobras en el ámbito de la operación Lava Jato. El momento del impeachment representó el punto más alto de la confrontación entre derecha e izquierda, que además de ideológica, se volvió afectiva, generando amplio rechazo hacia el partido de Dilma Rousseff. Esta polarización afectiva se alimentó también de la situación del líder y fundador del pt, Ignacio Lula da Silva, arrestado en julio de 2016 en la causa de corrupción en contra de Petrobras liderada por el entonces juez Sergio Moro.9 Después de la destitución de Rousseff asumió su vice, Michel Temer, del Movimiento Democrático Brasilero (mdb), señalado por la exmandataria como «uno de los principales jefes de la conspiración».10 Dos fueron los partidos -ambos de derecha moderada- que participaron en el que, hasta hoy, ha sido el gobierno peor evaluado en la historia de Brasil (Santos y Tanscheit, 2019): el mdb -el partido de Temer- y el psdb. La incapacidad de Temer de revertir el curso de la economía, de manejar los altos niveles de violencia en las mayores ciudades del país, combinados con el hecho de tener que defenderse constantemente de las acusaciones de corrupción y otros crímenes, resultaron en bajísimos índices de aprobación de su presidencia y descreditaron a los partidos que apoyaban su gobierno (Hunter y Power, 2018, p. 69). A esto se sumó el hecho que el candidato del psdb para las elecciones de 2018, el gobernador de São Paulo, Gerardo Alckmin, ya había sido derrotado por Lula en 2006. El resultado fue devastador para la derecha moderada. En la primera vuelta de las elecciones de 2018, Alckmin obtuvo solamente el 5 % de los votos, mientras Meirelles del mdb, y el exministro de Temer, poco más del 1.11 Si, por un lado, el redimensionamiento de la derecha no representa un hecho sorpresivo en sí, el tamaño de este refleja un parcial colapso del sistema. Con respecto a la izquierda, la performance de Haddad en primer turno -29,28 %- fue también menor de lo esperado y mucho menor de los resultados obtenidos por Rousseff en las dos elecciones anteriores.12 El único ganador de esta situación fue el ex capitán de ejército, Jair Bolsonaro, que solo, en enero de 2018, anunció su afiliación al Partido Social Liberal (psl), el noveno en su larga carrera política. Bolsonaro obtuvo más del 46 % en la primera ronda y logró quedarse con el cargo en la segunda, alcanzó el 55,13 % de las preferencias contra el 44,87 % de Haddad (Hunter y Power, 2018). El líder del psl supo aprovechar el colapso de la derecha moderada y de factores coyunturales como la alta tasa de criminalidad y la amplia percepción de inseguridad, sobre todo en algunos sectores de la población como aquellos de mayor ingreso. La campaña electoral de Bolsonaro supo focalizarse en los temas de seguridad con el mismo discurso que había propuesto en gran parte de su carrera política: «los derechos humanos debían subordinarse al orden público» (Hunter y Power, 2018, p. 73). Asimismo, Bolsonaro se aprovechaba de «un fuerte sentimiento antisistema de desencanto con las instituciones políticas y con la democracia misma, agravado por los escándalos de corrupción que involucran a partidos tradicionales de derecha, como el psdb y el mdb» (Rennó, 2020, p. 2).
3. Las características del discurso de la derecha populista radical en América Latina
Después de haber analizado las dinámicas de competencia partidaria que permitieron a líderes de derecha populista radical entrar en los sistemas de partidos de Chile y Brasil, esta sección está dedicada al análisis de las características discursivas que han permitido a estos dos líderes entrar al sistema y, en el caso de Bolsonaro en Brasil, ganar la presidencia. La tabla 1 muestra las cinco categorías más prominentes en los programas de gobierno de los prr de América Latina en las elecciones de 2017 en Chile y 2018 en Brasil. Ya que el proyecto marpor se basa en la prominencia de los issues presentes en los manifiestos electorales, cada una de las categorías corresponde al porcentaje que cada una de ellos ocupa con respecto al texto entero.
En primera instancia, es evidente que, tanto Bolsonaro como Kast dedican una amplia porción -13,2 % y 8,3 % respectivamente- de su manifiesto a la defensa de la ley y el orden. Esta categoría agrupa todas las «menciones favorables a la aplicación estricta de la ley y acciones más duras contra la delincuencia doméstica» (marpor Handbook13). El autoritarismo discursivo se ha traducido en términos generales en un énfasis programático en las medidas de seguridad (Mudde y Rovira Kaltwasser, 2017). La gran importancia de las medidas de seguridad para la derecha populista radical es evidente al observase que la gran mayoría le dedica un porcentaje relevante de su programa electoral a esta categoría (Rama et al., 2021). Sin embargo, el tema de seguridad es un tema que, aun con anterioridad a la emergencia de estos partidos, ha encontrado espacio en los manifiestos y, más en general, en el discurso de los partidos tradicionales, sobre todo de la derecha (Madariaga y Rovira Kaltwasser, 2020; Rovira Kaltwasser, 2020; Rama et al., 2021). Puede decirse que, en toda la región, la derecha populista radical ha tenido y tiene aún que lidiar con poco espacio político. Esto porque uno de sus principales elementos, el autoritarismo expresado en cuestiones de orden público, ha sido parte integrante de las dos divisiones históricamente establecidas, el centro-periferia y la izquierda-derecha socioeconómica. De hecho, tanto Kast en Chile como Bolsonaro en Brasil han ido más allá, siendo capaces de expresar programáticamente su autoritarismo a través de un discurso fuertemente a favor de los valores tradicionales. Con este término hacemos referencia a valores tradicionales y morales, por ejemplo, la mantención de la familia tradicional como un valor y la defensa del rol de las instituciones religiosas en el estado y en la sociedad en general. En Chile, Kast pudo mostrarse como único defensor de la moral tradicional debido a la gradual moderación de la derecha tradicional (Madariaga y Rovira Kaltwasser, 2020). Por ejemplo, se ha pronunciado en varias ocasiones en contra del aborto con declaraciones como las siguientes: «solo una maquinación intelectual puede decir que las mujeres tienen derechos sobre el propio cuerpo», o «el único inocente en una violación es el niño que va a nacer» (Nicholls y Cuesta, 2018, p. 374). En la misma línea, Cruz y Varetto (2019, p. 243) afirman que: (Kast) «tuvo su impacto mediático debido a las polémicas posiciones públicas que adquirió el candidato en torno a temas como la igualdad de derechos y el impacto de la dictadura de Pinochet en la sociedad chilena». En la sección «Familia y derechos humanos» de su programa electoral, la primera medida propuesta tiene el objeto de «revertir de manera inmediata, la Ley de Aborto que promueve Michelle Bachelet, enviando un proyecto para lograr su derogación» (Kast, 2017, p. 14). Con respecto al papel de la religión, propuso un rol más preponderante de las iglesias cristianas en las medidas profamilia que adopta el Estado. En un estudio sobre las determinantes del voto para Kast, Zanotti y Rama (2020) destacan que la defensa de los valores tradicionales son claves para entender la elección a favor de este candidato.
Por otro lado, el conservadurismo moral de Bolsonaro en Brasil puede interpretarse como una reacción al liberalismo moral característico de los años de gobierno del pt y del colapso de la derecha moderada en los últimos tiempos (Rennó, 2020; Santos y Tanscheit, 2019). A nivel discursivo, la misoginia y la homofobia han sido recurrentes en el discurso de Bolsonaro, aún antes de su elección. Con respecto a su apreciación de la mujer, en pleno Congreso en una discusión con una diputada del pt señaló: «no te voy a violar porque no te lo mereces». Después de esta querella en el Congreso, Bolsonaro reafirmó sus palabras mencionado que «(ella); es quien debería ser procesada porque me ofendió. Estoy casado, tengo hijos ¿Y me llama violador?». 14 Un tono parecido ha sido empleado por el presidente de Brasil en contra de la comunidad gay al decir que «sería incapaz de amar un hijo homosexual» y que prefería que «muera en un accidente a que aparezca con un hombre con bigote por ahí».15 En una intervención en el Congreso llegó a justificar la violencia en contra de los individuos no heterosexuales mencionando que la mejor manera de «evitar» tener un hijo homosexual es «golpearle».16
Más allá del discurso, analizando las determinantes del voto para Bolsonaro en 2018, Rennó (2020, p. 8) encuentra que parte de la explicación tiene que ver con «una reacción cultural contra los problemas sociales y morales relacionados con el aborto, los derechos de los homosexuales y la defensa de una influencia más significativa de los valores religiosos en los asuntos públicos».
En términos más generales puede observarse que la moral tradicional, que ha perdido importancia para la derecha radical populista en Europa occidental (Akkerman, 2005; Lancaster, 2020), sigue siendo importante y sobresaliente para los populistas fuera del contexto europeo (Mudde y Rovira Kaltwasser, 2017; Rama et al., 2021). En el caso de la derecha populista radical latinoamericana esto se debe a que, en términos generales, esta no tiene grupos de minorías de inmigrantes a los que señalar como el otro17, por lo que recurre a otras identidades culturales como la religión para identificar a los demás, por ejemplo: personas lgtb, feministas.
La segunda observación con respecto a la tabla 1 es que no existe una categoría unívoca que haga referencia a las políticas antinmigratorias. En consecuencia, en las categorías individuales no es posible apreciar el grado de nativismo a nivel programático. Sin embargo, la literatura destaca que las políticas antinmigratorias representan la prioridad para la derecha populista radical, por lo menos en el contexto europeo (Mudde, 2007). A nivel discursivo y de determinantes del voto, en lo que concierne a los prr en América Latina, se ven confirmadas estas hipótesis, pero con una particularidad. En el caso de Chile se ha destacado que los sentimientos antinmigración -por lo menos aquellos en contra de ciudadanos peruanos y haitianos- son una determinante del voto favor de Kast (Zanotti y Rama, 2020). De la misma forma, Kast (2017, p. 10) en su programa electoral de 2017 afirma:
(…) creemos que la inmigración de personas con calificaciones y estudios puede contribuir al desarrollo de Chile y nosotros debemos actualizar nuestra normativa para promoverla. Pero, asimismo, debemos ser rigurosos en el control de nuestras fronteras y en rechazar la inmigración ilegal a todo evento.
En primer lugar, se puede apreciar cómo -en línea con los partidos prr en Europa- hay una conexión implícita entre inmigración ilegal y aumento del nivel de criminalidad en el país. Sin embargo, el aspecto «nuevo» del discurso nativista de la derecha populista radical en la región está relacionada con la construcción del outgroup. Como se menciona más arriba, en Europa y también en ee. uu. durante la presidencia de Donald Trump, los otros, aquellos supuestamente culpables de infringir la ley, coinciden con los inmigrantes, sobre todo los de fe islámica (Mudde, 2016); mientras que en América Latina esto ocurre solo parcialmente. Si, por un lado, el discurso de estos actores recoge la aprobación de los individuos con actitudes antinmigración, el discurso nativista de la derecha populista radical en la región apunta en contra de unas minorías, es decir las poblaciones nativas (Rovira Kaltwasser, 2020). En este sentido, con respecto a Kast en Chile la referencia al pueblo mapuche, concentrado en la región de la Araucanía es evidente. De hecho, la Araucanía ha sido definida como el lugar donde se cumplen «actividades subversivas (…) o tráfico de drogas y personas». Incluso, según Kast (2017, p. 1) «en la Araucanía, no existe Estado de derecho y la quema de fundos son verdaderos actos de terrorismo. Los que mandan son los gremios interesados, las organizaciones no gubernamentales y los grupos de presión; no los ciudadanos». Como en Europa, los líderes populistas radicales de derecha en América Latina tienden a identificar a los que pertenecen al outgroup con los que ponen en riesgo el orden de la sociedad, invocando más fuerza policial y sanciones más duras. Con respecto a los problemas de seguridad en la región de la Araucanía, Kast (2017, p. 6) afirma que «en la Araucanía necesitamos la colaboración de los militares, apoyando a las fuerzas policiales para terminar con estas pandillas terroristas».
En lo que concierne al discurso de Bolsonaro en Brasil, podemos destacar características muy parecidas e, incluso, más marcadas. Si en Chile, el nativismo de Kast está más ideológicamente cargado de nacionalismo que de xenofobia (Mudde, 2007), en el discurso de Bolsonaro la segunda es indudablemente más relevante. El presidente de Brasil ha compartido su postura en diferentes ocasiones en sus redes sociales destacando que «(los nativos); son cada vez más humanos». Más específicamente, el presidente señaló que «(el) indio ha cambiado, está evolucionando y convirtiéndose cada vez más en un ser humano como nosotros».18 A su vez, la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (apib) anunció su intención de proceder por vías legales en contra del mandatario por crimen de racismo. Aún si esta diatriba se enmarca en la disputa esencialmente económica sobre un proyecto minero que el gobierno pretende implantar en las zonas de las reservas indígenas, sin embargo, es innegable que la cuestión de la raza -que siempre ha sido relevante en Brasil- se ha vuelto determinante (Le Torneau, 2019). Otras declaraciones del mandatario con respecto al tema racial han sido retomadas por varios medios de información, como cuando en una entrevista, después de que se le preguntara cómo reaccionaría si su hijo se enamorase de una chica negra, el mandatario descartó la posibilidad con la justificación que «sus hijos son bien educados». Además, en otra ocasión se ha referido a los pueblos nativos como «indios hediondos, no educados y no hablantes de nuestra lengua» señalando que «los afrodescendientes no hacen nada (creo que); ni como reproductores sirven».19 Más allá del discurso del líder del psl, analizando las determinantes del voto a favor de Bolsonaro, se observa que la raza es la variable socioeconómica con más poder predictivo, siendo la raza blanca buen predictor del voto para Bolsonaro (Zanotti, Tanscheit, Rama, 2021).
Hasta este punto, al analizar el discurso de los dos líderes populistas de derecha que hasta la fecha han emergido con mayor claridad en América Latina, se han encontrado similitudes con la experiencia europea, pero también características típicas del contexto regional. El nativismo y el autoritarismo ideológico siguen siendo clave para los prr en América Latina, pero parecen discursivamente articulados de una manera diferente. Eso indica que el hecho de hacer hincapié en las políticas de seguridad y aquellas relacionadas al nativismo explica -al menos en parte- la preferencia de una parte de la ciudadanía por los prr en América Latina como en Europa.
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la diferencia entre prr en Europa y América Latina es numéricamente abrumadora. Por un lado, solamente dos de los sistemas de partidos de la región cuentan claramente con la presencia de esta familia de partidos y, por el otro, solo hay un presidente electo que pertenece a la derecha populista radical: Bolsonaro en Brasil. Esta situación, sin duda, es consecuencia de la mayor dificultad de estos líderes de llegar al poder considerando el sistema político presidencialista combinado con las reglas electorales de los países de la región. ¿Cuál ha sido, entonces, el elemento que ha permitido a Bolsonaro poder conquistar el cargo? Al ver las determinantes del voto para Bolsonaro, la variable que tiene un peso mucho mayor que las demás en explicar el voto es la identificación negativa con la izquierda, en particular con el pt (Meléndez, 2019; Rennó, 2020; Zanotti et al., 2021; Samuels y Zucco, 2018). La identificación negativa con el pt se intensificó en los meses después del impeachment de Rousseff, lo que produjo un alto nivel de desencanto en una porción relevante de votantes. Esta desilusión está al menos parcialmente vinculada a los orígenes y al tipo de partido que encarnaba el pt. Como señalan Samuels y Zucco (2018, p. 2) «el pt surgió de las redes sociales de base como movimiento y oposición sindical a la dictadura militar de Brasil a fines de la década de 1970, y durante años cultivó una imagen de partido más programático del país». Aquellos que se identificaban con el pt se reconocieron como petistas y esta identidad política creció considerablemente hasta alcanzar el 30 % en una generación (Samuels y Zucco, 2018). La fuerza del pt era fruto de una combinación entre la vinculación programática con los ciudadanos y una organización de partido de masas (Peréz Betancur, Piñeiro y Rosenblatt, 2020). Los masivos escándalos de corrupción que involucraron tanto a Lula como a Rousseff corroyeron el apoyo popular al pt. Mientras el partido demostró resiliencia logrando mantenerse como la fuerza más relevante de izquierda en el sistema, aún después la destitución de Rousseff, se creó una suerte de rechazo desde un grupo relevante de votantes (Santos y Tanscheit, 2019; Rennó, 2020). Estos votantes empezaron a identificarse con el pt de manera negativa, es decir, en Brasil fue aumentando el número de aquellos individuos que tenían fuertes actitudes en contra del pt, sin necesariamente tener un apego a otros partidos en el sistema (Samuels y Zucco, 2018). Ninguno de los partidos en el sistema supo aprovechar -en términos electorales- la creciente porción de antipetistas, ya que el partido más grande de la derecha moderada decidió apoyar el gobierno Temer, que, como fue mencionado anteriormente, resultó ser el más impopular de la historia democrática de Brasil. Por otro lado, alimentando el discurso anti-pt, Bolsonaro logró aglutinar a los votantes que apoyaban sus políticas y a los que se identificaban negativamente con el pt, aún, sin identificarse positivamente con él. Con un discurso fuertemente anticorrupción, sobre todo durante la campaña electoral prevalentemente en contra del pt, pero también en contra de los otros partidos del establishment a través de un proceso discursivo de atribución de culpa, típico del populismo y de su visión anti establishment, Bolsonaro logró alcanzar esa mayoría que fue decisiva para instalarse en el poder.
4. Conclusiones
La derecha populista radical es la familia de partidos populistas más numerosa y estudiada en Europa. De hecho, la mayoría de las teorías para explicar el surgimiento y el éxito de estos partidos se ha elaborado mirando la experiencia europea. Sin embargo, los partidos prr se han vuelto un fenómeno global y están presentes en muchas regiones del mundo. En América Latina, una región históricamente fértil para el populismo, dos han sido los líderes que adoptaron el discurso populista radical de derecha de manera cabal: José Antonio Kast en Chile y Jair Bolsonaro en Brasil. El primer objetivo de este artículo es estudiar las razones de la escasa presencia de los partidos populistas radicales de derecha en América Latina. El artículo representa un esfuerzo teórico que busca dar cuenta de la poca proliferación de la derecha populista radical en la región usando un marco teórico pensado para explicar la emergencia de estos partidos en Europa occidental. Allí se ha vinculado la aparición de estos partidos con la reacción a la difusión de los valores posmateriales desde los años setenta. En ese sentido, en la mayoría de los países europeos hubo una convergencia sobre estos temas, dejando de lado otros que eran importantes para los votantes, por ejemplo: la inmigración o la seguridad. En América Latina, las condiciones estructurales son diferentes, en mayor medida debido a la presencia de altos niveles de pobreza y desigualdad, ello limita la emergencia de partidos populistas de derecha en una región donde los valores materiales todavía resultan centrales.
Además, al analizar las dinámicas de competencia partidarias que llevaron a la emergencia de Bolsonaro y Kast que aparecen casi diametralmente opuestas -polarización vs. convergencia- se encontró que ambos líderes han sabido moldear su mensaje para atraer aquellos que reaccionaron a las tendencias culturales más laicas y a los movimientos en defensas de minorías variamente definidas. Por un lado, mientras en ambas regiones la defensa de los temas de seguridad es una de las razones principales tras el éxito de estos partidos, por el otro, mientras que en Europa prevalece un discurso antinmigración; en América Latina, los valores tradicionales y religiosos parecen tener más peso. Finalmente, en el caso de Bolsonaro -el único líder prr que ha logrado ganar el oficio- el factor decisivo fue la politización de la identidad negativa en contra de la izquierda y, en particular, del Partido de los Trabajadores. La reciente aparición de figuras de derecha en varios otros países de América Latina sugiere que las condiciones en Brasil y Chile pueden no ser únicas, y el potencial de efectos spillover es real.