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versión On-line ISSN 2301-1378

Infor vol.30 no.1 Montevideo  2025  Epub 01-Jun-2025

https://doi.org/10.35643/info.30.1.3 

Artículo original

La renovación de lo político por lo religioso: signos y actualización de un impeachment

The Renewal of the Political by the Religious: Signs and update of an impeachment

A renovação do político pelo religioso: Signos e atualização de um impeachment

1Universidad de la República, Departamento de Ciencias Sociales, CENUR Litoral Norte, Uruguay. Email: pedrorussi@gmail.com, deliadutra@gmail.com


Resumen

El presente artículo propone el análisis de un caso emblemático para la región de los países de América del Sur, como lo fue el impeachment de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff (2016). Buscamos profundizar en lo que denominamos la intervención de la semiosfera religiosa como actuación política teniendo determinadas lógicas religiosas como base, así como normas de decisiones político-judiciales. El análisis propuesto, desde una perspectiva semiótica, nos permite avanzar para también comprender movimientos que se están dando hoy en día en algunos gobiernos de la región de América del Sur. Esto ocurre así porque la destitución a Dilma Rousseff puede ser entendida como un signo que, en potencia, nos posibilita inferir sobre la actualidad. Identificamos cómo actores del campo político parlamentario, a la hora de fundamentar su voto a favor de la destitución, se sirvieron de argumentos que no se acostumbraba a utilizar en ámbitos parlamentarios hasta el momento. No estamos proponiendo que la relación política-religión sea nueva u original, pero sí podemos inferir que estamos vivenciando algo distinto, como la resignificación que fortalece una tensión semiótica con consecuencias de renovación, transformación y transfiguración en otra cosa: un tercer elemento entre lo religioso y político.

Palabras clave: JUICIO POLÍTICO; MENTALIDAD RELIGIOSA; ANÁLISIS SEMIÓTICO; BRASIL; DILMA ROUSSEFF

Abstract

This article proposes the analysis of an emblematic case for the region of South American countries, such as the impeachment of the president of Brazil, Dilma Rousseff (2016). We seek to delve into what we call the intervention of the religious semiosphere as a political action based on certain religious logistics, as well as norms of political-judicial decisions. The proposed analysis, from a semiotic perspective, allows us to move forward to also understand movements that are taking place today in some governments in the South American region. This is because the impeachment of Dilma Rousseff can be understood as a sign that, potentially, allows us to infer about the present. We identified how actors in the parliamentary political field, when justifying their vote in favor of the impeachment, made use of arguments that were not customary in the parliamentary sphere until now. We are not proposing that the political-religious relationship is new or original. But we can infer that we are experiencing something different as the resignification that strengthens a semiotic tension with consequences, of unalterable appearance of renewal, transformation and transfiguration into something else, a third element of the religious construed as political.

Keywords: IMPEACHMENT; RELIGIOUS MENTALITY; SEMIOTIC ANALYSIS; BRAZIL; DILMA ROUSSEFF.

Resumo

Este artigo propõe a análise de um caso emblemático para a região dos países sul-americanos, como o impeachment da presidenta do Brasil, Dilma Rousseff (2016). Buscamos aprofundar o que chamamos de intervenção da semiosfera religiosa como uma ação política baseada em determinadas lógicas religiosas, bem como paradigmas de decisões político-judiciais. A análise proposta, a partir de uma perspectiva semiótica, nos permite avançar para compreender também movimentos que estão ocorrendo hoje em alguns governos da região sul-americana. Isso porque o impeachment de Dilma Rousseff pode ser entendido como um signo que, potencialmente, nos permite inferir sobre o presente. Identificamos como os atores da arena política parlamentar, ao justificarem seu voto a favor do impeachment, fizeram uso de argumentos até então pouco usuais na esfera parlamentar. Não estamos a sugerir que a relação político-religiosa seja nova ou original. Mas podemos inferir que estamos vivenciando algo diferente como uma ressignificação que reforça uma tensão semiótica com consequências, de aparência inalterável de renovação, transformação e transfiguração em outra coisa, um terceiro elemento do religioso concebido como político.

Palavras-chave: IMPEACHMENT; MENTALIDADE RELIGIOSA; ANÁLISE SEMIÓTICA; BRASIL; DILMA ROUSSEFF

Introducción

El presente artículo propone el análisis de un caso emblemático para la región de los países de América del Sur, como lo fue el impeachment de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff. Se trató de un proceso de destitución que se extendió por el período comprendido entre el 2 de diciembre de 2015 y el 31 de agosto de 2016.

El impeachment de Dilma Rousseff puede, por diversas razones, ser considerado un fenómeno de referencia para estudiar la actualidad en este contexto geográfico. En esta instancia, optamos por realizar un movimiento analítico ajustado a ese momento sociopolítico de Brasil, pero que permite avanzar en una comprensión de la geopolítica actual del Cono Sur.

Particularmente, buscamos profundizar en lo que denominamos la intervención o penetración de la semiosfera religiosa como actuación política con determinadas lógicas religiosas como base, así como paradigmas de decisiones político-judiciales. Dicho de otra manera, no se trata de un campo (el religioso) en tensión con otro campo (el político), sino de la renovación y penetración de sentidos de un campo en otro.

El análisis propuesto, desde una perspectiva semiótica, nos permite avanzar para poder comprender movimientos que se están dando hoy en día en algunos gobiernos de América del Sur. Esto ocurre así porque la destitución a Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil puede ser entendida como un signo indicial que, en potencia, nos posibilita inferir sobre la actualidad. En este sentido, identificamos cómo actores del campo político parlamentario, a la hora de fundamentar su voto a favor de la destitución, se sirvieron de justificativas tan grotescas como apoteóticas. Es decir, argumentos que no se acostumbraba a utilizar en el ámbito parlamentario. Nos referimos a legislativos que en su fundamentación lo hacían homenajeando a Dios, Jesús, María, torturadores del régimen dictatorial brasilero, familiares, nietos, abuelas y mascotas o, inclusive, explotando artefactos con papeles de colores.

Consideramos que estos hechos, en tanto acciones de los signos, son un mojón para lo que vendría en los años posteriores, traspasando las fronteras del Brasil, y que se tornan cada vez más presentes. Dicho de otra manera, podemos inferir que hubo, desde aquel momento, un avance explícito de algo ya latente: lo religioso estableció una tensión semiótica sobre lo político.

En ese sentido, este artículo se propone abrir posibilidades analíticas para establecer relaciones conceptuales que nos permiten conectar acontecimientos entre países de la región, ya que no se dan nunca de forma aislada. Para ello, además de esta introducción y las reflexiones finales, el artículo está organizado en dos principales secciones, que analizan, por un lado, el proceso de renovación de lo político por lo religioso en la arena parlamentar y mediática, principalmente, y, por otro, lo que denominamos los signos de un sancta impeachment.

1. La renovación de lo político por lo religioso

Actualmente encontramos campañas políticas que pueden ser pensadas como cruzadas religiosas electorales. Los hombres líderes políticos, signos de masculinidad y heterosexualidad, son ungidos o bendecidos de variadas formas, desde la imposición de manos hasta purificaciones por baños en el río Jordán o en encuentros de pastores, acciones de bendiciones en muros de los lamentos, entradas al parlamento con la Biblia en alto o acciones sumadas a modales de santificación.

El ser ungido es especialmente significativo en el ámbito político, porque no se lo puede «tocar»; en palabras del ámbito jurídico, no se lo puede juzgar. El cuerpo político se mueve entre mediador, querubín y arcángel, conectando las dimensiones sagrada y profana. Además, el programa partidario político, en este contexto, puede ser entendido como «la buena nueva».

De manera ilustrativa, destacamos algunos signos indiciales posteriores a 2015, marco temporal que nos interesa en esta instancia. Son signos de la actualidad política reciente en países de Sudamérica, a saber: 1. en Bolivia, algunas acciones para disolver parlamentos con la frase «Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar al Palacio» (France 24, 2019); 2. en Argentina, el ofrecimiento del país a «las fuerzas del cielo», según la teología del Armagedón de Milei, además del asesoramiento estratégico y político sobre la conducción del país por parte de las mascotas muertas, de la declaración del presidente como católico sui generis, de que rezara para que «Dios nos ayude» y de sus fotos de campaña con la Virgen de San Nicolás (Gente, 2023); 3. en Uruguay, el hecho de que un senador haya dicho a viva voz la frase «viva Cristo Rey» y, luego de dedicar la acción parlamentaria a Jesús, propusiera un pacto santo para encomendar explícitamente y agradecer el gobierno a la Virgen María, que escucha al parlamento uruguayo y recibe sus oraciones (Uval, 2022); además, que un diputado presidente de la Cámara de Representantes declarara que la Biblia está antes que la Constitución; 4. en Brasil, la afirmación de que la autoridad solamente cesa ante Dios, que está por encima de todo y de todos, y el pedido a la población de un exministro de Economía, aún estando en ejercicio de funciones, de oraciones para salvar la economía del país (Diário de Notícias, 2019); 5. en Venezuela, la mención a pactos satánicos de algunos políticos y la búsqueda de que el país se convierta en el centro espiritual del mundo, en palabras recientes del presidente Nicolás Maduro (Correo del Orinoco, 2024).

Con estos signos indiciales, nos enfrentamos a mandatos en los cuales Dios, o alguna entidad, actúa para designar una misión divina, es decir, de otra esfera, como ejercicio religioso que suplanta lo político. En este sentido, se observa una renovación de la política por la religión, donde la polis, como establecimiento de sentido de lo político, es insólitamente transfigurada en lo divino y trascendental.

En ese marco de renovación de lo político por lo religioso, podemos distinguir al menos dos acciones entrecruzadas y estratégicamente concomitantes al impeachment, que intensifican esa circulación de sentido.

Una, las declaraciones del procurador de la República Deltan Dallagnol en el marco de la llamada «operação Lava Jato» (Vermelho, 2015). El lunes 27 de julio, en una Iglesia Bautista de Río de Janeiro, en una especie de sermón, él mismo reveló que estaba participando de una «misión sagrada» guiada por fuerzas superiores y trascendentes.

Dentro de mi cosmovisión cristiana, creo que existe una ventana de oportunidad que Dios nos está dando para cambios.El cristiano es aquel que cree en cambios cuando nadie más cree. Nosotros creemos que vivimos en la expectativa del poder de Dios (Vermelho, 2015).

La otra son las declaraciones del senador Marcelo Crivella en octubre de 2016, inmediatamente después del impeachment y dos años antes de la elección presidencial de Jair Bolsonaro. En un templo neopentecostal, el senador defendió la importancia de un proyecto político para los evangélicos y, por lo tanto, la necesidad de elegir un presidente que «va a trabajar por nosotros y nuestras iglesias», para lo que pidió oraciones a los políticos. «Nosotros, dinero de las iglesias ya tenemos. Aviones nosotros tenemos» (Brasil 247, 2016).

De esta manera, podemos observar cómo lo mesiánico se establece como mentalidad e imaginario referencial de lo que se entiende como político. Aventuramos el concepto de mentalidad como «el sabor de la mediación» (CP 1.533) propuesto por Peirce, noción recuperada recientemente por Andacht (2024). En esa tensión semiótica, se van resignificando las mentalidades, con la consecuencia aparentemente inminente de la transfiguración y renovación de lo político por lo religioso. Es decir, se identifica un aumento exponencial y significativo de transformación de las agendas políticas en agendas religiosas con normativas moralistas sobre temas cruciales para la sociedad, por ejemplo: aborto, eutanasia, adopción, genética. El discurso político comúnmente identificado como «lo ya conocido» o «tradicional» muestra signos de decaimiento y agonía, frente a un discurso «actualizado» que deja en jaque a la democracia, puesto que surge con fuerza inaudita un giro indicial provocado por la mentalidad religiosa.

1.1. Signos de un sancta impeachment

«Dios inició el impeachment»

En el marco del contexto presentado, volvemos la mirada analítica hacia Brasil, para pensar la interdiscursividad actual como un proceso de sentido político accionado en el juicio político a la expresidenta de Brasil, país en donde se acostumbra a utilizar el término inglés impeachment. Este acto nos ubica frente al sacrificio humano naturalizado que, como chivo expiatorio (víctima por sustitución), parte del criterio del mandato y la divinidad eficiente. La encarnación literal de Dilma Rousseff en el chivo expiatorio brinda una gran tranquilidad a los otorgantes de esta cualidad, guardianes de la moral que sacan a este alguien de toda corrupción, decadencia, dolor, pecados, maldades y engaños. Y, precisamente por eso, al eliminarlo, matarlo y encarnarlo-desencarnarlo, se produce un retorno a la normalidad y a la paz. Un proceso de liberación, clamor y profecías que por inspiración divina anticipa lo que sucederá. El 19 de agosto de 2016, en una entrevista para BBC Brasil, Lula da Silva dijo que Dilma se «expondrá con coraje» en el Senado, «para que el Judas Iscariotes pueda acusarla delante de ella» (BBC News Brasil, 2016).

Las relaciones intertextuales como elementos religiosos de «lo sagrado», «lo inviolable» (que en este caso no remiten a la transformación del mundo, sino a su Apocalipsis) no son tratadas colateralmente, sino como liturgias solemnes y ceremoniales en el sacrificio mismo. La orientación semiótica permite indagar sobre el entrelazamiento de las gramáticas de la producción favorables a la eficacia, en las que los objetivos y resultados justifican las acciones sacrificiales y otorgan una inocencia inmaculada a los ejecutores.

Tal orientación analítica engloba la necesidad de situar las condiciones de producción de los discursos en sus diferentes circunstancias y materialidades productivas desde las concepciones interdiscursivas. De esta manera, se reconocen la generación, la circulación y las lecturas en las respectivas esferas discursivas, y se consideran como redes entre producto y producción.

Para avanzar en esta circulación, también es importante destacar las plataformas de anclaje analítico:

  • (i) una premisa, que parte de un discurso de Cornelius Castoriadis;

  • (ii) el concepto de parresia (parrhêsia) trabajado por Foucault. Ambos extremos son los lazos espirituales -en el sentido bachelardiano- de lo que queremos compartir con estas palabras.

Respecto a la primera, la premisa es que

todos los miembros de una sociedad producen transformaciones sociales. Si cambian sus propios comportamientos e ideas, se producen resultados sobre la institución general de la sociedad, incluso si los cambios no se formulan de manera muy explícita.La cuestión planteada por todos los movimientos no puede ser resuelta por la acción sectorial, sin poner en tela de juicio toda la organización de la sociedad (Castoriadis, 1993, p. 50).

Con respecto a la segunda,

la parresia (a libertas, hablando con franqueza) es, por lo tanto, esta forma esencial de la palabra del director: una palabra libre, independiente de las reglas, libre de los procedimientos de la retórica, porque debe, por una parte, por supuesto, adaptarse a la situación, a la ocasión, a las particularidades del auditor; pero, sobre todo y fundamentalmente, es una palabra que, del lado de quien la pronuncia, es equivalente a un compromiso, es equivalente a un nexo, constituye un cierto pacto entre el sujeto de la enunciación y el sujeto de la conducta. El sujeto que habla está comprometido. En el mismo momento en que dice: «Digo la verdad», se compromete a hacer lo que dice y a ser objeto de una conducta obediente, punto por punto, a la verdad que formula (Castro, 2009, pp. 317-318).

El análisis que proponemos a continuación se divide en tres esferas que, si bien se entrecruzan, están ligeramente marcadas, lo que nos permite realizar esta diferenciación como una forma de sistematizar algunas reflexiones en la discusión, sin pretender por esto establecer una jerarquía creciente o decreciente entre ellas. Las esferas analíticas son, primero, la situación misma y las primeras inferencias; segundo, la conjetura de lo religioso, y, tercero, las inferencias analíticas.

2. La situación y unas primeras inferencias

Para comenzar a entender la relación Dilma Rousseff/Michel Temer (presidenta y vicepresidente respectivamente), recordamos una expresión que bien puede ser nuestra base analítica, no como una transferencia directa, sino como un agente de sentido y síntesis del signo del impeachment. Nos referimos a la frase Utrimque roditur («en todas partes me roen ;carcomen»), que era el lema del mítico príncipe de Viana (Reino de Navarra), de triste destino, para el que su abuelo -el rey de Navarra Carlos III el Noble- instituyó el principado de Viana. Fue el protagonista en pleno siglo XV de uno de los periodos más convulsos de la historia del antiguo reino. Carlos de Viana se enfrentó a una guerra civil contra su propio padre, el futuro Juan II de Aragón, para defender el derecho de su madre, la reina doña Blanca de Navarra, a suceder al rey en el trono y en Pamplona. La historia continúa con varias guerras civiles.

Esta frase-episodio sale a la luz porque el proceso de impeachment (similar a la Santa Inquisición del siglo XII) se establece en una misma lógica: el carcomer fue instrumentado y articulado lentamente; fue posible por actos de fe, misoginia, fundamentalismos y tratados de oscurantismo.

El procedimiento de juicio político o impeachment, en el régimen presidencial, es el acto del Poder Legislativo que tiene por objeto destituir, por delito de responsabilidad, al ocupante de un cargo gubernamental. Las características de la intertextualidad presentadas como inferencias en esta reflexión nos permiten comprender el contenido de este procedimiento, que es más inquisitivo que impedimento en sí mismo.

Es importante retomar muy brevemente el contexto en el que Dilma Rousseff asumió como presidenta. El Partido de los Trabajadores (PT) llegó por primera a la presidencia del Brasil con Luiz Inácio Lula da Silva, quien estuvo al frente del país durante dos períodos consecutivos: del 1.o de enero de 2003 al 1.o de enero de 2011. Luego, el partido tuvo un tercer período completo y un cuarto interrumpido, con Dilma Rousseff (cuyo vice era Michel Temer), del 1.o de enero de 2011 al 31 de agosto de 2016 (5 años y 243 días). Este segundo período de Dilma Rousseff fue estigmatizado desde el primer momento en el que se publicaron los resultados oficiales que la daban como ganadora. El candidato opositor vencido, Aécio Neves (Partido de la Social Democracia Brasileña), planteó de inmediato fuertes provocaciones y sospechas sobre los resultados. Este episodio resulta relevante para el desarrollo de los acontecimientos que toma como insumo este trabajo. Resultaba, entonces, apropiada la frase Utrimque roditur.

Podemos señalar como momentos clave la elección y reelección de Lula y la elección y reelección de Dilma, con impeachment incluido. Observemos que la estrategia cambió, porque el impeachment mantiene en pie las instituciones democráticas. Dilma, en un discurso pronunciado el 24 de agosto de 2016, explica la situación como la acción de los parásitos, un arma discreta que mata desde adentro, desde la legalidad, pero rompiendo la Constitución e ignorando la elección de los ciudadanos. Es decir, la sustitución de un colegio electoral de 110 millones de votantes directos por 81 senadores, de los cuales 40 tenían abiertos procesos en su contra.

En el escenario jurídico-político, no nos encontramos ante un tipo ideal -siguiendo a Max Weber (1969)-, sino una construcción presentada para comprender mejor la realidad social. Por lo tanto, se trata de un tipo ideal absoluto, es decir, una dogmatización del deber de salvación, frente a la cual no interesan las pruebas, sino la convicción -acto de fe- de que así es y será el crimen de responsabilidad, hecho que ha sido llamado «de pedaleo fiscal». El sujeto discursivo se propone, en este sentido, la atribución fundamental de la conducta: chivo expiatorio. Este es el lugar de Dilma, el tipo ideal absoluto que justifica por qué se siente naturalmente inclinada a dilatar, es decir, a cambiar el orden de algunas cosas, y luego anteponer lo que debería haber sido. Así se pudo ver en los procedimientos involucrados en el impeachment, que, solamente después de criminalizar, buscó identificar lo que debería haber llevado al acto criminal; esto les dio a los enunciados el valor de indiscutibles.

El proceso de Dilma comenzó oficialmente el 17 de abril de 2016. No había una lógica de defensa de la Nación, de la sociedad, y así fue agendado por las corporaciones mediáticas. Los discursos (sujetos discursivos) son todos de carácter privado (familia, religión, machismo, violencia, tortura…). Ese día, fuimos testigos de un linchamiento televisado: la plaza pública estaba allí, el circo de la burla legitimado, el shit-storm al descubierto, la fuerza y la antinomia del kitsch.

El linchamiento fue legitimado de tal manera que el Supremo Tribunal Federal ni siquiera se pronunció sobre el voto de un diputado, a favor del impeachment, que fue fundamentado en memoria de quien había sido el militar torturador de Dilma Rousseff cuando esta fue presa política durante la dictadura. Es el mismo diputado que en otra ocasión manifestó: «Tengo cinco hijos. Eran cuatro hombres, al quinto tuve una debilidad y vino una mujer», y también: «Teníamos en la presidencia a un energúmeno que no sabía contar hasta diez porque no tenía un dedo» (Forum, 2017).

En el primer discurso de Michel Temer (elegido como vicepresidente) al asumir la presidencia profetizó su mandato con algunas frases, una de las cuales fue: «Não pense em crise: trabalhe!», que básicamente expresa «Comerás tu pan con el sudor de tu frente» (Génesis 3:19) y «deja de pensar en la crisis». En su primer discurso tras la destitución de Dilma, Temer explicó el origen de esta idea crucial en su proyecto de gobierno.

A partir de ahora, ya no podemos hablar de crisis. Trabajo. De hecho, no hace mucho, pasaba por una gasolinera en Castelo Branco, y el tipo puso un cartel allí: «No hable de crisis: trabaje». Incluso quiero ver si puedo difundir esta frase en 10, 20 millones de vallas publicitarias en todo Brasil, porque eso también crea un clima de armonía, de interés, de optimismo, ¿no? Entonces, no hablemos de una crisis: trabajemos (O Globo, 2016; traducción nuestra).

Esto nos permite explicar la lógica que actúa como plataforma para un impeachment, cuando observamos la circulación de sentido que lo justifica. Son los dispositivos lógico-religiosos los que, como prácticas discursivas, contribuyen a la construcción y función de una estrategia dominante: blanca, homofóbica, misógina, patriarcal, xenófoba, etc. Entonces, ser mujer -presidenta y, además, Dilma- molesta porque hay una episteme para distinguir y determinar qué pertenece al bien o al mal en una sociedad. Sería muy ingenuo pensar que el impeachment es algo casual, una explosión de moralismo que no tiene historia ni proceso, que no es geopolítico.

2.1. La conjetura de lo religioso

La conjetura propuesta es que, para comprender la política reciente y sus estrategias en Brasil, es necesario entender los significados de lo religioso, la religión y las teologías en la circulación del sentido. Desde este punto de vista, el recorte establecido está en el impeachment a la presidenta Dilma.

La necesidad de entender lo religioso para comprender los caminos de la política actual y futura va más allá de este recorte específico. Lo religioso no está en este ámbito como algo tangencial, sino como un actor esencial en la toma de decisiones directas, ya sea en micro o macropolítica. Una serie de otras lecturas nos permiten observar que esta dinámica desborda fronteras y se constituye como un proyecto de alcance global.

En este sentido, no solo es importante permanecer en el ámbito de la retórica religiosa, sino en la estructura racional, es decir, en la lógica de la producción y reconocimiento de ser y estar en Brasil. Esta lógica se sustenta en el espíritu inquisitivo y sacrificial para mantener y fortalecer las funciones de sentido del neoliberalismo y la colonización. Si pretendemos comprender este punto de vista, no podemos buscar objetos y materiales religiosos, sino su lógica de circulación de significados, porque es en esta circulación que el impeachment toma forma y significado.

Para entender mejor el lugar de la enunciación que venimos construyendo, utilizamos el concepto de Bourdieu (2007) de la transposición de un habitus adquirido (Jourdaine y Naulin, 2017) a lo largo de una determinada formación (por ejemplo, religiosa) a otro orden. En este caso, la jurídica en su ejecución política, ya que estamos ante un juicio político más que jurídico -algo que queda plenamente expuesto en el transcurso de los días-. Si bien los rudimentos presentados por los acusadores de la presidenta están fundamentados en formalismos legales, cumplen expresamente con la cualidad de informales.

Volviendo a la idea de transposición, se observa que se produce un desplazamiento de la esfera religiosa a la esfera del ordenamiento jurídico, lo que influye y determina la acción política. Vale la pena señalar que lo religioso no puede ser entendido como costumbre (repetición), sino como habitus. ¿Qué significa esto? Con base en Bourdieu (2007), puede ser pensada como una lógica mental o esquema de percepción -como forma de ver el mundo-, de apreciación -una forma de juzgar este mundo- y de acciones -formas de comportarse en este mundo-.

De esta manera, los responsables directos del juicio (impeachment) -diputados, senadores y abogados acusadores- han trasladado y siguen trasladando a la esfera judicial los principios religiosos, oscurantistas, fundamentalistas y misóginos en los que basan su arquitectura jurídica y política. Lo mismo para otro tipo de acusadores directos, como las corporaciones de comunicación antes mencionadas: Globo (Pragmatismo, 2015), SBT, Band, Folha de São Paulo, Revista Veja (Grupo Abril) y Estadão, por mencionar algunas. Este movimiento permite comprender las homologías estructurales entre la fe y la razón jurídica, y potencian la primera, que actúa como brújula que dirige los quehaceres políticos.

El 25 de junio de 2016, en una entrevista con el diario Folha de São Paulo, Rose de Freitas, senadora y líder del gobierno de Michel Temer, dijo: «En mi tesis, no existía el “pedaleo”, nada de eso. Lo que teníamos era un país paralizado, sin rumbo y sin ninguna base para gestionarlo» (Grazziotin, 2016). Pero esto, en condiciones normales, no legitima un impeachment. En los diferentes pronunciamientos de los acusadores, el poder discursivo estaba dirigido a la metáfora del barco sin rumbo que navega sin la figura del macho viril que toma las decisiones adecuadas frente a un país en recesión.

De esta manera, la antes mencionada transposición no se produce por casualidad, sino como resultado de una larga y cotidiana construcción. El habitus que se está inculcando, a través de lo jurídico en cuestión, está directamente relacionado con el habitus de las esferas religiosas de los acusadores (por ejemplo, fundamentalistas, bautistas, movimiento neopentecostalista, restauracionistas), y se caracteriza por los correspondientes esquemas de percepción, apropiación y acción. El voto del diputado Eduardo Bolsonaro fue:

Por el pueblo de São Paulo en las calles con el espíritu de los revolucionarios del 32, por el respeto a los 59 millones de votos contra el estatuto de desarme en 2005, por los militares del 64, hoy y siempre, por la policía, en nombre de Dios y de la familia brasileña, ¡sí! ¡Y Lula y Dilma en la cárcel! (Brasil ao Minuto, 2016).

La escenografía discursiva permite entender que no estamos ante un juicio a una presidenta, sino a alguien que cometió la herejía de estar dispuesta a tomar rumbos que a veces no coinciden con el camino sagrado de aquellos que accionan sus tácticas en el marco de las grandes estrategias que les garantizan perpetuarse en la dominación.

Una clase dominante no es una abstracción, pero tampoco es un dato previo. Que una clase se vuelva dominante, que asegure su dominación y que esta dominación se reproduzca son los efectos de un cierto número de tácticas efectivas y sistemáticas que funcionan dentro de las grandes estrategias que aseguran esta dominación (Foucault, 1982, p. 252).

Es importante observar las interlocuciones entre los campos mediático-jurídico-religioso no como independientes, sino como una circulación de sentido que diseña y propone lógicas de producción y reconocimiento de un deber de ser.

En este sentido, identificamos que en todos los gobiernos del Partido de los Trabajadores se tejió algo que podemos denominar «de liturgia bíblica», especialmente en los períodos relacionados con Dilma. Se diseñó un discurso kerigmático como predicación de las verdades que constituyen la base de la fe. El epígrafe que abre este apartado -«Dios inició el impeachment»- resulta apropiado como ilustración de lo dicho porque sobre estas bases se sustenta la idea de que todas las cosas fueron creadas por Dios.

Este kerigma es un mensaje de predicación, catequización en voz alta, en el que se anuncia el mensaje cristiano -recomendamos buscar las actas de los clamores de los Diputados y Senadores en el Parlamento en las respectivas votaciones del impeachment-. Es un anuncio ubicado en el ámbito de la evangelización -en nombre de Dios- más que en el análisis mismo. En este sentido, el impeachment es el castigo por los sacrilegios de la presidenta y así se cumple el sueño de la expansión de la nación-fe. El libro Plano de poder, del pastor Edir Macedo, destaca a los operadores para entender

que Dios tiene un gran proyecto para una nación elaborado por él mismo y que es nuestra responsabilidad presentarlo y ponerlo en práctica. En la Biblia, en el Génesis, Dios da una lección sobre cómo planificar, organizar y ejecutar su idea. Aclara su intención de estadista y la formación de una gran nación (Macedo y Oliveira, 2008, p. 15).

La idea es presenciar y no persuadir directamente. Al nombrar a Dios en los votos, en los juicios, se observa que la responsabilidad y el compromiso concreto del político/abogado se desplaza a otra esfera, la de lo intocable, lo inconmensurable y lo trascendental. Por lo tanto, donde no hay otra relación que la establecida por convicción, el habla está desencarnada de la experiencia social. Por esta razón, no pueden ser criticados sin cometer herejía, ya que simplemente actúan -no están aquí- como ángeles (mediadores) de los mensajes de la verdad divina.

No estamos haciendo referencia a si los diputados, senadores y abogados acusadores practican una determinada religiosidad, sino que buscamos entender a los sujetos discursivos que, como operadores de sentido, legitiman las acciones de cremación en la práctica mediática pública en nombre de una fe. No es la coherencia religiosa lo que estamos tratando de inferir, sino el desplazamiento y la reubicación de lo religioso en lo político.

2.2. Inferencias analíticas

El día que asumió el cargo de presidente de manera interina, Michel Temer dijo: «Dios me ha dado una misión: que ayude a sacar a Brasil de la crisis» (Repetto, 2016). Él (Dios) es tratado familiarmente, tête à tête, y, de esta manera, el sujeto discursivo Dios opera como un sentido de misión y salvación: «que yo ayude a sacar a Brasil de la crisis». Estamos frente a la ideología carismática del don. Como operación de legitimidad, tenemos un signo de misterio tejido entre ángeles y profetas para un mundo mejor. Esta es la razón necesaria para ese acto de purificación (impeachment), porque el sacrificio purifica, limpia y abre el camino a la buena noticia, además de otorgar el carácter de sagrado. En otras palabras, no hay un proceso legal stricto sensu, sino de doctrina de fe.

En este sentido, entendemos que Temer, en el discurso posterior a la destitución de la presidenta Dilma, oficia como pontífice -tiende un puente entre la divinidad y los hombres- y deja muy claro que hará la reconexión. Alrededor del minuto 27 del discurso, antes de encomendar Brasil a Dios (hombre, blanco, integrado…), se detiene para encarnar un mensaje que materializaría la esfera espiritual y trascendental de la epifanía. Su cuerpo inhala bruscamente, cierra los ojos -en ese momento no está entre nosotros, está en otra temporalidad, la sagrada- y, como en pleno Pentecostés, todos están integrados para recibir las lenguas de fuego, el Espíritu Santo. Dice Temer:

Por último, mis amigos, basados en un criterio de alta religiosidad. Y sabes que la religión viene del latín religare, por lo tanto, tú, cuando eres religioso, estás haciendo una reconexión. Y lo que queremos hacer ahora, con Brasil, es un acto religioso, es un acto de reconexión de toda la sociedad brasileña con los valores fundamentales de nuestro país.

En esta misión, reconectan lo mundano y lo divino, como discípulos, como fuerza, como poder y potencia de algo más. Así, Temer asume intensamente su deber de ser, ya no un profeta-presidente, sino un guardián, un cuidador que teje y reconecta la vida cotidiana entre el pueblo brasileño y Dios (brasileño), una composición que ya no es trinitaria, sino cuadrática. No es la Palabra de Dios: es Dios mismo vigilando y advirtiendo; es el sentido de la materialidad discursiva ideada a lo largo de los tiempos políticos del PT en el gobierno y que se encarna para retumbar el 17 de abril de 2016 en la votación de los diputados y su redundancia en los senadores.

El diputado Fábio Sousa, al inscribirse para hablar, argumentó:

Mañana vamos a dar un voto definitivo a favor del impeachment, porque las cosas tienen que cambiar. Hay un soplo de cambio que viene con Lava Jato y que mañana tendrá un gran acto en el Congreso Nacional. Ese aliento es un soplo que traerá, si Dios quiere, dignidad a nuestra República (G1, 2016; traducción nuestra).

La cruzada del Lava Jato sería el ápice inicial de las acciones de Dios, concatenadas al inevitable impeachment. La metonimia de la contigüidad -retomando a Verón (1993) en la comprensión de la circulación de sentido- nos permite entender las intersecciones argumentativas como actos de fe. Deltan Dallagnol, el abogado responsable de la cruzada libertadora, explica con contundencia el sentido que se le da al proceso judicial, de acuerdo con la visión del mundo que habita y profesa activamente:

Vivimos en una ventana de oportunidad. El caso Lava Jato ha dejado a la sociedad muy sensible y esperanzada en cambios. Debido a mi visión cristiana del mundo, creo que tenemos una ventana de oportunidad, que Dios está abriendo para el cambio. Si la iglesia lucha por esto, Dios está respondiendo (Barbieri, 2016, párrs. 1 y 12; traducción nuestra).

Verón (1993) destaca que tenemos un sistema de deslizamientos corporales dinamizados por las pulsiones y que el cuerpo es un operador fundamental en la tipología del contacto. «Peirce hablaba a este propósito de lazo existencial entre el signo y su objeto. El nivel de funcionamiento indicial es una red compleja de reenvíos sometida a la regla metonímica de la contigüidad» (Verón, 1993, p. 141).

Dicho esto, vale recuperar un momento singular. Se puede entender la singularidad en el acto de «inaugurar» una cadena de acontecimientos corporales presentes en el curso del impeachment. El desafío de comprender la metonimia de la contigüidad y sus niveles de funcionamiento se vuelve más intenso. La abogada Janaína Paschoal, autora del pedido de impeachment, participó el 4 de abril de 2016 en el Acto de Juristas en Largo São Francisco, en la Universidad de San Pablo. Estaba cubierta por la bandera brasileña, temblaba visiblemente en un estado de éxtasis e histeria progresiva y soltaba una cantidad de frases que hacen justicia al Génesis del Antiguo Testamento. Esta escena sería la envidia tanto del director William Friedkin como de los padres Merrin y Karras de The Exorcist (1973, Estados Unidos). Su histeria progresiva se mantiene y avanza en otros medios hasta el momento crucial de la votación del impeachment en el Senado. Retomamos aquí algunas palabras pronunciadas por la abogada:

¿Queremos seguir a una serpiente? Las serpientes que están en el poder se están aprovechando de ello para perpetuarse. Más que detenernos a reflexionar sobre el impeachment ¿queremos servirle a una serpiente? No vamos a dejar que esta serpiente nos domine porque somos seres de almas libres. No vamos a bajar la cabeza. Desde que era pequeña, mi padre me ha dicho «Janaína, Dios no da alas a las serpientes». Y yo le digo: «Papá, a veces a la serpiente le crecen alas. Pero Dios envía una legión para acabar con la serpiente». ¡Se acabó la República de la serpiente! ¡Fuera PT, fuera jararaca!

El expresidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, en setiembre de 2015, sumó índices para esta narrativa en una entrevista con el periódico Folha de São Paulo en la que expresó: «Dilma puede seguir gobernando. Hará un pacto con el diablo todo el tiempo. Tendrá que ceder cada vez más. Y el gobierno será más contradictorio» (Rodrigues, 2015; traducción nuestra). No es un pacto único: hay una continuidad de pactos; es decir, el acto acusatorio no es por lo que fue, sino por lo que vendrá. El razonamiento litúrgico se refiere a lo sagrado que ya ha sido deshonrado, pero que también será. En la lectura coloquial e informal, Dilma será satanizada, en condenación continua. En tal caso, el sacrificio en el madero purificador será la mejor solución.

En este ambiente de horror demoníaco y aceptación de pruebas de fe, en 2016, el senador Sérgio Petecão (Partido Social Democrático) y la senadora Ana Amélia (Partido Progresista), en completa reminiscencia de los juicios de la Santa Inquisición, acusaron con vehemencia a la presidenta de haber hecho un pacto con el diablo para ser reelegida en 2014. Desde el púlpito, era provocada por el senador: «¿Sería capaz de decir qué pacto hizo con el diablo para ser reelegida? Porque todo salió mal. ¿No habría sido mejor haber hecho un pacto con Dios?».

Observando el largo montaje narrativo de los operadores de sentido, es oportuno retomar las reflexiones de Verón (2011) cuando se refiere a la «profecía autocumplida» a través de Merton, quien a su vez se inspiró en W. I. Thomas, quien anunció el teorema de que «si los hombres definen ciertas situaciones como reales, ellas son reales en sus consecuencias» (Verón, 2011, p. 70). Así, la profecía autocumplida -según Merton- es en principio una definición falsa de la situación, pero genera comportamientos que hacen que la concepción originalmente falsa se convierta en verdad. En consecuencia, las definiciones públicas de una situación (predicción, profecía) se convierten en una parte integral de la situación y, en consecuencia, afectan los desarrollos posteriores (Verón, 2011).

En las corporaciones mediáticas (o socios), el análisis de una de las coyunturas políticas y jurídicas emblemáticas de la historia política de Brasil se naturaliza y normaliza porque sigue preceptos informativos corporativos, «olvidando» los operadores de sentido más importantes en este juego. Así, la frase de San Agustín Credo quia absurdum («creo porque es absurdo») es aceptada en esta tipología de información analítica, que simplemente informa o describe lo que debería molestarnos -a través del acto de la información comprometida-.

El signo, elaborado homeopáticamente, da frutos discursivos en la narrativa de Dios como figura que juzga en persona en el Congreso brasileño, es decir, como participante de la dinámica judicial misma. No se trata de una cooperación por inspiración divina, sino como protagonista ejecutor de las acciones y gestión de los hilos que delinearían la justicia en Brasil. En consecuencia, Dios no es una figura de evangelización, «buena noticia»: es una función jurídica in loco y se aleja inicialmente del orbe trascendental, está aquí y ahora en la «meseta central» (Brasilia) -como aparece el director de cine Alfred Hitchcock en la escena que él mismo entretejió-.

Así, es el director judicial que ya no inspira, sino que respira con los inquisidores, ángeles mediadores. Dios está siempre presente, incluso a través de su constituyente contrario y opuesto, como lo demuestran los discursos del expresidente Fernando Henrique Cardozo y de los senadores del Partido Social Democrático y el Partido Progresista.

En el Senado, la acusación de Dilma por parte de Janaina Paschoal, antes citada, está totalmente programada por el carisma y el atributo sagrado de una acusación espiritual y moral. Por lo tanto, no hay vergüenza en decir que «Dios inició el juicio político». En consecuencia, en la intención de Dios mismo habría un mapa y un destino trazados, que se conocen por la relación familiar y cotidiana -tête à tête- de los acusadores con Dios.

Siguiendo a Durkheim (1989), podemos entender que las cosas que se hunden son las que las protegen y aíslan de las cosas profanas, son a las que se aplican estas prohibiciones y deben permanecer separadas de las primeras. La relación (o la oposición, la ambivalencia) entre lo sagrado y lo profano es la esencia del hecho religioso.

Teniendo esto en cuenta, la discusión (diputados/senadores) abandona el ámbito jurídico en sentido estricto y se traslada al ámbito del carisma religioso, es decir, de la tensión entre lo sagrado y lo profano -lo que es irreverente con Dios y las cosas sagradas, fuera del templo-. Aquí es donde se ancla la moral religiosa como algo que trasciende el mundo, pero se manifiesta en él (hierofanía). De ahí la definición de lo sagrado (lat. sacer ‘santo, sagrado’) como aquello que se experimentará por algún contacto con lo divino o la divinidad por admiración y temor. De esta forma, la acción redentora de Dios (Cristo) actuará para que Brasil se aleje del camino de la jararaca, para que a la serpiente no le crezcan alas, es decir, para alejarse del hereje.

En el mes de julio de 2016, se dio una situación que a simple vista parece no tener ninguna conexión con lo que hemos estado discutiendo sobre el impeachment, pero que permite distinguir analíticamente cómo la dimensión religiosa es la plataforma lógica que sostiene el gobierno de Temer. Ante el anuncio del gobierno noruego de que recortará en un 50 % el fondo contra la deforestación en la Amazonía, el ministro de Medio Ambiente de Brasil, Sarney Filho, dijo que solo Dios puede garantizar la reducción de la deforestación en el país (Ameni, 2017). No se trata de una simple expresión común, como «gracias a Dios», sino de una lógica de trabajo o, más correctamente, de una justificación del gobierno.

3. Consideraciones finales

Aunque nuestras palabras parezcan tratar de una operación de trascendencia, estamos ante una situación tan concreta como el impeachment de una presidenta en sí mismo, de una coyuntura narrativa producida por un discurso político-mercantil sagrado que enquistó una idea y una situación de crisis para Brasil a tal grado que despojó de toda esperanza en esta tragedia inconmensurable. El sacrificio (sacrificium), que contiene sacer y ficium, el acto de hacerlo pasar de la esfera de lo profano a la esfera de lo sagrado, se convierte en la acción necesaria para salvarnos. Este sistema analítico de la narrativa del mercado político sagrado no incluye lo que esta salvación por el martirio y el sacrificio presupone para las conquistas históricas y sociales dentro y fuera de la geografía brasileña.

Como la historia es movimiento, en el escenario político brasileño posterior a agosto 2016 fueron numerosas las acciones que desfiguraron el sagrado impeachment. Los resultados de la absolución jurídica a la expresidenta Dilma Rousseff lo demostraron recientemente. El lunes 21 de agosto de 2023, el Tribunal Regional Federal de la 1.a Región (TRF-1) confirmó por unanimidad la decisión que archivó la Acción de Improbidad Administrativa que investigaba los supuestos «fraudes fiscales» atribuidos, que resultaron en el impeachment de la entonces presidenta Rousseff (Tortella, 2023).

Como en el pasado, esta Santa Inquisición tuvo su decadencia, pero el daño ya estaba hecho. En los primeros meses aparecieron las acusaciones, cada vez más kitsch y laberínticas en el escenario político-jurídico, actores y amores que emergían mientras otros se disipaban o cambiaban de lugar en la tribuna (púlpito) del gobierno.

Estas situaciones van desde el absurdo a la histeria, pasando por paradojas que denuncian falacias que ahora no hay forma de negar. El ambiente de amor, desafección y decepción es más psicótico-psicológico que político y, ante este espectáculo, la lógica del absurdo permite que las cosas sucedan desde esta perspectiva. Así, estaríamos volviendo con dureza a la frase instigadora de San Agustín (354-430) de Credo quia absurdum («creo porque es absurdo»). Dios ya no visita la casa civil o el congreso, sino que navega en las esferas de las elecciones.

Es necesario cambiar la perspectiva analítica cuando de política se trata. Es decir, problematizar lo que se instala de manera naturalizada o normalizada, en especial en sociedades mediatizadas, donde el campo mediático es tierra fértil para que los signos aquí analizados se hagan comunes y se instalen como corrientes.

Podemos destacar la intensa acción y tensión de renovación de la mentalidad política por la mentalidad religiosa, al tiempo que se crea otra forma de política en la que lo terrenal deja lugar a lo trascendental de la estrategia divina -Dios tiene un plan y es el gran estratega-, en la que la Biblia es el manual que seguir, como lo destacan los pastores brasileros Edir Macedo y Silas Malafaia en diversas oportunidades. Este manual está pendiente tanto de izquierdas como de derechas, de la fecundidad terrenal para que la renovación que hemos analizado se exprese, ya que parece estar en uno de sus mejores y prósperos momentos. Para ello es primordial una actitud analítica de la sospecha frente a la renovación y tensión semiótica que se presenta a la política.

Aquel signo (impeachment-castigo a Dilma) no puede ser ignorado, ridiculizado o simplemente insertado en los anecdotarios si queremos entender hoy la actual dinámica (política-geopolítica) local, regional y transcontinental. Al contrario de una mirada normalizadora, esos hechos necesitan ser analizados, colocados en crisis y comprendidos como potencia y circulación de sentidos que permiten, teleológicamente, hacer más inteligible la actualidad política y los potenciales desenlaces de la renovación mencionada. No hay rupturas sino continuidad en dicha circulación de sentidos puestos en una «escena política». Entender esta dinámica permitirá fortalecer la democracia frente al actual «castigo divino» que viene soportando.

En ese sentido, cabe destacar que bajo ningún concepto decimos que la relación política-religión es nueva u original, pero sí podemos permitirnos inferir que estamos vivenciando algo distinto, como la resignificación que fortalece una tensión semiótica con consecuencias de renovación, transformación y transfiguración en otra cosa: un tercer elemento entre lo religioso y político.

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Nota del editor: El editor responsable por la publicación de este artículo es Mario Barité

Nota de responsabilidad autoral: Pedro Russi: conceptualización, análisis, escritura, supervisión. Delia Dutra: escritura, redacción, revisión, edición.

Nota de disponibilidad de datos: El conjunto de datos para la realización de este trabajo no se encuentra disponible.

Recibido: 30 de Octubre de 2024; Aprobado: 12 de Marzo de 2025

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